20 de octubre de 2008

Un cuento propio un tanto irónico

A CINCUENTA AÑOS

DE LA EPOPEYA DE ESTOCOLMO

A riesgo de ser poco originales comenzaremos nuestra crónica con un: Parece que fue ayer.

Y es cierto. Parece que fue ayer. En un 20 de mayo como el de hoy pero de 1958, la celeste ‑esa celeste asombrosa que ha cimentado tantas hazañas a pesar de ser el estandarte de un país tan pequeñito y humilde‑ o quizás por eso mismo, inscribía lo que es, a nuestro entender, la más gloriosa de sus páginas gloriosas, aunque parezca difícil distinguir entre todas ellas.

Ese 20 de mayo inolvidable de hace hoy cincuenta años se enfrentaron en el estadio De la Reina en Estocolmo nada menos que los orgullosos británicos, los inventores del fútbol, que pasaban por su momento de mayor esplendor: James Watherson, Craig Hall, Kevin Wallace, el negro Anderson, el escocés Mc Allison. En el otro rincón como dirían los cronistas de boxeo, la modesta escuadra compatriota, discutida, que partió de Carrasco en medio de la indiferencia de la afición que no creía en ella.

El comienzo del torneo pareció darles la razón a los agoreros de siempre: se le ganó apenas a la inexperiente selección de Honduras 2‑0, pese al primitivismo futbolístico de los caribeños. Los muchachos uruguayos no supieron encontrar nunca la eficacia de su fútbol. Llegó el segundo partido de la serie, que implicaba mucho más riesgo, ya que se trataba del otro bicampeón mundial: Italia. Un afortunado avance en profundidad de Ramón del Pino ‑autor de los goles del partido anterior el centro atrás y el oportunismo del inolvidable Aníbal Rodríguez deter minó que a los 10 minutos del comienzo ya fuéramos ganando. Pero después los celestes sólo atinaron a defenderse, soportando desde ese momento el lógico asedio de los hombres de la península hasta los 18 del segundo tiempo en que resignan el empate y el punto, logrados por el excelente wing Malatesta del equipo italiano.

Pero tal vez la peor perfomance de nuestra selección fue el pálido 0‑0 logrado frente al conjunto yugoslavo, rudimentario y tosco. Dado que la escuadra azzurra le había ganado a los hombres de Tito, Uruguay pudo clasificar segundo en la serie.

Sólo quedó como balance positivo en el desempeño de los nuestros, la seguridad bajo los tres palos del ramplense Martín Villalonga, uno de los que aportaron su veteranía; el rastrillaje expeditivo aunque sin preocuparse del destino del balón de Eugenio Oxobí; el trajinar incansa­ble de Gerardo Arias, tan efectivo como en Racing y los piques endiabla­dos de Manuel Duarte, generalmente desaprovechados por sus compañeros.

La esperanza renació en el partido de octavos de final ante el conjunto francés y su rutilante goleador Just Fontaine. Si bien el partido comenzó mal y no terminamos en desventaja por algunas atajadas providenciales de Villalonga, un despeje sobre la raya de Juan José "Chino" Varela y la pura suerte. Pero la defensa se fue afirmando con el correr de los minutos, los laterales se comenzaron a entender con sus alas, y si bien el "Cabeza" Arias no fue tan productivo como siempre, ésto se contrarrestó con la marca y los pases milimétricos del siempre recordado José Luis Martino. Es así que ante el estupor de los azules, un pelotazo en profundidad del mismo Martino permitió una espectacular corrida de Del Pino que remató ante la salida del meta galo Villeneux, que no pudo ante el tiro que pegó en palo consiguiendo el rebote ‑cuando no‑ Aníbal Rodríguez, terminando el primer tiempo 1‑0 para los celestes.

En el complemento, como era previsible, los franceses se tiraron con todo arriba. Los nuestros pudieron aguantar el chaparrón hasta los 20 en que empata el astro Fontaine. Trece minutos después parecía venir­se la noche: otra vez el goleador con un remate de afuera del área ponía el 2‑1 para los galos, cifras que parecían definitivas. Pero nunca se puede decir eso con la garra charrúa. Luego de un comprensible descon­cierto todo el equipo compatriota, con más amor propio que fútbol arrin­conó a los europeos hasta que un zapatazo infernal del grandote Hermene­gildo Abt forzó el alargue. En éste se repitió el esquema de los últimos minutos: los celestes atacando incansablemente oponiendo corazón a la técnica fría de su rival. A los cinco minutos del segundo alargue el loquito Duarte tomó un rebote luego de un corner y nos dio el pasaporte a los cuartos de final.

En estos nos tocó nada menos que la escuadra de la CBD con Gerson, De Souza y los ultrapromocionados jovencitos Garrincha y Pelé. Para peor, el mejor valor celeste ante los franceses, el Pocho Martino, se había lesionado y no sería de la partida. Uruguay, inteligentemente, planteó el juego que más le convenía, con marca fuerte y a presión, no dejando armarse al team auriverde en ningún momento. En el estadio sobrevolaba el fantasma de Maracaná y el terror dibujado en los rostros de la parcialidad norteña. Los minutos fueron pasando casi sin zozobras para nuestro arco, terminando la etapa inicial 0‑0, con un excesivo respeto de cada equipo al otro. En la segunda parte, Brasil se trajo un gol desde los vestuarios. Garrincha, el increíble gambeteador ‑casi un rioplatense‑ eludió nuevamente al Cacho Montero, levantó un centro que cabeceó el muchachito Pelé que sólo intermitentemente mostró su talento, Villalonga que no puede contener y Ze Mario convirtió la apertura del score.

Al reponer el balón, la verde amarelha parecía pintarle la cara al equipo compatriota, pero Arias y Abt comenzaron a dominar en el medio ganando cada pelota dividida apretando los dientes. Santiago Quintana, que había reemplazado a Martino, comenzó a alimentar los piques del Loco Duarte. Fue así que ante un centro de éste despejó un brasileño y Aníbal Rodríguez, de primera, fusiló a Paulinho, clavándola en el ángulo, dejando sin asunto al guardameta bayano.

Luego del empate, Ghigglia se hizo presente aunque no jugara y el terror pareció paralizar a los antes ágiles brasileros y así fue que un penal innecesario de Vilson, permitió al Cabeza Arias, con su seguridad habitual cuando la responsabilidad es muy grande, repetir aquel otro hazañoso 2‑1 dando un mentís a la cátedra.

A la final llegaron por un lado los ingleses que habían deslumbrado con su mezcla de fútbol pulido y efectivo, de fuerza y frialdad, opo­niéndose a la escuadra oriental, que sin pergaminos y con pocos pesos de sueldo, había derrotado no sin esfuerzo a cuanto rival se le había enfrentado. Las apuestas eran 5‑1 para la gente de las islas, porque los apostadores daban por sentado que inflexiblemente el buen fútbol de los anglosajones debía superar a los "animals" que, sólo por "tarro" habían llegado a esta instancia.

Olvidaban los sabihondos que los uruguayos nos agrandamos en las difíciles y nunca perdimos una final. Que con esa misma humildad tenemos una economía próspera, igualdad de oportunidades, una cultura de la que surgieron grandes hombres a pesar de nuestra pequeñez y el menor índice de analfabetismo en todo el continente.

Nos imaginamos a los aficionados uruguayos apretujados en aquel momento en el living del vecino privilegiado del barrio que tenía esa novedad tecnológica llamada televisión. Si alguno de ellos llegó tarde al receptor ‑siete minutos tarde para ser exactos‑ creería que los otros lo cachaban cuando al preguntar el score, le respondieron que ganaban los británicos 3‑0.

Nadie sabía qué había pasado. En tan sólo siete minutos, tres ataques de los de la rubia Albion y tres goles. Todo parecía haber terminado. Parecía que Uruguay perdería por primera vez una final. Parecía imposible poder recuperarse. Parecía.

Los minutos pasaban y no dábamos pie en bola, estando más cerca Inglaterra del cuarto que nosotros del descuento. Recién a los 27 mi­nutos una corrida solitaria de Abt permitió que los celestes llegaran por primera vez al área rival, pero sin peligro. Hasta que a los 40 minutos y hasta el final del primer tiempo, comenzó verdaderamente el asedio intentado lo imposible. Algunas jugadas ofensivas interesantes pero nunca hubo peligro de gol. Termina el primer tiempo con un gesto de impotencia en todos los compatriotas. O casi todos.

Para el segundo tiempo, Uruguay sigue en la misma tesitura, con el reloj como principal enemigo. Poco a poco, trabajosamente, comienzan las incursiones con peligro: a los 7 pega en el palo un cabezazo de Duarte; tres minutos más tarde, un centro que cruza toda la línea del arco sin que nadie la pudiera introducir. Tanta insistencia permite que al fin llegue el descuento: Del Pino elude a Anderson, a White y a la salida de Wallace le cambia el palo dejándola fuera de su alcance.

Una lucecita de esperanza prende en todos nosotros, pero la alegría duró demasiado poco: dos minutos después, Inglaterra que hacía casi cuarenta minutos que no atacaba, llega en un contragolpe fulminante a la cuarta conquista.

Todo parece en vano. Todo parece terminar. Quizás alguno apagó su televisor y se fue.

Pero se equivocaron los que pensaron que la celeste baja los brazos alguna vez. Luego de dejar pasar unos minutos para recomponer las líneas, comienza otra vez la lucha cuesta arriba. Quintana prueba reite­radamente a Wallace, Del Pino fuerza dos corners que no son aprovecha­dos, la fuerza de Abt y, especialmente, Arias empujan ataque tras ata­que. Los jas Labat y Mantero se tiran decididamente al ataque; Oxobí y el Chino Varela consiguen neutralizar los contragolpes ingleses. Hasta que a los 31 minutos, el aurinegro Lanzilotti, que había ingresado por el Loco Duarte para dar más seriedad al ataque, lanza un centro cruzado al segundo palo que permite el cabezazo de Abt para poner emoción en el partido. Los británicos comienzan a hacer tiempo, se refugian atrás, se cierran en la media luna. Uruguay que no puede eludir esa maraña de piernas y los minutos siguen pasando para sufrimiento de todos nosotros. Hasta que en el minuto 41 Craig Hall intenta restar una pelota que estaba boyando en el área chica pero no hace otra cosa que introducirla en su propio marco. Miles de personas, todo el Uruguay al borde del infarto, los de las islas tirándola afuera desesperadamente. Falta un minuto y los celestes que no traen peligro hasta que Aníbal Rodríguez remata forzado, el arquero Wallace que increíblemente no puede contener y Quintana que no tiene que hacer nada más que tocarla. Faltaban 30 segundos para el final y Uruguay lograba empatar y forzar el alargue.

Era muy difícil para los celestes, extenuados por el titánico esfuerzo de lograr la hazaña que era hasta ese momento. Los ingleses tenían la posibilidad de hacer correr la pelota. Durante el primer alargue, los nuestros, como era lógico, intentaron cuidar al máximo sus físicos, contener los avances del fútbol de toque y técnica de los del Reino Unido. Los minutos fueron pasando, ambos equipos especularon y así se llega al fin de la primera parte.

Ya era hazaña; los nuestros ya habían cumplido y nadie les hubiera reprochado nada si no hubieran podido ganar. Pero todos íntimamente mantenían la llamita encendida. No se iban a retirar sin haber derramado en el césped sueco hasta la última gota de sudor. En cada uno de ellos había un viril juramento de no permitir jamás que la Jules Rimet fuera de otras manos. Comienza el alargue final, el momento en el que sólo los elegidos pueden triunfar. Y a los cinco minutos todo parece terminar definitivamente. Mc Allison levanta un centro pasado, la defensa urugua­ya no está todo lo atenta que debiera y permite que Anderson fusile a Villalonga, que no tiene nada que hacer en la oportunidad. Parece impo­sible sobreponerse a tanta adversidad. Cuando parece llegar a su objeti­vo la oncena compatriota se enfrenta a la oposición del Destino. El imperio colonial, el león británico se levanta orgulloso, ya paladea el primer sorbo de la copa. Pero no contaba con la reciedumbre, el valor intrépido de estos humildes leones celestes. Uruguay intenta pero no puede. El rival también juega. Los minutos se van. ¿Será posible que finalmente ganen ellos?. No, responden los héroes. Ganarán sea como sea. Cuando llegamos al minuto 13, que esta vez fue de suerte para los nuestros, otro desborde de esos inconfundibles de Ramón Del Pino que termina en un centro que rebota en el back Greenaway pero el oportunismo nunca tan oportuno ‑valga la redundancia‑ de Aníbal "Cholo" Rodríguez empata y asegura el pasaje a la instancia de los penales. Pero la celeste no puede ganar por casualidad; la garra charrúa ‑aún hoy dis­cutida por ciertos señores académicos de esos que estudian mucho, pero que nunca fueron a la otra Universidad, a la Universidad de la calle, la garra charrúa decíamos, tenía mucho que decir todavía. Ya no había tiempo pero un trancazo de Abt con alma y vida, se la pasa al querido cabezón Arias, éste elude a uno, elude a otro, ingresa violentamente al área, amaga al golero que cobardemente le agrede, pero, pese a todo, el inolvidable, el malogrado cabezón Gerardo Arias, le pega con la derecha fracturada haciendo ingresar el esférico en el marco cuando apenas faltaba un segundo y fracción para terminar.

¡Uruguay Campeón!, ¡Uruguay Campeón Mundial!. La justicia se hizo presente y ganó el mejor. Ganó el equipo que se sobrepuso a la adver­sidad. Que nunca se achicó. Que supo dar todo en las ocasiones impor­tantes, como ésta.

Fue un tiempo que no volverá. De la Suiza de América. De la aldea que no tenía nada que envidiarle a nadie. De pobres orgullosos de su condición. Ese 6‑5 increíble ante Inglaterra fue el fin de aquella era gloriosa.


FIN

12 de octubre de 2008

Algunos poemas de Idea

IDEA VILARIÑO: SELECCIÓN

Nacida en 1920, Idea Vilariño integró la generación del 45. Si bien también ha sido crítica y traductora -particularmente estimada en esta última faceta- son sus poemas los que la han consagrado entre los lectores uruguayos y más allá de las fronteras. Lentamente, dado su total rechazo a la publicidad y a la autopromoción, se ha hecho un lugar no sólo entre los aficionados conocedores sino también entre el gran público. Su poesía suele ser sonora, austera, fundamentalmente dedicada al tema del amor de pareja. Aquí presento una selección de su obra, comenzando por el famoso -y estremecedor- "Ya no".

YA NO

Ya no será,
ya no viviremos juntos, no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa, no te tendré de noche
no te besaré al irme, nunca sabrás quien fui
por qué me amaron otros.

No llegaré a saber por qué ni cómo, nunca
ni si era de verdad lo que dijiste que era,
ni quién fuiste, ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido vivir juntos,
querernos, esperarnos, estar.

Ya no soy más que yo para siempre y tú
Ya no serás para mí más que tú.
Ya no estás en un día futuro
no sabré dónde vives, con quién
ni si te acuerdas.

No me abrazarás nunca como esa noche, nunca.
No volveré a tocarte. No te veré morir.

AMOR

Amor
desde la sombra
desde el dolor
amor
te estoy llamando
desde el pozo asfixiante del recuerdo
sin nada que me sirva ni te espere.
Te estoy llamando
amor
como al destino
como al sueño
a la paz
te estoy llamando
con la voz
con el cuerpo
con la vida
con todo lo que tengo
y que no tengo
con desesperación
con sed
con llanto
como si fueras aire
y yo me ahogara
como si fueras luz
y me muriera.
Desde una noche ciega
desde olvido
desde horas cerradas
en lo solo
sin lágrimas ni amor
te estoy llamando
como a la muerte
amor
como a la muerte.

CONCÉDEME ESOS CIELOS, ESOS MUNDOS DORMIDOS...

Concédeme esos cielos, esos mundos dormidos,
el peso del silencio, ese arco, ese abandono,
enciéndeme las manos,
ahóndame la vida
con la dádiva dulce que te pido.

Dame la luz sombría, apasionada y firme
de esos cielos lejanos, la armonía
de esos mundos sellados,
dame el límite mudo, el detenido
contorno de esas lunas de sombra,
su contenido canto.

Tú, el negado, da todo,
tú, el poderoso, pide,
tú, el silencioso, dame la dádiva dulcísima
de esa miel inmediata y sin sentido.

DESPUÉS

Es otra
acaso es otra
la que va recobrando
su pelo su vestido su manera
la que ahora retoma
su vertical
su peso
y después de sesiones lujuriosas y tiernas
se sale por la puerta entera y pura
y no busca saber
no necesita
y no quiere saber
nada de nadie.

EL MAR NO ES MÁS QUE UN POZO DE AGUA OSCURA...

El mar no es más que un pozo de agua oscura,
los astros sólo son barro que brilla,
el amor, sueño, glándulas, locura,
la noche no es azul, es amarilla.

Los astros sólo son barro que brilla,
el mar no es más que un pozo de agua amarga,
la noche no es azul, es amarilla,
la noche no es profunda, es fría y larga.

El mar no es más que un pozo de agua amarga,
a pesar de los versos de los hombres,
el mar no es más que un pozo de agua oscura.

La noche no es profunda, es fría y larga;
a pesar de los versos de los hombres,
el amor, sueño, glándulas, locura.

NO SUPISTE

Pobre mi amor
creíste
que era así
no supiste.
Era más rico que eso
era más pobre que eso
era la vida y tú
con los ojos cerrados
viste tus pesadillas
y dijiste
la vida.

LA NOCHE

La noche no era el sueño

Era su boca

Era su hermoso cuerpo despojado

De sus gestos inútiles

Era su cara pálida mirándome en la sombra

La noche era su boca

Su fuerza y su pasión

Era sus ojos serios

Esas piedras de sombra cayéndose en mis ojos

Y era su amor en mí

Invadiendo tal lenta

Tan misteriosamente.

SI MURIERA ESTA NOCHE...

Si muriera esta noche
si pudiera morir
si me muriera
si este coito feroz
interminable
peleado y sin clemencia
abrazo sin piedad
beso sin tregua
alcanzara su colmo y se aflojara
si ahora mismo
si ahora
entornando los ojos me muriera
sintiera que ya está
que ya el afán cesó
y la luz ya no fuera un haz de espadas
y el aire ya no fuera un haz de espadas
y el dolor de los otros y el amor y vivir
y todo ya no fuera un haz de espadas
y acabara conmigo
para mí
para siempre
y que ya no doliera
y que ya no doliera.

CUÁNDO YA NOCHES MÍAS...

Cuándo ya noches mías
ignoradas e intactas,
sin roces.

Cuándo aromas sin mezclas
inviolados.

Cuándo yo estrella fría
y no flor en un ramo de colores.

Y cuando ya mi vida,
mi ardua vida,
en soledad
como una lenta gota
queriendo caer siempre
y siempre sostenida
cargándose, llenándose
de sí misma, temblando,
apurando su brillo
y su retorno al río.

Ya sin temblor ni luz
cayendo oscuramente.

TAL VEZ NO ERA PENSAR, LA FÓRMULA, EL SECRETO...

Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto,
sino darse y tomar perdida, ingenuamente,
tal vez pude elegir, o necesariamente,
tenía que pedir sentido a toda cosa.
Tal vez no fue vivir este estar silenciosa
y despiadadamente al borde de la angustia
y este terco sentir debajo de su música
un silencio de muerte, de abismo a cada cosa.
Tal vez debí quedarme en los amores quietos
que podrían llenar mi vida con un nombre
en vez de buscar al evadido del hombre,
despojado, sin alma, ser puro, esqueleto.
Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto.
sino amarse y amar, perdida, ingenuamente.
Tal vez pude subir como una flor ardiente
o tener un profundo destino de semilla
en vez de esta terrible lucidez amarilla
y de este estar de estatua con los ojos vacíos.
Tal vez pude doblar este destino mío
en música inefable. O necesariamente...

BUSCAMOS

Buscamos
cada noche
con esfuerzo
entre tierras pesadas y asfixiantes
ese liviano pájaro de luz
que arde y se nos escapa
en un gemido.


8 de octubre de 2008

A 5 años del bloqueo argentino

CRONOLOGÍA DE LOS HECHOS QUE CASI NOS LLEVARON A LA GUERRA

1819- Artigas, en lucha contra los porteños, inicia una audaz maniobra de inteligencia militar: consigue infiltrar a la entonces ya veterana actriz oriental China Zorrilla en el ambiente teatral de la vecina orilla para intentar adormecer soporíferamente a toda la sociedad de Buenos Aires con sus papeles de veterana que se las sabe todas. Lamentablemente, pese al éxito inicial de la hábil estratagema, las fuerzas compatriotas no pueden salirse con las suyas porque sus principales oficiales también asistieron a una representación de la mencionada intérprete y nunca más se supo de ellos. Probablemente, aún duerman.
1960- Desembarca en Montevideo Federico Fasano con la intención de fundar diarios en nuestro país. Toda posibilidad de reconciliación entre ambos pueblos rioplatenses es imposible a partir de este momento.
1964- En un hecho condenado por la Convención de Ginebra, se establece en Uruguay Cacho de la Cruz. Hasta Kissinger opina que eso es ser demasiado cruel.
1997- Años de rencor no manifestado no pueden conducir a otra cosa que a una sádica salvajada: Natalia Oreiro comienza a perforar tímpanos y derretir sinapsis neuronales con sus discos y sus teleteatros.
1999- La ofensiva oriental ataca desde una segunda punta de playa: Osvaldo Laport deja Colonia y comienza su carrera actoral en la televisión porteña. Las fuerzas del orden allende el Plata se ven superadas.
2001- La guerra es total: Argentina contraataca con Román González que se infiltra en Aguada.
2003- La provincia de Entre Ríos pierde la oportunidad de que se radique una papelera en su territorio y descubre que del lado de Fray Bentos se vuelven contaminantes.
2004- Uruguay toma la delantera sin ningún escrúpulo por las muertes que pueda causar en la indefensa población civil de su enemigo: van arribando a la farándula de la vecina orilla sucesivamente Claudia Fernández, Monica Farro, Eunice Castro y Abigail Pereira. Ese cuaterno de bellas damas (aunque hay una que tiene bonus track) entran a formar parte frecuentemente de las coberturas de "Interesos" y de "Garcando por un sueño".

Después de este recuento de muestras de desprecio por la vida ajena y ensañamiento con el enemigo, sólo nos queda recordar a la única persona que hizo denodados esfuerzos por la tolerancia, la paz y el respeto por el otro bando: nuestro ex presidente Jorgito Batlle con sus inolvidables declaraciones a la cadena "Bloomberg".

5 de octubre de 2008

A propósito de los casos Da Cunha y Prudente

Un consejo para mis seres queridos:

NO VAYAN AL FÚTBOL

En realidad son dos cosas muy diferentes: un hincha asesinado cobardemente a la salida del Estadio por tener una bandera o camiseta del cuadro rival y un juez que suspendió un partido por demorar un equipo en salir a jugarlo.
En el primero ya salió una condena a tres de los culpables (fueron muchos los "valientes" que lo atacaron delante de su mujer e hijo) y en el segundo, es inminente el fallo a ver si se juega o no el dichoso partido.
El fallo del juez sobre el asesinato de Héctor Da Cunha -publicado en "La República"- es más que interesante. Por primera vez que yo recuerde se deja estampado públicamente lo que uno sospechaba en privado: que muchos de esos "hinchas", de esos "barrabravas" -término importado del fútbol argentino, como tantas otras cosas negativas que reseñaré más abajo- viven de su "pasión". Los dirigentes clubistas no son sólo cómplices por omisión o cobardía, sino que directamente les pagan.
¿Para qué les pagan?. Buena pregunta, ¿no?.
Son "tribus urbanas" de una subcultura de las peores que ha engendrado nuestra sociedad: varias veces me he encontrado en los ómnibus con chicos que van a un partido gritando y jodiendo frenéticos, molestando a todo el mundo, orgullosos de decir malas palabras en público, contando anécdotas graciosísimas de corridas de la policía y robos de "trapos".
No sólo mencionar a las banderas como "trapos"... también decir: "sos amargo", "sos vigilante", "no existís", "corriste"... todas importaciones de la violentísima liga argentina.
Parezco un viejo pero hubo una época -quizás hasta entrados los 80- en que uno podía ir, por ejemplo, a una final de la B por el ascenso y se mezclaban las hinchadas y festejaban los goles propios sin ninguna violencia. Hoy, si juegan La Luz y Durazno tienen que hacer separación. Incluso cuando juega la celeste hay que reagruparlos...
¿Por qué hay gente a la que lo único que le importa en la vida es el fútbol?. ¿Por qué son capaces de cualquier violencia si ven a un tipo vestido con una camiseta rival?.
Lo que nos lleva al otro caso: el polémico árbitro Liber Prudente suspendió el partido Nacional - Villa Española porque los bolsos salieron tarde a la cancha dado que su jugador Lodeiro tuvo que ir al baño en el peor momento. Si bien la reglamentación parece absurda en la práctica -dejar sin el espectáculo a la gente que fue a la cancha por una demora- hay que aplicarla y eso no es culpa de Prudente. Cambiemos la norma y sancionemos con pérdida de puntos o multas pero el hoy amenazado juez actuó en forma correcta. El problema es que el sancionado fue un grande...
Y ése es el tema. Si ésto hubiera pasado en un partido Bella Vista - Rampla, todo se hubiera olvidado a los tres días. Pero salvando las distancias, al igual que el caso Da Cunha con Peñarol, el sancionado fue un grande.
Varias semanas después del partido suspendido, no he escuchado aún a un dirigente, parcial o integrante de Nacional que dijera que las reglas están para cumplirlas ni que se equivocaron. Los equipos tienen que entrar en hora -incluso los grandes- y las reglas tienen que cumplirse. Si quieren, cambienlas pero en el lugar correspondiente. No metiendo el gaucho en la AUF.
El fin de semana del caso Prudente -que incluyen dos agresiones físicas a periodistas- los hinchas tricolores casi unánimente decían que el juez y los periodistas incitaban a la violencia al sancionar o criticar a su cuadro. Sería largo enumerar toda la serie de excusas que dieron para criticar la reglamentaria decisión del árbitro. Muchos dijeron que ésto le pasaba a Nacional porque era "manso" y "bueno" y que tenía que dejar de serlo.
Y si bien ese día hubo violencia por parte de los bolsos, la gran mayoría de esos incidentes han sido protagonizados por sus tradicionales rivales -la de Da Cunha no fue la primera muerte atribuible a la hinchada de Peñarol- que les han costado pérdida de puntos en casi todos los últimos campeonatos.
Recuerdo claramente al lamentable José Carlos Domínguez protestando por alguna sanción a su cuadro después de un nuevo bochorno de su hinchada, diciendo que no habían lastimado a nadie. Claro, los habían cagado a pedradas a los de Miramar pero no le habían embocado lo suficiente. Ese señor no fue sancionado y hoy es "neutral" en la AUF...
En resumen, ya sabe, si usted es hincha de un cuadro y va a la cancha puede ser asesinado por el delito de gritar un gol en primer grado o por portación de camiseta. Y si fue atacado por una patota de un cuadro influyente en los pasillos de Guayabos (¿o de Divina Comedia?), jódase. Siempre habrá un Domínguez, un Damiani, un Magurno, un Della Valle o su sobrino Balbi que irá a sacar de la cárcel a su agresor.
Lo del título.