GOLPEADAS Y PROHIBIDAS(Ésta iba a ser la última entrada de la serie pero me di cuenta que estaba dejando afuera dos temas demasiado importantes)Hace un tiempo me metí en un foro de comentarios acerca de una nota -costumbre informática que abandoné pronto y

que recomiendo fervorosamente no seguir- en la que se informaba que una mujer aquí en Uruguay había denunciado a su ex marido por golpes pero todo había sido inventado por ella para perjudicarlo. Esa noticia tenía una poco común cantidad de intervenciones de lectores, en su enorme mayoría hombres que se alegraban por el -indiscutiblemente merecido- procesamiento de la mentirosa pero que extendían hasta la insinuación -y en algún caso, la pomposa afirmación- de que TODAS las denuncias sobre violencia doméstica o abusos contra las mujeres también eran mentira. Al contrario de lo habitual en mí, subí un comentario diciendo lo asqueado que estaba con lo que afirmaban otros hombres.
También hace bastante, el semanario Brecha, de reconocida prédica progresista en lo social, recibió varias cartas muy agresivas de una extraña asociación que decía defender a los padres que se veían privados de sus derechos como tales por las mujeres que se valían -entre otras "injusticias"- de la prédica de alguna prensa presentándolas como "víctimas".
No dudo que en algunos casos -en realidad, me consta- haya esposas que utilicen todo tipo de estratagemas para perjudicar a sus ex maridos. Pero de ahí a afirmar, como parecen querer decir desesperadamente MUCHISIMOS hombres, que la violencia doméstica es un mito, media un inmenso abismo. El mismo que hay entre la verdad y la mentira. Alcanza y sobra con haber trabajado en la puerta (emergencia) de un centro de salud para no tener dudas.
Los hombres golpean a sus parejas por discusiones de todo tipo, aprovechando su mayor fuerza física y también, la normalización que aún

tiene en la cabeza de mucha gente la situación de control total del varón sobre la mujer. La mayoría de las veces por no obedecer o por contrariar al "amo". No sólo son golpeadas las esposas sino también insultadas, menospreciadas y también, violadas. Sí, vecinas y vecinos, puede haber violación dentro de un matrimonio. Por haber firmado una libreta y haber aceptado iniciar una relación amorosa, eso no quiere decir sumisión total al hombre y disponibilidad perpetua.
Probablemente la causa más frecuente de violencia conyugal es la ruptura de la pareja -o su intento por parte de ella- dado que muchos hombres aún en el siglo XXI siguen considerando que las mujeres no tienen derecho a terminar con una relación o a iniciar otra. Muchos tienen dentro el concepto de "mejor muerta que con otro" o creen ser "dueños" del cuerpo de quien alguna vez los amó por haber vivido bajo el mismo techo o por haber sido "el primero". Ni hablar que la inmensa mayoría de la humanidad -de ambos sexos- considera de muy diferente gravedad la infidelidad femenina que la masculina.
Durante toda la vida, en las comisarías se burlaban descaradamente de las mujeres que denunciaban haber sido maltratadas, situación que sólo cambió con la creación de una dependencia específica -aunque todavía muchas víctimas no la conocen- como tampoco saben dónde ir ni con quien hablar. Poco a poco, desde el Estado uruguayo se está trabajando en el camino

correcto para facilitar la colaboración con las víctimas y la represión a los culpables, superando algunas limitaciones absurdas que dejaban afuera de la protección a algunos casos, tanto por edad como por situaciones jurídicas. La violencia contra la mujer está presente en todas las clases sociales -al contrario de lo que se piensa- y es cometida por hombres de todas las ideologías -incluso de aquellas que se dicen igualitarias-, de todas las edades y, por cierto, no hace falta que la relación tenga mucho tiempo ni que haya llegado al matrimonio para que el varón abuse de su pareja.
Si uno puede quejarse del machismo imperante en la sociedad en la que vivimos, todo eso se ve multiplicado en las sociedades musulmanas hasta lo increíble. Por razones de conveniencia política del imperio americano, hemos tenido noticias frecuentes en estos últimos años de la actitud absolutamente irracional y fanática de los llamados talibanes, que obligan a ir en público a las mujeres con la totalidad de su cuerpo y cara tapados, que les impiden salir de casa sin permiso y les imponen la sumisión total hacia todos los integrantes masculinos de la familia.
El régimen creado en Afganistán luego de un golpe de Estado del que no fue ajeno Washington fue el más publicitado de los aberrantes sistemas de opresión de sexo, pero no el único por cierto.

Dicho sea de paso, poco y nada ha mejorado la situación de la mujer afgana actualmente. Pero la sistemática degradación de niñas y adultas en sus más elementales derechos humanos forma parte de la cultura musulmana. Que yo sepa, en ninguna de sus sociedades dejan de ser tratadas poco menos que como mascotas, apenas útiles para permitirles desahogar sus necesidades sexuales a los hombres y criarles a sus hijos.
La idea es muy simple y ya la he comentado aquí: si a una mujer se le libera de sus cadenas, se le permite salir sola (por ejemplo, a estudiar o trabajar) o mostrar su belleza con su ropa, inmediatamente saldrá desesperada a buscar más y más hombres. Como si las mujeres solamente pudieran pensar en sexo. Así presentadas las cosas, se les impone una cadena perpetua de no poder desarrollar la menor inquietud laboral o de un estudio y, muchísimas veces, ni siquiera de poder elegir su pareja. Ni tampoco de tener el más mínimo contacto no autorizado con cualquier hombre. Aclaro que cuando digo contacto, me refiero a saludos, conversaciones o relacionamiento profesional. No hace mucho, la mutualista donde trabajo no hizo lugar a la demanda de la esposa de un diplomático de un país árabe (mejor dicho, del propio embajador) para que siempre que pidiera asistencia se asegurara que a la señora la atendería una médica mujer, porque ella no podría atenderse con un hombre.
Y ésto no pasa solamente en las culturas mahometanas. No necesitamos salir de nuestro continente para ver situaciones similares.