30 de enero de 2011

Libertad para Jafar Panahi

Comenzó como discípulo del primer director iraní en saltar a la fama internacional, Abbas Kiarostami. Sus dos primeros largometrajes (El globo blanco, 1995; El espejo, 1997) llegaron acá a través de Cinemateca y parecían colocar a Panahi como especialista en cine infantil.

En realidad, como ha pasado en otras oportunidades cuando la censura asfixia a los artistas de una sociedad, las películas sobre los niños iraníes no eran más que una excusa para poder filmar, expresando solapadamente lo que no se puede decir de otra manera. La crítica fue mucho más explícita a partir de El círculo (2000), donde la situación de la mujer (incluso el desprecio que siente la cultura musulmana por haber dado a luz a una niña) fue denunciada muy duramente. Esta fue la primera obra que le trajo problemas a Panahi, incluyendo el distanciamiento público del más oportunista Kiarostami. Posteriormente, sólo podría terminar Sangre y oro (no estrenada en Uruguay, 2003) y Off side (2006), ésta última sobre la absurda prohibición que tienen las mujeres de ir a los estadios y fue rodada realmente durante un partido decisivo en las eliminatorias que jugó su país para ir al Mundial de fútbol en Alemania.

En 2004 Panahi iba a visitar Montevideo para presentar sus películas pero fue detenido en el Aeropuerto Kennedy de New York por ser iraní y deportado a Hong Kong. Años después sería encarcelado por la propia dictadura teocrática, lo que agrega un matiz irónico a la estupidez yanqui. En efecto, en 2009 fue reelecto el fundamentalista Mahmoud Ahmadinejad en comicios sospechosos de fraude. El director participó en las protestas y filmó las brutalidades de la milicia paramilitar Basij y el entierro de alguna de sus víctimas. Por esas actividades fue encarcelado por primera vez y se le quitó el pasaporte.

En marzo del año pasado fue nuevamente detenido junto a su familia y varios de sus amigos y colegas, torturado psicológicamente y liberado dos meses después. Los cargos: "hacer una película contra el régimen".

Finalmente, en el mes de diciembre pasado fue condenado a seis años de prisión y 20 de prohibición de salir de Irán y de realizar películas por haber apoyado al opositor Movimiento Verde. Parece obvio que su condena (y la del joven y mucho menos conocido director Mohammad Rasoulof) es únicamente una lamentable demostración de fuerza bruta por parte de un régimen represivo y antidemocrático, fanático y antidiluviano, cuyo mencionado presidente fue el hazmerreir del momento hace un par de años en Buenos Aires al afirmar que en su país no había homosexuales.

Esa misma dictadura intenta estrechar lazos comerciales con Uruguay. Si bien siempre he sostenido que no pueden ligarse las relaciones internacionales a que nos guste o no el gobierno de un país, creo que nuestra diplomacia no debería callarse ante este atropello y reclamar por la libertad de dos presos por opinar diferente.

4 comentarios:

andal13 dijo...

Como te digo una cosa, te digo la otra: me repugna la represión de las manifestaciones artísticas, o de otra índole, y me parece increíble que a estas alturas la comunidad internacional y las organizaciones de los DDHH ¿no puedan? hacer nada al respecto (en este caso o en otros), pero si vamos a romper vínculos comerciales con todos los países que reprimen de uno u otro modo a su pueblo, no le podemos vender nada a nadie...
Pero sí, tal vez se les podría decir como al pasar, que no estamos de acuerdo con eso... y ahí mismo lo lapidan al pobre Almagro!

Alvaro Fagalde dijo...

Una cosa es el comercio. Yo estoy de acuerdo con venderle (o comprarle) a USA, a Cuba, a Iran, a Israel y a China. Me parece estúpido los que sólo quieren venderle a un país o a los que quiera ese país (Estados Unidos, obvio).

Lo que quise decir -y muy probablemente expliqué mal- es que no debemos callarnos por algo injustificable para vender diez vacas más.

andal13 dijo...

Ah, no, no te expresaste mal.
Es un tema muy jodido, y los que no estamos en puestos de decisión (líbrenos Santa Urna de semejante infierno!) tenemos un campo mucho más vasto para idealizar... Podemos tranquilamente rasgarnos las vestiduras, señalar con el dedo las injusticias y blablablá, pero cuando se está en puestos de mando y hay que tomar decisiones de ese tipo... pah... se complica. ¿Hasta qué punto se puede dejar la ideología de lado, o hacer la vista gorda, a fin de vender una ovejita o un arrocito más, eh?
No sé, quisiera creer que todavía es posible un poquito de ética y de dignidad en medio de la decadencia, pero me parece que es de puro pelotuda que soy.

Alvaro Fagalde dijo...

Lo que podríamos hacer es diferenciar la voluntad de comerciar con el chantaje. Si para venderles algo estamos impedidos de manifestarnos en contra de un preso de conciencia como Panahi, entonces no quiero negociar.