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28 de mayo de 2013

NCIS: Una serie diferente

Cuando digo diferente, no quiero referirme a una serie que vaya a cambiar la historia de la televisión o plantee una revolución audiovisual, sino más modestamente, se trata de un programa que introduce un poco de espesor e interés en los habituales muñecos de otras series similares.

 Me explico: todos hemos visto los diferentes CSI (objeto de una próxima entrada); pues bien, salta a la vista que los diferentes integrantes de los equipos investigadores suelen ser meramente personajes unidimensionales cuya única razón de ser es decir la frase adecuada en el momento preciso. No parecen tener vida, no parecen ser seres humanos realizando un trabajo, sintiéndose a veces fatigados, molestos, tensos o frustrados. Más allá de algún caracter excénctrico, que supongo yo, están para aportar un costado humorístico, nadie en la mencionada CSI o similares parece tener sangre en sus venas.

En NCIS, en cambio, si bien no deja de respetar las convenciones más elementales de un policial común (los investigadores siempre se salen con la suya en una hora de programa, siempre avanzan, son demasiado lindos, nunca se pelean realmente entre sí) hay algunos elementos que la hacen más interesante de lo habitual. En primer lugar sus personajes, justamente. Que sudan, se cansan, tienen ganas de ir al baño y parecen tener una vida más allá de su (novelesco) trabajo.

El director, Jethro Gibbs es el menos logrado, en mi modesta opinión. Duro, severo pero justo, chirria un poco la exagerada admiración y temor que suelen tenerle sus subordinados y los frecuentes comentarios de ellos que lo presentan poco menos que como un super héroe. Es una personalidad muy difícil de representar y la actuación de Mark Harmon, buena en general, no da la talla para tanto.

El agente "Tony" Di Nozzo es mi preferido: mujeriego, burlón, charlatán y cinéfilo, está todo el tiempo burlándose de su compañero "Tim" Mc Gee, quien es una contraparte más seria y metódica. Ese dúo se lleva las palmas y en el medio la agente procedente del Mossad israelí Ziva David no tiene una personalidad definida, llenando el espacio con una imagen femenina -pero nada blanda- sin demasiado destaque. Estos son los denominados "agentes de campo". Los investigadores son la freak -y graciosa- Abby Sciutto, excéntrica y eficaz y el forense un poco excéntrico y chapado a la antigua "Ducky" Mallard (David McCallum, actor de culto de la televisión de los 60).    

Los crímenes que esta división de la Armada yanqui investigan suelen ser bastante originales y sin tanta vuelta de tuerca exótica como se ven en la paradigmática CSI. Nunca se pone en cuestión las invasiones del gobierno norteamericano en Afganistán o Iran -frecuentemente mencionadas- y difícilmente lo permitirían en U.S.A., más cuando el comienzo de esta serie coincidió con la histeria patriotera post Torres Gemelas. En todo caso, se trata de hacer un programa de ficción y no complicarse la vida.

Mientras iba escribiendo ésto, llega la noticia de que NCIS es la serie más vista en su país por cuarto año consecutivo, aunque por estos pagos no sea la más popular, precisamente. Aparentemente, con un poco de carisma y otro poco de habilidad, alcanza y sobra para destacarse. Aquí se ve por AXN.  

30 de noviembre de 2011

Gnoseología y El show de Laura

Gnoseología es la rama de la filosofía -perdón, pero soy espantoso para redactar definiciones- que se ocupa de los problemas del origen del conocimiento y de la posibilidad de acceder a ellos. De otra forma, de cuánta verdad hay en lo que conocemos, o creemos conocer.

Hay un ejemplo clásico en los cursos de periodismo: supongamos que un gobierno -democrático o dictatorial- permite un acto opositor. Como en todo acto político, se reúne una cantidad de espectadores voluntarios a presenciar discursos y a aplaudir y cantar consignas. Cuando termina la actividad, unos revoltosos -ya sean unos desubicados o unos infiltrados- rompen unas vidrieras de comercios y roban algunos zapatos, por ejemplo. Al otro día, un diario opositor, cercano a la ideología del acto titula "10.000 personas reclamaron por un cambio" y un diario oficialista, en cambio, dice en primer plana: "Vandalismo en acto de la oposición". ¿Cuál de los dos dice la Verdad?.

En realidad los dos, sería la respuesta. Sólo que cada uno de ellos eligió cuál aspecto de verdad incluir. El problema menor es que no todos leemos los dos diarios. Pero mucho peor es que creemos ciegamente en una sóla de esas fuentes de conocimiento, olvidando que no sólo es imposible -gnoseológicamente- la verdad absoluta y la objetividad perfecta, sino que aunque estuviera al alcance de la mano, no nos la querrían dar.


Como señalé en alguna entrada anterior, hay medios de información (léase tanto diarios como informativos radiales y televisivos y portales de internet) más honestos que otros. Una buena forma -no la única- de separar las aguas es comprobar si acepta críticas u opiniones diferentes de las sostenidas por ellos. La mayoría no lo hacen, ni por casualidad. Hay una sola visión del mundo que envían. Y a la gran mayoría de la gente, éso le alcanza y sobra.

Hace más de un año, en el blog Todo por la misma plata yo mismo escribía aquí sobre el miedo que me produce la posibilidad de que el día de mañana esa devoción casi religiosa sobre la gente que sale en televisión se transforme en un respaldo absoluto e irracional hacia el poder político. Para decirlo más claro, que un Marcelo Tinelli o un Fernando Vilar se conviertan en líderes sociales con poder ilimitado. O Laura.

"El show de Laura" es un engendro mexicano emitido por canal 4 -el peor canal televisivo uruguayo en lo ideológico, en los últimos tiempos, lo cual es mucho decir- es un buen ejemplo -o un ejemplo histérico y ridículo- de lo que puede ser la manipulación emocional de lo irracional. Entre alaridos infernales, más una comparsa preparada para aplaudir ferozmente todas las intervenciones de la conductora peruana ex sostén del dictador Fujimori, Laura Bozzo emplea el 100 % del tiempo a mostrarse como varios escalones encima del resto de los mortales, siempre con la Verdad en la mano (o en la boca) dispuesta a decirnos generosamente qué es lo que tenemos que hacer. Allí simula presentar casos de abusos familiares, malos tratos de esposos y similares, donde ELLA se encarga de poner todo en su lugar (a los gritos), pero todo es claramente ficción libretada -como ha sido acusada con pruebas abundantes en su país natal- para su lucimiento personal y no para ayudar a que haya justicia para las mujeres maltratadas.

Sin embargo, creemos ver la realidad tal cual es y nos tranquilizamos de que hay alguien que nos soluciona los males de la sociedad, cuando realmente todo está por hacer. Cuando la televisión nos da un "informe" de algo, creemos que sabemos todo lo que se pueda saber sobre el tema, cuando sólo estamos recibiendo pasivamente lo que ellos quieren que veamos. Por no hablar de que no son pocas las veces que mienten descaradamente, diciendo algo que bien saben que no es así.   

Endiosamos a quienes sólo lucran -lo cual no necesariamente es deshonesto- con nuestro entretenimiento, haciéndolos ser los profetas que no pueden ser; nos cerramos al pensamiento crítico o a cuestionar lo que recibimos y nos enfurecemos si alguien osa criticar a nuestro ídolos a los que les damos carta blanca para mentirnos. Tanto los endiosamos que nada hay más importante en la vida de muchos uruguayos que las nominaciones de Gran Hermano o del programejo de Tinelli. O de quien nos coloquen los canales en su lugar.

4 de abril de 2010

Picos Gemelos: 2ª temporada y la película

DE LAURA PALMER A WINDOM EARLE

La serie "Picos gemelos" (Twin peaks) tuvo una carrera comercial accidentada. Aparte de ser bastante asimétrica en su cantidad de episodios (8 en la primera y 22 en la segunda), mucha gente quedó desconcertada por su extrañeza, su irracionalidad y su irrealidad (dónde se vio mezclar al diablo -o lo que sea- en una policial; bueno, en la literatura negra ya se había hecho pero la gran mayoría de los televidentes no leen). Sin embargo, tuvo éxito y se exportó a muchos países -incluído Uruguay- aunque muchos no entendieron -me temo- su mezcla de esoterismo, humor, parodia y horror.

Como comenté en la anterior entrada sobre este tema, la primera temporada fue impecable y presentaba irreprochablemente a los personajes y los misterios de esa ciudad llamada Twin Peaks, donde todos parecen mentir siempre y tener una historia que ocultar. El forastero -el agente del FBI Dale Cooper- no era el cínico super héroe que se las sabe todas, sino un eficaz investigador con sus manías y sus limitaciones, que se involucra y se encariña con los habitantes de la comunidad.

En el capítulo 10 de la segunda temporada, se descubre quién fue el asesino de Laura Palmer (*) y luego de la resolución del misterio que convocaba a la serie, se introduce -lentamente- el segundo conflicto que utiliza a los mismos personajes de la misma población pero que no tiene nada que ver con lo que hemos visto hasta ahora: el ex compañero de trabajo Windom Earle, quien le enseñó la profesión a Cooper y quiere vengarse de que éste enamoró a su esposa. A quien Earle mató, por otra parte.

O sea, terminado el suspenso en el medio de la serie y no de la forma más convencional precisamente, mucha gente prefirió desentenderse del asunto. También -creo yo- ayudó el hecho de que el personaje de Laura era sumamente atractivo: una chica muy bella, ganadora y encantadora que tenía una doble vida promiscua y misteriosa. En cambio, el casi invencible Windom Earle (aunque es vencido muy rápidamente en el último capítulo), aunque tenga mucho sentido del humor -en una época en que todavía eran novedosos los malos simpáticos, cultos y entradores- es mucho menos ambiguo e interesante.

David Lynch -es sabido- también comenzó a dejar en otras manos la continuación de la serie que finalizó -como es habitual en U.S.A.- con un capítulo doble, notablemente desbalanceado, que dejó varios cabos sueltos y dedicó la mitad de su duración a un entreverado encuentro de Cooper en una especie de salón virtual encortinado en un bosque con un enano misterioso que habla como si le faltara la mitad de la lengua. Y que no explica nada.

Una narración que no siga las reglas convencionales del relato -como por ejemplo, la linealidad cronológica- tiene que ser extremadamente rigurosa. Es muy sutil la frontera entre una genialidad que va mucho más allá del producto rutinario a la arbitrariedad sin ton ni son, que aleja al espectador común y defrauda al que es capaz de hacer un esfuerzo para aceptar ese producto "difícil" que se le ofrece.

Lynch muchas veces en su carrera se ha dejado atrapar por su propia genialidad y ha introducido sus marcas de fábrica -los personajes ambiguos que no parecen pertenecer a este mundo, la crueldad, la locura- pero parece depender por completo de tener un libreto de hierro y una estructura que garantice que su locura tenga una razón de ser. Su última película "Imperio" -un tremendo fracaso de taquilla en todo el mundo- fue realizada, según confesó, sin tener una idea de qué iba a contar. Tiene algunas cosas fascinantes pero no hay ninguna historia que importe.

Quedan en el haber muchos personajes y situaciones de esas que no solían verse en televisión: la devoradora de hombres que seduce a los dos hermanos viejísimos que se odian desde hace décadas, un evento en defensa de las marmotas que termina cuando una de éstas muerde la nariz del presentador, la tuerta que después de un intento de suicidio retrocede mentalmente a su adolescencia y gana campeonatos de judo. Los -pocos- capítulos que dirigió Lynch son por lejos los más delirantes aunque con la extraña característica de que cuando introduce un chiste -por ejemplo, un mayordomo viejísimo que no entiende nada- lo hace durar diez veces más de lo que debe durar un gag para ser eficaz.

Algunos actores que serían famosos años después se vieron aquí: Heather Graham, Billy Zane, David Duchovny antes de "Los archivos X" haciendo de travesti (!) y las propias Lara Fynn Boyle y Sherilyn Fenn en papeles protagónicos.

Dos años después se presentó en Cannes la película "Twin Peaks: Fuego camina conmigo", que fue muy mal recibida -el festival se caracteriza por la arbitrariedad y el extremismo de público y jurado- lo que hizo que se le quitara más de una hora y que la pudiéramos ver -en VHS, DVD o Internet, ya que no se estrenó aquí- severamente mutilada. Lo cual se nota y muchísimo: al principio conocemos a unos investigadores, uno de los cuales desaparece pero jamás se vuelve a esta historia; algunos actores figuran en los créditos pero no se ven; David Bowie compone un extraño personaje que Cooper parece conocer pero nunca se explica cómo ni para qué estuvo ni qué hace. Al igual que el último capítulo de la serie, la mitad del metraje se dedica a mostrar los irreales encuentros del protagonista con el enano en una sala que no es de este mundo, mientras a su alrededor aparecen personajes de la serie muertos o transformados. ¿Para qué?. Nadie lo sabe.

A favor de la película, hay que decir que es muy interesante cuando muestra la noche de la muerte de Laura Palmer. En ese momento todo nos cierra y podemos disfrutar de Lynchlandia. Lástima que muchísimas cosas quedan por el camino, supuestamente porque no estamos viendo en realidad la película que su autor imaginó. Lo mismo pasó en el caso de la serie: se había diseñado una tercera temporada que nunca se produjo, dejando por ejemplo a un personaje atado a una caja llena de arañas sin que se sepa qué pasó con él.


Dos curiosidades alusivas a la serie. En este breve video, Homero Simpson disfruta -o no- de un episodio donde bailan dos apariciones: el gigante y el unicornio junto a los omnipresentes semáforos que cuelgan en las calles de Twin Peaks.



El otro es una particular adaptación con "ladrillitos" de algunos momentos y personajes recordados. Tiene su gracia.



(*) Es nada menos que su padre, poseído por el espíritu del maligno Bob, sea ésto lo que sea.

4 de diciembre de 2009

Un antes y un después

LA PRIMERA TEMPORADA DE "PICOS GEMELOS"

David Lynch es un tipo raro. Está loco, más bien. Pero de esa locura -no sé si personal pero sí artística- han salido obras muy alejadas de la mediocridad general. Y cuando hizo una película "normal" ("Una historia sencilla"), la hizo muy bien demostrando que sí sabe contar un relato desde la A a la Z, a diferencia de tantos seudo artistas que andan por ahí.

Sólo que lo suyo es experimentar. Siempre que se lo menciona a Lynch, se habla de monstruos, de visiones pesadillescas, de demonios, de lo dark y lo cult. Pocos recuerdan, en cambio, su humor muy irónico, su cinefilia, sus -a veces- brillantes narraciones. Ahí está, pronta para ser descubierta "Carretera perdida" con su relato seudo policial donde se mezcla una historia nada lineal con la ambigüedad de los datos que presenta. Últimamente se lo vio un poco desconcertado (los cortos de los conejos, "Imperio"), pero sus más de 30 años de trayectoria han demostrado que es algo más que un artista de moda.

En 1991 y 1992 creó -junto con el mucho menos conocido y más televisivo Mark Frost, posteriormente su cuñado- una serie llamada "Twin peaks" ("Picos gemelos"), aquí transmitida por canal 4. Si bien recuerdo que en su momento fue vista por mucha gente en nuestro país, que aceptó de buena manera su originalidad, no parece ser demasiado recordada en este siglo XXI. Claro, ha pasado bastante tiempo.

En un pequeño pueblo -aunque en el cartel típico de las rutas yanquis indica 52.000 y pico de habitantes, lo que fue impuesto absurdamente, dado que se muestra una localidad chica donde parecen conocerse todos- aparece asesinada una joven hermosa, hija de un poderoso empresario, llamada Laura Palmer. Allí llega un agente del FBI -Cooper- que intentará esclarecer el crimen.

Y aquí comienzan las bizarreces: Cooper no es el típico detective de cine negro. Bonachón, excéntrico, un poco místico -sueña con conocer al Tibet- se basa en sus sueños y en métodos poco científicos -tirarle pedradas a una botella mientras escucha nombres de sospechosos y creer que el culpable es el nombre que escuchó cuando le embocó al tirar- tanto como en la realidad.

Los habitantes del pueblo (o ciudad o megalópolis) también tienen lo suyo. Locos, por cierto -una mujer que repite lo que dice su tronco, y que dice Wikipedia que nació de una apuesta de que Lynch no se animaría a poner un personaje así-, un psiquiatra con los vidrios de los lentes de dos colores diferentes; amén de otros personajes insólitos: un policía con una torpeza de dibujo animado que se pone a llorar cuando hay una muerte, jóvenes motoqueros como en los 50 -la serie nunca es situada en una época determinada-, la hija del dueño del pueblo que se divierte haciéndole la vida imposible a su padre, etc. No faltan, obvio, los mutilados de Lynch: una mujer tuerta, un manco misterioso ni las presencias demoníacas. Por no hablar del enano que habla al revés.

Todo está permitido en la galaxia del director. En los 8 capítulos de la primera temporada tuvo un control casi total sobre el material. Como primera mitad de un relato policial es impecable, progresando lenta pero sostenidamente y terminando con un golpe de efecto, como corresponde al final de una temporada: Cooper es baleado y no se sabe en principio si sobrevive.

En la segunda y última temporada de 22 capítulos -que recién comencé a ver- Lynch se fue desentendiendo progresivamente de la empresa, que según los comentarios se fue alargando innecesariamente, en especial después que se confirmara la identidad del asesino en el medio del asunto. Posteriormente realizó una película de accidentada vida comercial llamada "Fuego camina conmigo" -no estrenada en Uruguay- que se centra en los hechos ocurridos antes de la serie. En una próxima entrada comentaré tanto esta segunda temporada como el film.

Suele decirse que hubo un antes y un después de esta serie. Que inspiró a otras más recordadas como "Los archivos X", "Lost", "Oz" o "Los Soprano". Por lo menos, es indudable que introdujo -creo que por primera vez en la historia- en la televisión dentro del relato de ficción, el reino de lo inesperado, de lo absurdo, de lo bizarro. Y también el misterio, la imaginación, la fantasía, la ironía. No es poco.

Te extrañamos, David.

Seguiré con esto más extensamente en un par de meses, culminando con el análisis de toda la historia de Laura Palmer. Por ahora les dejo el tema presentación de la serie, creado por el músico habitual de Lynch, Angelo Baladamenti. Escuchen y comprobarán que no es el típico motivo "enganchador" sino que tiene una melodía sutil, climática pero al mismo tiempo, creo, sugerente y misteriosa. En todo caso, buena y original música.


31 de agosto de 2009

Algo más que: “Mister Wilson”

LOST: UNA SERIE DE CULTO

UN POCO DE HISTORIA
Uno se crió viendo series –antes se llamaban seriales- en la ahora llamada TV abierta como “Kojak”, “S y H”, “Los intocables”, “Baretta”, “Columbo”, “Misión imposible”, etc. Eran esquemáticas, sus libretos parecían hechos por fotocopiadora y, en el caso de las dos últimas, tenían una estructura muy visible e inamovible. Se trataba de resolver un caso en el que hasta el más estúpido televidente ya había resuelto, de la forma en que todos sabíamos que se resolvería.
Sus episodios eran unitarios, esto quiere decir que eran totalmente independientes el uno de los otros. Lo que acontecía en un episodio no tenía ninguna relación con los siguientes. Uno se podía perder uno, dos o más y cuando volvía a ver la serial, no notaba la diferencia ni tenía ninguna dificultad para seguir la historia.
Hay unanimidad en pensar que hay un antes y un después de “Picos gemelos” (1991-92), la serie que demostró que se podía apelar al grotesco, a lo bizarro, a lo enigmático y a lo inusual y encima, tener éxito. Lamentablemente, David Lynch, su creador más conocido, se desentendió rápidamente de ella y en su segunda y última temporada “Twin peaks” se fue descascarando poco a poco.
Pero fue el germen de las modernas series, comenzando por “Los archivos X”, la siguiente obra de culto de la televisión internacional. De ahí a las contemporáneas “CSI”, “House”, “ER”, “Oz”, “24”, “Los Soprano”, “Six feet under” y demás, hay unos pocos pasos. De entre ellas, se destaca “Lost”.

EL VUELO 815 DE OCEANIC
Como ninguna otras de las mencionadas, esta serie está compuesta por una historia continua –aunque no esté contada de manera lineal- dividida en episodios. Creo que sin haberla visto desde los 2 o 3 primeros capítulos es imposible entenderla.
La historia todos la conocen: inspirados en la película “Naufrago”, aquella con Tom Hanks en la que se hacía amigo de una pelota de voleybol, los productores Adams, Lidenlof y Lieber, imaginaron lo que pasaría con los más de 40 sobrevivientes de un vuelo que se accidenta en alguna ignorada isla del Pacífico.
Por suerte, sus creadores se dieron cuenta que una historia de gente esperando que la rescaten a lo Robinson Crusoe no daba para mucho y “Lost” es bastante más que eso. Desde los primeros episodios hay hechos misteriosos –un extraño monstruo, osos polares en una isla tropical, gente que desaparece, un pasajero paralítico que puede caminar, otros habitantes- y poco a poco, la narración terminará airéandose y coqueteando con la aventura de ciencia ficción, viajes en el tiempo incluídos.
Si bien tiene una audiencia fija y fiel que garantiza su éxito económico, la serie es más bien un fenómeno de culto que de rating. Hay –habemos- muchos “lostmaníacos” que esperamos con ansiedad la llegada de la sexta y última temporada, donde se terminarán develando todos los numerosos misterios que se han ido acumulando desde 2004. Eso espero.

LO QUE SE VIO HASTA AHORA
En la primera temporada, los sobrevivientes comienzan a organizarse después del desastre. Transcurre en su totalidad al aire libre y creo que es la más floja de todas. Las peleas entre los integrantes del vuelo y los inconvenientes para sobrevivir suenan a cosa bastante vista. En todos los capítulos, ya desde el comienzo, se intercalan generosos segmentos de “flashbacks” donde se va conociendo la historia de cada personaje antes del desastre, de a uno por capítulo. La temporada termina cuando ingresan en una misteriosa escotilla encontrada por casualidad por Locke, el más místico de los sobrevivientes.
La segunda temporada cuenta lo que pasa dentro de la bien aprovisionada escotilla donde encuentran a un escocés, Desmond, que ha pasado 3 años ingresando determinados números en una antigua computadora cada 108 minutos (108 es la suma de las misteriosas cifras: 4,8,15,16,23,42) hasta que cuatro de ellos son secuestrados por los Otros, los primitivos habitantes de la isla, liderados por el enigmático Ben.
En la tercera se siguen desarrollando las historias personales y comenzamos a saber más de los moradores de la isla, mientras Jack, Kate y Sawyer luchan por escaparse y un helicóptero llega presuntamente para rescatarlos.
El complicado rescate ocupará toda la cuarta temporada. Desde los dos últimos capítulos de la anterior, se comenzará a vislumbrar lo que pasará con los seis sobrevivientes del vuelo que consigan regresar al mundo normal. Comienzan a tomar protagonismo tres personajes que parecen estar al mando de todos los acontecimientos que hemos visto hasta ahora: Charles Widmore, un millonario enemigo de Ben; Richard Alpert, que no envejece y parece saber mantenerse al margen de todo sin dejar de mandar y el misterioso e invisible Jacob, el verdadero líder de la isla.
En la quinta y última temporada, que se está repitiendo actualmente, quienes partieron de la isla vuelven –incluso después de muerto en un caso- a rescatar a los demás y ajustar sus respectivas vidas pero… 27 años antes del accidente. El final del último capítulo es impactante y se abre a la incertidumbre como ningun otro.

LA NARRACIÓN NO LINEAL
Como dije, la historia es continua –no hay enigmas unitarios que resolver capítulo a capítulo- pero eso no quiere decir, ni mucho menos, que esté contada en forma cronológica. No sólo los insertos de acontecimientos pasados de los personajes principales nos ayudan a redondear la narración, sino que también muchas elipsis son completadas varios capítulos –e incluso, temporadas- después. (Por poner un ejemplo, el rapto de la hija de la francesa Danielle se comenta desde la primera temporada pero se ve en la quinta, aunque todos ya sabíamos que lo hizo Ben).
Al comenzar los saltos en el tiempo (cuando Ben Linus mueve la isla –o lo que sea-) y aceptar nosotros los espectadores las premisas que esto lleva, comenzaron a explicarse algunas interrogantes con escenas en la isla de años anteriores al accidente, que ayudaron a redondear la trama. Así Locke pudo interactuar 53 años antes con Widmore y Richard Alpert sin importar que en realidad él todavía no había nacido y, además, verse a sí mismo al viajar al futuro.
Si bien algunas acciones parecen efectistas e innecesarias, “Lost” parece una larga película (más de 84 horas) planeada minuciosamente desde el comienzo y no una serie alargada donde se van agregando tramas y subtramas, muchas veces inventando familiares o repitiendo esquemas. Lentamente, se va aclarando la historia aunque aún quedan muchas lagunas que la última temporada tendrá que despejar.

LOS ENIGMAS
¿Qué caracho es el monstruo de humo?; ¿Cómo volvió Locke de la muerte?; ¿De dónde salió Alpert?; ¿Cómo comenzó la rivalidad entre Widmore y Ben?; ¿Por qué la isla hace curaciones milagrosas –Rose, otra vez Locke- y las embarazadas se mueren?; ¿Cómo consiguió Ben el liderazgo de los “Hostiles”; ¿Qué cuernos pasó con Claire y por qué el padre de Jack aparece desde la muerte?. ¿Qué onda con los números malditos?.
¿Quién es –o era- Jacob?. ¿Qué es la isla, en realidad?.
¿Qué pasará en la sexta temporada, después de la explosión de la bomba de hidrógeno, que tendría que eliminar el accidente del vuelo 815?.
Muchas interrogantes. Seguramente me he olvidado varias. En Wikipedia informan que los productores aseguran que las van a responder y que van a ser relativamente realistas. Que nada de: “todo fue un sueño”, “están todos muertos y se imaginan eso”.
Veremos…

P.D.: Como en el fútbol, si hay que mencionar a los destacados de cada etapa, me quedo con los sarcasmos y los apodos de Sawyer, las peleas entre Miles y el gordo Hurley y, por cierto, todo el personaje de Ben, el más memorable malvado de la historia de la televisión mundial.