DE LAURA PALMER A WINDOM EARLE
La serie "Picos gemelos" (Twin peaks) tuvo una carrera comercial accidentada. Aparte de ser bastante asimétrica en su cantidad de episodios (8 en la primera y 22 en la segunda), mucha gente quedó desconcertada por su extrañeza, su irracionalidad y su irrealidad (dónde se vio mezclar al diablo -o lo que sea- en una policial; bueno, en la literatura negra ya se había hecho pero la gran mayoría de los televidentes no leen). Sin embargo, tuvo éxito y se exportó a muchos países -incluído Uruguay- aunque muchos no entendieron -me temo- su mezcla de esoterismo, humor, parodia y horror.
Como comenté en la anterior entrada sobre este tema, la primera temporada fue impecable y presentaba irreprochablemente a los personajes y los misterios de esa ciudad llamada Twin Peaks, donde todos parecen mentir siempre y tener una historia que ocultar. El forastero -el agente del FBI Dale Cooper- no era el cínico super héroe que se las sabe todas, sino un eficaz investigador con sus manías y sus limitaciones, que se involucra y se encariña con los habitantes de la comunidad.
En el capítulo 10 de la segunda temporada, se descubre quién fue el asesino de Laura Palmer (*) y luego de la resolución del misterio que convocaba a la serie, se introduce -lentamente- el segundo conflicto que utiliza a los mismos personajes de la misma población pero que no tiene nada que ver con lo que hemos visto hasta ahora: el ex compañero de trabajo Windom Earle, quien le enseñó la profesión a Cooper y quiere vengarse de que éste enamoró a su esposa. A quien Earle mató, por otra parte.
O sea, terminado el suspenso en el medio de la serie y no de la forma más convencional precisamente, mucha gente prefirió desentenderse del asunto. También -creo yo- ayudó el hecho de que el personaje de Laura era sumamente atractivo: una chica muy bella, ganadora y encantadora que tenía una doble vida promiscua y misteriosa. En cambio, el casi invencible Windom Earle (aunque es vencido muy rápidamente en el último capítulo), aunque tenga mucho sentido del humor -en una época en que todavía eran novedosos los malos simpáticos, cultos y entradores- es mucho menos ambiguo e interesante.
David Lynch -es sabido- también comenzó a dejar en otras manos la continuación de la serie que finalizó -como es habitual en U.S.A.- con un capítulo doble, notablemente desbalanceado, que dejó varios cabos sueltos y dedicó la mitad de su duración a un entreverado encuentro de Cooper en una especie de salón virtual encortinado en un bosque con un enano misterioso que habla como si le faltara la mitad de la lengua. Y que no explica nada.
Una narración que no siga las reglas convencionales del relato -como por ejemplo, la linealidad cronológica- tiene que ser extremadamente rigurosa. Es muy sutil la frontera entre una genialidad que va mucho más allá del producto rutinario a la arbitrariedad sin ton ni son, que aleja al espectador común y defrauda al que es capaz de hacer un esfuerzo para aceptar ese producto "difícil" que se le ofrece.
Lynch muchas veces en su carrera se ha dejado atrapar por su propia genialidad y ha introducido sus marcas de fábrica -los personajes ambiguos que no parecen pertenecer a este mundo, la crueldad, la locura- pero parece depender por completo de tener un libreto de hierro y una estructura que garantice que su locura tenga una razón de ser. Su última película "Imperio" -un tremendo fracaso de taquilla en todo el mundo- fue realizada, según confesó, sin tener una idea de qué iba a contar. Tiene algunas cosas fascinantes pero no hay ninguna historia que importe.
Quedan en el haber muchos personajes y situaciones de esas que no solían verse en televisión: la devoradora de hombres que seduce a los dos hermanos viejísimos que se odian desde hace décadas, un evento en defensa de las marmotas que termina cuando una de éstas muerde la nariz del presentador, la tuerta que después de un intento de suicidio retrocede mentalmente a su adolescencia y gana campeonatos de judo. Los -pocos- capítulos que dirigió Lynch son por lejos los más delirantes aunque con la extraña característica de que cuando introduce un chiste -por ejemplo, un mayordomo viejísimo que no entiende nada- lo hace durar diez veces más de lo que debe durar un gag para ser eficaz.
Algunos actores que serían famosos años después se vieron aquí: Heather Graham, Billy Zane, David Duchovny antes de "Los archivos X" haciendo de travesti (!) y las propias Lara Fynn Boyle y Sherilyn Fenn en papeles protagónicos.
Dos años después se presentó en Cannes la película "Twin Peaks: Fuego camina conmigo", que fue muy mal recibida -el festival se caracteriza por la arbitrariedad y el extremismo de público y jurado- lo que hizo que se le quitara más de una hora y que la pudiéramos ver -en VHS, DVD o Internet, ya que no se estrenó aquí- severamente mutilada. Lo cual se nota y muchísimo: al principio conocemos a unos investigadores, uno de los cuales desaparece pero jamás se vuelve a esta historia; algunos actores figuran en los créditos pero no se ven; David Bowie compone un extraño personaje que Cooper parece conocer pero nunca se explica cómo ni para qué estuvo ni qué hace. Al igual que el último capítulo de la serie, la mitad del metraje se dedica a mostrar los irreales encuentros del protagonista con el enano en una sala que no es de este mundo, mientras a su alrededor aparecen personajes de la serie muertos o transformados. ¿Para qué?. Nadie lo sabe.
A favor de la película, hay que decir que es muy interesante cuando muestra la noche de la muerte de Laura Palmer. En ese momento todo nos cierra y podemos disfrutar de Lynchlandia. Lástima que muchísimas cosas quedan por el camino, supuestamente porque no estamos viendo en realidad la película que su autor imaginó. Lo mismo pasó en el caso de la serie: se había diseñado una tercera temporada que nunca se produjo, dejando por ejemplo a un personaje atado a una caja llena de arañas sin que se sepa qué pasó con él.
Dos curiosidades alusivas a la serie. En este breve video, Homero Simpson disfruta -o no- de un episodio donde bailan dos apariciones: el gigante y el unicornio junto a los omnipresentes semáforos que cuelgan en las calles de Twin Peaks.
El otro es una particular adaptación con "ladrillitos" de algunos momentos y personajes recordados. Tiene su gracia.
(*) Es nada menos que su padre, poseído por el espíritu del maligno Bob, sea ésto lo que sea.
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