26 de abril de 2009

De esto no se habló en esos años

MC CARTHY CAGÓN

Como tantas manifestaciones autoritarias de la historia, la caza de brujas encabezada por el oscuro senador Joseph Mc Carthy no fue fruto de su afiebrada inspiración sino hija de su tiempo. Cuando termina la Segunda Guerra Mundial dos nuevas potencias surgen desplazando a los anteriores imperios colonizadores: Estados Unidos y la Unión Soviética, naturalmente. La anexión de varios países europeos (Polonia, Hungría, Yugoslavia, otros) en la órbita comunista aprovechando la lucha partisana y la anarquía de la primera post-guerra y la obtención de la URSS de la bomba atómica por obvias maniobras de espionaje llevó a la histeria en USA.
Una de las pruebas de que Mc Carthy no estaba solo en su histeria es que en realidad él no fundó ni integró como se cree, el famoso Comité de Actividades Antinorteamericanas que persiguió a supuestos agentes soviéticos en la industria del cine por la sencilla razón de que era un comité de la Cámara de Representantes y Mc Carthy era senador. Sin embargo, con sus paranoicas persecuciones desde su banca, quedó en la historia como la cara visible de una época lamentable de la sociedad norteamericana, que generalmente suele tener una actitud admirable en materia de libertad de expresión.
Del senador basta decir que en su momento llegó a denunciar que el 25 % de los oficiales del Ejército eran espías al servicio de la URSS (!!!!!), lo que agregado a que en ningún caso logró demostrar nada concreto, le llevó al descrédito total y murió de cirrosis relativamente joven.

HOLLYWOOD, UN NIDO DE SUBVERSIVOS

El Comité que sí se metió con la industria del cine -integrada entre otros por un joven diputado llamado Richard Nixon- presionó a los productores para que no les dieran trabajo a actores, directores, libretistas y demás trabajadores sospechosos de espionaje comunista, arruinando por tanto la carrera de mucha gente. Incluso hubo un músico (Epstein) condenado por introducir su ideología peligrosa en las películas que musicalizó, aunque nunca dijeron cómo pudo hacer algo así. Hicieron encarcelar a diez testigos llamados a testificar pero que no le reconocieron autoridad para entrometerse en las convicciones políticas de los ciudadanos (Los 10 de Hollywood) y presionaron para transformar en soplones y traidores a buena parte de la gente que trabajaba en los grandes estudios, cuyos dueños colaboraron activamente con el Comité, más por conveniencia para no perjudicar la marcha de los negocios que por convicciones políticas. Pero...

¿Y LAS GRANDES ESTRELLAS?

Si repasamos la lista de directores y actores perjudicados por la caza de brujas (Zero Mostel, Howard Da Silva, un joven Joseph Losey, un decadente John Garfield, tantos más) se advierte que no hay nombres famosos y taquilleros con la única excepción de Charles Chaplin, que se exilió en Suiza. ¿Por qué fue eso?. ¿Es que todas las estrellas eran simpatizantes del oligofrénico Mc Carthy?. ¿No hubo quien se manifestara en contra de sus autoritarios procedimientos?. Por supuesto que algunos hubo y hay un ejemplo poco conocido que me gustaría traer aquí y que me ha gustado siempre citar cuando algunos giles decían cosas como que si llegaba un gobierno de izquierda en Uruguay, ningún millonario inversor capitalista -o sea, políticamente conservador- iba a poner su guita aquí por el hecho de la imagen que tendría el país con un presidente no derechista.
El hecho es el siguiente: durante muchos años, coincidiendo con la época de oro de Hollywood el estudio más grande y exitoso fue la Metro Goldwyn Mayer, también el más conservador ideológicamente de ellos, con sus películas para "la familia" y su tradicional rechazo al más tímido cuestionamiento social. Pues bien, en aquellos años, en la MGM la estrella más taquillera era el actor y bailarín Gene Kelly. Como muy pocos saben, éste fue militante de un partido socialista pequeño, situado a la izquierda del propio PC americano. Cuando se le reprochó este hecho al director de MGM, en plena "caza de brujas", el jerarca -que no recuerdo su nombre pero que no sería exactamente un comunista- contestó que Kelly era la mayor fuente de dólares del estudio y que si se le prohibían actuar, él contrataría al propio Stalin para que dirigiera sus comedias musicales. O sea, business are business.
¿Por qué no persiguieron a las estrellas ya consagradas que tenían ideas "liberales" (como acostumbran llamar los propios americanos)?. No es que yo quisiera que lo hicieran, pero no suena lógico que no hayan molestado a ninguno de los grandes nombres, con la excepción ya citada de Chaplin, alguien que ya no era tan taquillero y que solía ser bastante polémico. Y atacable.
Hubo algunas marchas en contra del Comité donde participaron algunos famosos que luego no fueron molestados: Humphrey Bogart, John Huston, William Wyler, Burt Lancaster, Kirk Douglas. Ahí es donde cobra un poco de sentido la grosería del título que elegí.

UNA LISTA MUY ESQUEMÁTICA

No me resisto a hacer una lista de actores clasificándolos en liberales y conservadores. Es cuadrada y discutible como toda lista similar pero tenía ganas de mostrar las posturas de unos y otros. Hay quien pasó de un grupo al otro con el correr de los años (Charlton Heston, por ejemplo) y hay muchos que no reflejaron nunca en sus declaraciones públicas ni en su obra su posición (el propio Kelly). Me he limitado en lo posible al período en cuestión, sin incluir estrellas más recientes. También a la gente que expresó entonces libremente sus convicciones, no poniéndome a sospechar de los demás. No soy un Mc Carthy moderno.
Seguramente encontrarán algunas sorpresas. Ahí va:

LIBERALES
Gene Kelly, Burt Lancaster, Kirk Douglas, Henry Fonda (que uno creía un cavernario por sus peleas políticas con su hija Jane), Gregory Peck, Katherine Hepburn, Danny Kaye, Robert Ryan, Sterling Hayden, Edward G. Robinson, James Cagney, Charlton Heston (hasta los 60, en que se transformó en un gorila), Humphrey Bogart.

CONSERVADORES
John Wayne, Ronald Reagan (que antes de conocer a Nancy fue un liberal, les juro), Robert Taylor, James Stewart, Gary Cooper, Clark Gable, Barbara Stanwyck, Ginger Rogers, Robert Mitchum, Cary Grant.

6 de abril de 2009

Un maestro del cine

¿QUIÉN ERA ANDREI TARKOVSKII?


(Perdonen si la escritura de nombres propios rusos no es correcta. Es bastante discutible la trasposición de su alfabeto al nuestro y en todo caso, es un detalle menor.)


Me he preguntado muchas veces por qué dos dictaduras que pretendieron tener control total sobre sus habitantes –y más o menos, sobre el resto del planeta- como el nazismo y
el stanilismo –utilizando la comparación de forma muy diferente a la que lo haría Julio María- dos dictaduras así, decía, prohibieron al jazz y a la pintura abstracta.

O sea, ninguna prohibición está bien, pero uno entiende perfectamente –aunque no comparta, obvio- que se prohiban las novelas que critiquen al régimen, por ejemplo… ¿pero la pintura abstracta?.

La respuesta, me parece porque uno nunca sabe cuando se habla de censuras y poderes absolutos, es que la gente cuadrada que cree poder decidir qué puede ver, oir o leer la gente no sabe absolutamente nada de arte (arte y censura son opuestos, creo yo) se suele asustar cuando se topa ante algo que no entiende y por las dudas lo prohibe. Y suelen no entender nada que no sea la más estúpida propaganda que diga lo cracks que son ellos mismos y terminan prohibiendo lo que no entienden. Aunque hasta unos estúpidos como ellos se pueden dar cuenta que el material prohibido no tiene nada de “peligroso”.

No es de extrañar que los dos nombres mayores en la historia del cine que dio el régimen soviético –pero no los únicos directores de talento- hayan tenido numerosos choques con la censura. El primero, Sergei Eisenstein, sin embargo era un fervoroso comunista y varias de sus mejores películas son obras de propaganda política directa (El acorazado Potemkin, Octubre).

El segundo es el caso que me ocupa y tampoco fue, que yo sepa, un disidente político. Aunque en el caso de los cineastas rusos (o ex soviéticos) después de las polémicas entre Aleksander Sokurov y Nikita Mikhalkov, he aprendido que nunca los entenderé.

A Andrei Tarkovskii (1932-1986) lo calificaría más bien como un disidente artístico. Si bien se escapó de la URSS, o más exactamente prefirió no volver después de un viaje a Occidente y allí realizó sus dos últimas películas, no le conozco mayores declaraciones en contra del régimen. El hecho de que el reestreno de sus films con una adecuada distribución fuera tomado como un signo de la perestroika y los vientos de apertura, no fue causa del propio Tarkovskii, ya muerto.

SU OBRA: NO A LOS DOGMAS

En su debut se llevó el primer premio en un festival (Venecia) por única vez en su carrera. “La infancia de Ivan” (1962) es la historia de un adolescente huérfano y héroe en la Segunda Guerra Mundial. Pero el héroe tenía miedo a veces y lo ocultaba con grandes esfuerzos. La anécdota era bastante similar a tantas rodadas en la misma época pero –deliberadamente- el protagonista no era más que un ser humano con rabia y sostenido por sus deseos de venganza. ¿Es algo insólito en un niño al que le han matado a sus padres?. Ivan no era un pionero del stalinismo sino un chico que supo vencer el terror que provocaba el invasor nazi. Fue objetada por muchos P.C. del mundo y defendida ardientemente por Sartre.

Los verdaderos problemas comenzarían con “Andrei Rubliev” (1966). Éste es un monje que descubre el horror del mundo en que vivía, o en el que vivimos actualmente –hay una escena de tortura que es lo más violento que he visto en el cine, aunque probablemente esos engendros llamados “El juego del miedo” la haya superado- la crueldad, la injusticia, los saqueos, la ingratitud (una campesina que él intenta ayudar prefiere entregarse al invasor), la prepotencia de quienes tienen la fuerza bruta. Se niega a seguir pintando íconos en un mundo tan violento y feroz. Un capítulo insólito que dura alrededor de una hora muestra la construcción de la campana para una iglesia por un adolescente –otra vez- que en realidad no sabía cómo hacerla pero sigue adelante porque esa es su vocación y su sentido en la vida. Esa es la razón para hacer arte en medio de este mundo, parece decir el director.

Hubo varias objeciones: violencia gratuita (real, no estilizada para el cine, diría yo), interpretación histórica irreal (no había un héroe inquebrantable y socialista), misticismo (?), desnudos (???????). Basta ver las películas de campesinos sonrientes y cantantes o las versiones de la guerra contra el nazismo para comprender qué cine quería el régimen.

Recién sobre 1971 pudo volver a filmar. Luego del sorprendente éxito de “2001, odisea del espacio” que dejaba atrás 20 años de películas de ciencia ficción con presupuestos de tercera e historias de cuarta, con una historia compleja y sin estrellas, casi sin diálogo y enormemente sugerente. Los soviéticos quisieron tener su propia “2001” y el elegido fue Tarkovskii. El resultado fue “Solaris”, adaptación de una novela de Stanislaw Lem con un generoso presupuesto y distribución internacional con abundante propaganda (que además enfatizaba la “rivalidad” con la película citada de Kubrick).

Solaris es una nebulosa más que un planeta donde han quedado estancados –no sólo físicamente- los tripulantes de una expedición aeronáutica. El protagonista, un astronauta de confianza, viaja a inspeccionar qué ha pasado y también se ve enfrentado a sus propios fantasmas (perdón por el lugar común): su esposa suicidada se le aparece y le reprocha su insensibilidad para ella, para la pareja y para la vida en general. Volverá a la Tierra –aunque hay razones para dudar si se ha ido del planeta a otro lugar, en realidad- mucho menos soberbio, más dubitativo, menos dogmático. En 2002 Stephen Soderberg, un tipo inteligente, naufragó miserablemente al intentar una remake que es una falta de respeto, demostrando con hechos que no cualquiera es Tarkovskii.

La vieja guardia del cine soviético, varios de ellos integrantes del “deshielo” que trajo una interesante renovación luego de la muerte de Stalin, clamó unánimente contra “El espejo” (1974), que abandonaba la anécdota lineal, que avanzaba a través de escenas aparentemente desconectadas entre sí, que creaba un clima más que una narración, que pretendía mostrar sin decir una sola palabra concreta el desconcierto de quienes se ven abandonados y desarraigados en su infancia ya sea por el divorcio de sus padres (como el propio director, abandonado por su padre a los 3 años), ya sea por el exilio político –hay imágenes de los niños españoles que huyeron a la URSS por la Guerra Civil- o por circunstancias menos palpables pero igualmente presentes en el alma infantil. Dificil de explicar y de interpretar, llama la atención la intransigencia artística de Tarkovskii en un régimen que vivía obsesionado con auspiciar sólo obras “que pudieran ser entendidas por todos”, repetida excusa para premiar a la mediocridad.

Cinco años pasaron para que le autorizaran volver a trabajar y el resultado fue “Stalker”. Si bien volvía a adaptar una novela de ciencia ficción no occidental –un más que interesante cuento largo de los hermanos Strugatsky- más bien se parece a “El espejo” y poco tiene que ver con el género. Un escritor fracasado, alcohólico y cínico y un científico más bien poco burocrático pagan al clandestino explorador (stalker) para que los lleve a la misteriosa Zona. Al parecer la filmó completamente pero un accidente en un laboratorio hizo perder ese negativo y tuvo que hacerla de nuevo con mucho menos presupuesto. Lo cual se nota. Sin embargo, persiste el Misterio, la duda sobre la verdadera razón de ser de esa Zona (o de nuestra vida). Más directamente que en “Solaris”, la toma final deja entrever que probablemente los personajes no han hecho ningún viaje físico y sólo –o nada menos- han ido al encuentro de la trascendencia de ellos mismos.

Pudo viajar para filmar en Italia “Nostalgia” en 1983, después de muchas dificultades que incluyen la separación de su hijo, impedido de acompañarlo. Película que parece una mala copia del propio Tarkovskii, aburrida, desganada, no llega a interesarnos nunca y por eso ha tenido poca circulación. Luego de hacerla y cansado de la actitud hostil de las autoridades, decide no volver.

En Suecia, con actores bergmanianos (incluyendo Erland Josephson, que ya había actuado en “Nostalgia” y al director de fotografía Sven Nikvist) realiza su última película, probablemente su obra maestra: “El sacrificio” en 1986. Un hombre ya mayor (Josephson) casado con una mujer con la que no se soportan y que lo engaña, recibe la visita de unos amigos. Durante la velada se enteran que, por razones que no se mencionan, el mundo se va a terminar pronto. Todos se desesperan pero el protagonista, además, visitará a una “bruja” vecina con la que hará el amor y que le permitirá salvar a la humanidad -en una escena imperdonablemente plagiada por Subiela en “Hombre mirando al sudeste”- si accede a renunciar a sus bienes materiales. Josephson finalmente incendia su casa y el final es el lógico: lo internan en un manicomio. Es curioso que en la anterior película el mismo actor se incendiaba a sí mismo.

Sugerente –el fin de la humanidad y su salvación podría ser verdad o podría ser una locura del personaje- extraña, inteligente, creo que es el único largometraje que se haya filmado jamás que retrata convincentemente lo que podríamos sentir si estuvieramos ante el mismo fin del mundo. En cierto modo, Tarkovskii lo sabía porque –como se ha publicitado- se estaba muriendo de cáncer.

¿UN AUTOR RELIGIOSO?

En general se ha dado por indudable que sus películas encierran una reinvidicación en clave de la religión prohibida por el régimen en todas sus formas. He visto algunas películas que sí defendían la religiosidad –me acuerdo de “Arrepentimiento”, filmada clandestinamente en Georgia por Tenghiz Abulazde y no estrenada entre nosotros- generalmente de forma bastante burda, incluso en el excelente ejemplo aludido (una vieja decía: “si un camino no lleva a ninguna iglesia, para qué sirve”). Nada de eso hay en Tarkovskii. No lo he encontrado –y he visto todas sus obras más de una vez- más bien creo ver una reinvindicación del misterio, de la duda y de la metafísica, dichos estos en el sentido de lo que está más allá de nuestras narices, de lo que se puede medir con instrumentos científicos. El astronauta de “Solaris”, los dos visitantes que contratan al “Stalker”, Andrei Rubliev, el supuesto salvador del mundo de “El sacrificio” son personajes que ven jaqueadas sus seguridades -¿las seguridades del régimen?- que buscan un sentido para seguir viviendo sin decirlo explícitamente nunca.

Tarkovskii siempre evitó los facilismos, los lugares comunes, las frases hechas. Nunca dejó de considerarse mentalmente libre y fue intransigente en lo artístico. Para algunos, sus escasos siete largometrajes es la mejor oportunidad para ejercitar la peor de las arrogancias intelectuales pero eso es mal entenderlo. Fue un cineasta permanentemente cinematográfico: sus observaciones calmas de la Naturaleza en todos sus filmes, el laberinto de calles y autopistas en “Solaris” –filmado en Japón- que parece simbolizar el caos de la vida en nuestro planeta, los cambios de coloración en “El sacrificio” cuando parece acercarse el fin, las escenas sin palabras y sin anécdota aparente de “El espejo”, son muestras de un maestro del cine que supo hacer mucho más que plantar “símbolos” en sus escenas y que filmar a gente conversando.

4 de abril de 2009

Con esto alcanza y sobra

AUTOBIOGRAFÍA

Las únicas habilidades en mi vida son: desatar nudos y escupir lejos.


FIN