27 de diciembre de 2014

This is Spartaaaa...!

Cuando yo era chico Maracaná, el triunfo más conmemorado del fútbol uruguayo, era aún relativamente reciente. Todavía la inmensa mayoría de periodistas y aficionados se regodeaban en nostalgiar un pasado reciente donde la celeste era LA SELECCIÓN CONSAGRADA en el mundo y otros mundos por descubrir. Veníamos, sin embargo, deun desastre en el Mundial de 1974 y las soluciones aportadas entonces sonarán como familiares a lectores más jóvenes: dejar de lado a los “repatriados”-futbolistas que no jugaban en nuestro país, que hace cuarenta años eran una pequeña minoría- porque al ganar fortunas en el exterior no se esforzaban por defendernos y, ya que estamos, futbolistas que jueguen en cualquier lado pero que METAN. Que no hagan otra cosa que meter.

En el caso concreto de aquel Mundial de Alemania en épocas de dictadura, la prensa de la época antes de ese desastre era unánime en opinar que nosotros nunca podíamos perder ese título. El argumento principal era que veníamos de salir cuartos en el Mundial anterior (más bien a los tumbos, la verdad sea dicha) y con el refuerzo de la joven estrella Fernando Morena nada ni nadie nos podían impedir volver a la gloria.

Aún recuerdo a un veterano promotor de domas y tablados devenido en comentarista tenerle lástima a nuestro primer rival, un país sin historia ni glorias como nosotros. Que,lamentablemente para nuestros intereses era la Holanda de la “Naranja mecánica” de Cruyff, Neskeens y compañía. Claro, como no se había inventado aún “Rojadirecta”, nuestros especialistas en el balompié ignoraban que la selección de los  Países Bajos tenía la base del Ajak tricampeón de Europa, en aquella época en que los campeones de lo que ahora se llama Champions League tenían planteles con muy pocos extranjeros o ninguno. El resultado lógico de enfrentar a una selección como la nuestra (improvisada, poco trabajada, con jugadores veteranos que se reunieron unos pocos días antes del campeonato) contra un equipo joven, afiatado y al que no le importó que no tenía antecedentes en su historia ni glorias que homenajear, es recordado y es demoledor. Debió haber sido una goleada record.

Hoy, sin ir más lejos, cuando un club –o la propia celeste- anda mal, los hinchas no suelen reclamar por un mejor juego o por futbolistas más habilidosos. Toodo se limita a exigir “hambre”, “actitud” o “poner lo que hay poner”. Tener huevos  parece ser la solución mágica a ese mediocampo que no sabe hacer tres pases seguidos. Todo parece ser muy obvio para gente que es filmada para la previa de “Pasión” o que comenta en redes sociales y, lo que es peor, también para periodistas profesionales con causal jubilatoria que siguen influyendo en los anteriormente mencionados: alcanza y sobra con “meter”, entendido esto como prepotear a rivales y árbitros,  pegar patadas abiertamente, y si esto no alcanzara, tirarle desde la tribuna alguna baldosa apuntándole a algún nervio craneal significativo. 

Sin embargo, la cosa nunca pasa por ahí. Si organizáramos un amistoso entre el Real Madrid con todas sus figuras y el Salus de Nuevo Paris, el resultado es fácil de adivinar hasta para el “Sordo” González: goleada obvia de los galácticos españoles. ¿Aman más a su camiseta, tienen más virilidad o más valentía?. No, nada me asegura que si se armara una gresca generalizada, los madrileños le darían una paliza a los nuestros y no al revés. Simplemente juegan mejor y están entrenados superiormente. Por eso ganan títulos más frecuentemente que otros equipos más metedores.

( NOTA REDACTADA PARA "BRECHA", QUE DESISTIÓ DE PUBLICARLA)


3 de noviembre de 2014

Estulticia y botas

+ Una militante de una lista herrerista en Lavalleja pidió el "regreso de las botas". ¿Debido a qué? -se preguntará usted. Debido simplemente a que volvió a ganar las elecciones el Frente Amplio. O sea, clamó por un golpe militar porque el gobierno no le gusta. Después pidió disculpas. Muy bien, podríamos pensar, es honesto y valiente reconocer una equivocación. El problema es que un enorme porcentaje de sus "disculpas" fueron críticas al FA del orden de "no democráticos" para abajo y dice que no llamó a la dictadura. Sólo pidió un golpe porque con los milicos vivía bien, pensamos nosotros que no somos demócratas como ella.

+ Uno de los principales asesores de Lacalle Pou, Pablo Da Silveira, cayó como un caballo cuando vio una broma en el blog  TODOPORLAMISMAPLATA , que simulaba una propaganda electoral frenteamplista, con argumentos tan absurdos como que los izquierdistas compramos una Salus y convidamos cuando vamos a jugar al futbol 5, mientras que los votantes de la oposición se mandan un Gatorade de callado. Da Silveira, echando espuma por la boca, largó unos sobre otros, una multitud de epítetos sobre sus enemigos tan odiados, calificando al aviso como la mayor muestra de "soberbia y estulticia" de la historia (*). 

Cuando lo avivaron que había salido a boquillar por algo que no era oficial del FA, saltó contra el director del blog (donde participo desde hace años con comentarios y columnas permanentes) por ser funcionario público de este gobierno. Tras otra sesión de avivamiento de que era un chiste y no propaganda pro izquierda, salió a pedir disculpas. En realidad no las pidió, nunca admitió que había hablado de más y sin pensar, acusó a los demás de darle demasiada trascendencia a su equivocación (a partir de que al fin se avivó y dejó de vomitar gansadas, el hecho dejó de ser importante) y siguió criticando a sus enemigos creyendo que así disimulaba su propia estupidez.

Es una forma muy curiosa de pedir disculpas el no admitir que uno se ha equivocado y dedicarse más bien a insultar a quienes se ha ofendido torpemente. Para mí que no vale si después dicen que "pidieron disculpas".

Jamás caería en lo que critiqué en otra entrada reciente, calificando a TODOS los blancos de intolerantes, maniqueos, fanáticos, irracionales, soberbios o estulticios. Tampoco en fantasear que todos los que tienen mi camiseta son racionales, tolerantes, ingeniosos, humildes y antiestulticios. Me parece muy poco adulto generalizar de esta manera tan burda.

Pero también hay que decirlo: muchísimos blancos han demostrado ser malos perdedores. Las redes sociales se han visto inundadas de insultos de todo calibre, invocaciones a golpes y similares (como el referido arriba), excusas estúpidas -incluyendo acusaciones de fraude en una elección con una diferencia de más de 400.000 votos- y manifestaciones de odio de todos los tamaños y medidas.

Muchachos: perdieron. Reconozcanlo. Hagan autocrítica. Vean sus errores e intenten corregirlo con una propuesta mejor para el 2019. Acepten que se la creyeron, vaya uno a saber por qué. Dense cuenta que algo han hecho mal para que sigan sin convencer a la gente y dejen de imaginarse superiores a los demás.

Y, para empezar, no sería menor el que saquen el ya muerto argumento que usan desde 1971 de que ustedes (blancos y colorados) son los únicos partidos demócratas y nosotros no, porque ya no se los cree ni el más rústico de los gauchos. Mas, si tanto les gustó la dictadura. 

(*) La palabra "estulticia" existe realmente, pero sólo un gil la usa.    

16 de octubre de 2014

Algo más que un slogan hueco...

Cada vez más -y esto no es por cierto una novedad uruguaya- las campañas electorales se centran casi exclusivamente en los candidatos y no en los partidos ni las propuestas. En los nombres y no en las ideas. Cada elección que pasa, parece natural que todos los partidos políticos utilicen sloganes, spots y cartelería son diseñada por profesionales publicitarios que nada tienen que ver con la propia colectividad y sus propuestas apenas no son intercambiables.

El párrafo anterior no fue nada original, lo reconozco. Muchísima gente se ha dado cuenta de eso que escribí. Pero estamos en estos momentos en la campaña electoral más desabrida en 50 años y, sin embargo, no llega a haber la enorme indiferencia que vi, estando de viaje en otros países -Estados Unidos a la cabeza- que estaban en la misma. Y no es así, porque los uruguayos -sacando, supongo yo, ese 9 % de indecisos que nos indican las encuestas- nos dedicamos al divertidísimo deporte de insultar al adversario.

No abrí esta entrada para criticar las posturas de Lacalle Pou. Todo el mundo sabe que soy frenteamplista: aunque no me conozca, basta mirar la descripción de mi perfil allá abajo. Pero solamente quiero utilizar como excusa para razonar acerca de las actitudes mentales que estamos teniendo en cuestiones políticas y sociales y que creo que no nos ayudan en nada.

El 1º de Marzo de 2005 hubo un cambio cualitativo importante en nuestro país a nivel político: la fuerza que siempre había sido oposición a nivel nacional pasaba a ser gobierno y, simultáneamente, las dos colectividades que siempre (más allá de acuerdos, coaliciones o coparticipaciones ministeriales) siempre habían sido oficialistas pasaban al llano. Fue divertido, por qué no, ver tanta gente -dirigentes, sí, pero también ciudadanos de a pie, sin cargos políticos- defender lo que antes tanto se criticaba si eran frenteamplistas o, atacar lo que antes tanto se justificaba, si eran blancos o colorados.

Como yo quiero creer que tengo una cabeza que piensa por sí mismo y -se compartan o no mis opiniones- voy más allá de un mundo maniqueo, donde yo tuviera el monopolio de la verdad, cuando asumió el partido que yo voté jamás me imaginé que éste sería la perfección misma. Tenía claro que no ibamos a desembocar en el más fantástico paraíso terrenal de la noche a la mañana y no dudaba yo que en ese gobierno respaldado por mí habría lugar para mediocres, ineptos y, claro, también corruptos. Que mi partido es imperfecto como todas las obras realizadas por hombres. 

El tema es que muchísima gente (blanca, colorada y, por cierto, frenteamplista también) no piensa con cabeza propia. Una cosa es que no te guste este gobierno y que quieras que la próxima vez sea derrotado en las urnas por otro que te parezca mejor y que tenga propuestas que te parezcan superiores. Me parece un pensamiento absolutamente válido, inobjetable. 

Lo que veo es que esa gente que no ve más que una bandera política insiste en creer que los de su partido son perfectos, son los únicos que tienen propuestas, son los únicos que piensan, son los únicos que son demócratas. Que el otro no sirve para nada, que es totalitario, que todo lo que hace (o dice) está mal, que hay que oponerse a cualquier cosa que salga de ellos. Sé que no es nada nuevo y que blancos y colorados se odiaban y se agredían entre sí abundantemente antes de 1971.

Podrá parecer muy lírico lo que estoy escribiendo. Yo tengo -insisto- una camiseta puesta y no me gustaría nada que ganaran los blancos (uno se imagina que los colorados no tienen chance) por razones que no entran aquí, pero no creo que los frenteamplistas seamos los únicos que tenemos ideas, que queramos lo mejor para el país y todo eso.

Podríamos tener una actitud positiva en esta democracia que tanto costó recuperar. Nos iría bastante mejor a todos como país.
   

25 de septiembre de 2014

Por la indiferente

El mes que viene hay elecciones nacionales y la gente lo único que opina es que ya está aburrida de la publicidad electoral a escasos momentos de que se levante la veda. A diferencia de sufragios en tiempos menos electrónicos, uno puede refugiarse en sus momentos de ocio en el ordenador o ver canales extranjeros de cable (aunque en ESPN aparezca un aviso de Pedro omitiendo escrupulosamente su apellido). Las campañas modernas han venido para quedarse y hoy si a alguien le interesa saber algo de los nombres a elegir, tendrá que ver en la televisión los distintos sloganes, los diversos spots o tratar de canturrear algún jingle, tan parecidos unos a los otros. Los actos callejeros y las asambleas informativas están en extinción.

Peor que eso, todos parecen asumir que una elección es entre personas y no -válgame Dios- entre partidos políticos, lo que debería querer decir entre propuestas, ideologías, ideas, soluciones. En una dinámica nueva, apenas inaugurada por Tabaré Vazquez en 2004 cuando ganó la izquierda por primera vez y confirmó a Astori como su jefe económico en el gabinete, ahora se anuncian futuros ministros antes que futuras políticas. Nuevamente nombres antes que propuestas.

A diferencia de otros países de nuestro continente, la cosa viene chauchona y nadie se la juega. Nadie parece enojarse por un partido u otro. Priman por encima de los contenidos las frases hechas, las imágenes de candidatos posando retocadas con Fotoshop y las ideas publicitarias con gancho o no. Algunos sloganes parecen exitosos ("Por la positiva"), otros no tanto ("Vamos bien") pero en todo caso, las campañas publicitarias lucen bastante intercambiables.

La izquierda recién ahora -y supongo que por intermedio de Tabaré- se ha dado cuenta que es el oficialismo y ha salido a defender su gestión, limando asperezas internas y luchas por los puestitos. Nadie parece haberse dado cuenta pero el Frente Amplio parece más unido que nunca, teniendo en cuenta su historia tan particular en ese aspecto. En cambio, el Partido Colorado padece una lucha sorda, apenas entibiada por el abrumador dominio que mantiene electoralemente Bordaberry sobre el ala más tradicional (y batllista); mientras que por el lado de los blancos un Larrañaga que volvió a sufrir otra derrota en las internas pero mucho peor que la anterior parece limitarse a prestar su nombre sin participar mucho, dejándole el liderazgo a quien lo arrasó en Junio y con quien no tiene demasiados puntos en común.

La situación económica es uno de los mayores -sino el mayor- éxitos del gobierno izquierdista y la derecha se centra en el caballito de batalla de la inseguridad, pretendiendo instalar sin ningún pudor la falacia de que el problema de la delincuencia comenzó el 1 de Marzo de 2004. Lacalle Pou y Bordaberry se presentan como renovadores, aun cuando no sólo son hijos de ex presidentes (malo en el poder, pésimo como candidato reciente en el caso del blanco; demencialmente medieval, mediocre y dictatorial el colorado) que llevaron a cabo políticas que el Frente ha dejado atrás bastante exitosamente, sino que -mucho más decisivo- forman parte de las mismas colectividades políticas y están rodeados de muchísimos dirigentes de la vieja escuela. Así que de renovación, nada.
 
Tabaré Vazquez volvió al ruedo como indiscutido líder sin fisuras de la izquierda uruguaya, con todas las riendas en la mano de la campaña, sin dejar demasiado espacio para disidencias aunque el resultado no sea tan exitoso como seguramente descontaba. Si los diez años de gobierno frenteamplista han sido buenos, ¿por qué le cuesta tanto ganar esta vez?. Esta vez el ex presidente representa -y lo hace con entusiasmo- la experiencia en gobernar, la seguridad de que se van a mantener los caminos ya escogidos, las certezas y las continuidades. Exactamente lo contrario de lo que fue su prédica cuando fue el primer Intendente electo por la izquierda y también, su primer Presidente.

Entre partidos tradicionales que se conforman con hacer matemáticas para ver si les da sumados para empatarle al FA y éste que pretende seguir siendo más de lo mismo; entre sectores que luchan sordamente por un escaño y ausencia de propuestas, se acerca una nueva elección, donde la gran mayoría está convencida que el resultado ya está cantado.

28 de agosto de 2014

En busca del tiempo perdido 4

El primer volumen de "En busca del tiempo perdido" narraba la infancia del protagonista (con el famoso recuerdo de la magdalena en el café); el segundo sobre su adolescencia y el tercero sobre su temprana juventud, su primera amistad varonil y sus primeros intereses por las chicas. He decidido ir conociendo esta maravilla lentamente, tomándome un tiempo entre volumen y volumen. Lo único que me molesta es que cuando termine éste, sólo me van a quedar tres libros más.

Se sabe que mucho antes de ir aquel día (el día en que se celebraba la recepción de la princesa de Guermantes) a hacer al duque y a la duquesa la visita que acabo de referir, había vigilado yo su vuelta y llevado a cabo, durante mi acecho, un descubrimiento, que concernía particularmente al señor de Charlus, pero tan importante en si mismo que hasta aquí, hasta el momento de poder darle el lugar y la extensión deseados, he diferido su relato. Como ya he dicho, había abandonado el maravilloso punto de vista, tan cómodamente dispuesto en los altos de la casa, desde donde se abarcan las cuestas accidentadas por donde se sube hasta el palacio de Bréquigny y que están alegremente decoradas a la italiana por el campanil rosa de la cochera perteneciente al marqués de Frécourt. Me había parecido más práctico, al pensar en que el duque y la duquesa estaban a punto de volver, apostarme en la escalera. Echaba un tanto de menos mi retiro de altura, Pero a aquella hora, que era la que sigue al almuerzo, no era tanto lo que tenía que echar de menos, ya que no hubiera visto como por la mañana a los minúsculos personajes de cuadro, en que se convertían a distancia los lacayos del palacio de Bréquigny y de Tresmes, emprender la lenta ascensión de la abrupta pendiente, con un plumero en la mano, entre las anchas hojas de mica transparente que tan curiosamente se destacaban sobre los contrafuertes rojos. A falta de la contemplación del geólogo, tenía por lo menos la del botánico, y miraba por las ventanas de la escalera el arbustillo de la duquesa y la planta preciosa expuestos en el patio con esa insistencia con que se hace salir a la gente casadera, y me preguntaba s. el improbable insecto iría, por una casualidad providencial, a visitar el pistilo ofrecido y abandonado. Como la curiosidad me envalentonase poco a poco, descendí hasta la ventana del piso bajo, también abierta, y cuyos postigos estaban cerrados a medias. Oía claramente a Jupien, que se disponía a salir y que no podía descubrirme detrás de mi cortinilla, tras la cual permanecí inmóvil hasta el momento en que me hice bruscamente atrás, ladeándome por temor a ser visto por el señor de Charlus, que, yendo a casa de la señora de Villeparisis, cruzaba lentamente el patio, embarnecido, avejentado por la cruda luz del día, y canoso. Se había necesitado una indisposición de la señora de Villeparisis (consecuencia de la enfermedad del marqués de Fierbois, con quien estaba el barón personalmente reñido a muerte) para que el señor de Charlus hiciese una visita, acaso por primera vez en su existencia, a aquella hora. Porque con esa singularidad de los Guermantes, que, en lugar de adaptarse a la vida mundana, la modificaban de acuerdo a sus costumbres personales (no mundanas, creían, y dignas, por consiguiente, de que se humillase ante ellas esa cosa sin valor que es la mundanidad -así, es como la señora de Villeparisis no tenía señalado día de recibo, pero recibía todas las mañanas a sus amigas, desde las diez hasta mediodía), el barón, que reservaba esetiempo a la lectura, a la busca de chucherías antiguas, etc., sólo hacía visitas entre cuatro y seis de la tarde. A las seis iba al Jockey o a pasearse por el Bosque. Al cabo de un instante hice un nuevo movimiento de retroceso para que no me viera Jupien; pronto sería su hora de salir para la oficina, de donde no volvía sino para cenar, y aun eso no siempre desde que, hacía una semana, su sobrina había ido al campo con sus aprendizas a casa de una cliente, para terminar un vestido. Después, dándome cuenta que nadie podía verme, resolví no volver a moverme por miedo de perder, si debía producirse el milagro, la llegada, casi imposible de esperar (a través de tantos obstáculos de distancia, de riesgos opuestos, de peligros), del insecto enviado desde tan lejos como embajador a la virgen que desde hacía tanto tiempo prolongaba su espera. Sabía yo que esta espera no era más pasiva que en la flor macho, cuyos estambres se habían vuelto espontáneamente para que el insecto pudiera recibirla más fácilmente; ni más ni menos que la flor hembra que estaba aquí, si el insecto venía, arquear ía coquetamente sus “estilos”, y para ser mejor penetrada por él andaría imperceptiblemente, como una jovencita hipócrita pero ardiente, la mitad del camino. Las leyes del mundo vegetal regidas están a su vez por leyes cada vez más altas. Si la visita de un insecto, es decir, el aporte de la semilla de otra flor, es habitualmente necesaria para fecundar una flor, es porque la autofecundación, la fecundación de la flor por sí misma, como los matrimonios repetidos en una misma familia, traería la degeneración y la esterilidad, mientras que la cruza operada por los insectos da a las generaciones sucesivas de la misma especie un vigor desconocido de sus mayores. Sin embargo, este impulso puede ser excesivo y desarrollarse la especie desmesuradamente; entonces, así como una antitoxina defiende contra una enfermedad, así como la tiroides regula nuestra gordura como la derrota viene a castigar el orgullo, el cansancio al placer y como el sueño descansa, a su vez, de la fatiga, así un acto excepcional de autofecundación acude en el momento indicado a dar su vuelta de rosca, su frenazo, vuelve a la norma a la flor que se había salido exageradamente de ella. Mis reflexiones habían seguido una pendiente que describiré más tarde, y ya había sacado yo de la aparente astucia de las flores una consecuencia sobre toda una parte inconsciente de la obra literaria, cuando vi al señor de Charlus que volvía a salir de casa de la marquesa. No habían pasado más que unos minutos desde su entrada. Quizás hubiera sabido por su anciana parienta en persona, o solamente por algún criado, la gran mejoría o más bien la curación completa de lo que no había sido en la señora de Villeparisis más que un malestar. En ese momento, en que no creía ser contemplado por nadie, con los párpados entornados contra el sol, el señor de Charlus había aflojado en su rostro aquella tensión, había amortiguado aquella vitalidad ficticia que mantenían en él la animación de la charla y la fuerza de voluntad. Pálido como un mármol, tenía una nariz vigorosa, sus finos rasgos ya no recibían de una mirada voluntariosa una significación diferente que alterase la belleza de su modelado; nada más que un Guermantes, parecía esculpido ya, él, Palamedes XV, en la capilla de Combray. Pero estos rasgos generales de toda una familia cobraban, sin embargo, en el rostro del señor de Charlus, una finura más espiritualizada, más dulce, sobre todo. Lamentaba yo por él que adulterase habitualmente con tantas violencias, rarezas desagradables, comadrerías, dureza, susceptibilidad y arrogancia; que ocultase bajo una brutalidad postiza la amabilidad, la bondad que en el momento en que salía de casa de la señora de Villeparisis veía yo derramarse tan cándidamente por su semblante. Guiñando los ojos contra el sol, casi parecía sonreír; vista así su cara en reposo y como al natural, le encontré un no sé qué tan afectuoso, tan desarmado, que no pude menos de pensar cuánto se hubiera irritado el señor de Charlus de haber podido saber que alguien le estaba mirando; porque en lo que me hacía pensar este hombre que estaba tan prendado, que tanto alardeaba de virilidad, a quien todo el mundo le parecía odiosamente afeminado, en lo que me hacía pensar de pronto, a tal punto tenía pasajeramente los rasgos, la expresión y la sonrisa, era en una mujer.

5 de agosto de 2014

La primera víctima de una guerra: la verdad

El asunto es conocido, aunque muchos hayan olvidado el origen. Tres muchachos israelíes aparecieron asesinados -todavía, que yo sepa, no se ha aclarado el crimen y parece que a nadie le importa hacerlo- y en represalia, el ejército de ese país está bombardeando día y noche la zona palestina de Gaza, ocupada desde hace décadas en un singular proceso paulatino de la razón de la fuerza y de los hechos consumados. El conflicto israelí-palestino es viejo y ya fue analizado en este blog:

EL CONFLICTO EN SÍ

El tema de hoy no es la guerra -o como se llame la situación cíclica y violenta que se vive en la zona, sino cómo la vemos acá, tan lejos.

Ya lo vimos cuando hubo enfrentamientos callejeros en Venezuela no hace mucho (¿quién se acuerda de ellos hoy?): en Facebook y similares, llovían "pruebas" de que un bando -y sólo un bando- era violento y el otro, apenas una víctima inocente. La agresividad, la virulencia y la sinrazón llegaron a niveles apocalípticos, seguramente porque nadie le rendía cuentas a nadie de lo que decía.

Muchas veces en la historia de la humanidad la indiferencia -y una supuesta "objetividad"- puede ser el más cobarde de los crímenes y una indigna complicidad con los prepotentes. Pero parece que, invento de las redes sociales mediante, tendremos que resignarnos a ver fanatismos de uno y otro lado, blanco y negro sin ningún matiz de honestidad o duda. ¿Tendremos que limitarnos a preferir entre un bando bueno a más no poder y otro bando villano por puro vicio ante cualquier conflicto cercano o lejano o deberemos intentar escondernos, pretendiendo que ninguna de esas complicaciones llegue nunca a golpear a nuestra puerta?.

Lo que opino específicamente de esta ya larga lucha entre judíos y árabes en Palestina ya lo dije en la columna citada más arriba. El episodio actual es uno de los más violentos y arbitarios: el ejército israelí -que desde siempre ocupa vastas zonas palestinas destruyendo casas, encarcelando y asesinando a sus habitantes- se ha ensañado en una operación de venganza por esos tres jóvenes compatriotas tristemente muertos. Que parece ser la chispa que varios estaban buscando para hacer explotar a la región.    

Estas polémicas me suelen hacen acordar a cuando se juntan a discutir sobre Peñarol y Nacional algunos periodistas partidarios -o dirigentes- acerca de cuál equipo es más grande. Uno dice -por ejemplo- que su cuadro ganó el primer clásico y el otro se hace el gil con el argumento y responde otra cosa, por ejemplo, que tienen el clásico con más diferencia de goles,  razón que también ignorará su adversario. Ambos pretenderán que su club es el único grande, que el otro no existe, buscarán cuanto mérito puedan encontrar de ellos mismos y se callarán con los méritos ajenos.
 

Varios uruguayos han publicado -o compartido- día tras día en Internet supuestas pruebas de que Hamas, el gobierno palestino o quien sea utiliza hospitales y escuelas con escudos humanos para generar víctimas cuando las Fuerzas Armadas israelíes se ven "obligadas" a bombardearlas. Ergo, los responsables son los mismos bombardeados y no el ejército cruel. Lástima que las fuentes sean de las mismas F.F.A.A. judías. 

Nadie en su sano juicio se va a poner a defender a quienes lanzan misiles contra la población civil israelí ni a sus líderes. Tampoco es honesto hacerse el desentendido contra la existencia de un gobierno palestino corrupto como pocos. 

Pero eso no legitima a un ejército que se dedica a exterminar a un país extranjero, ocupado por la fuerza y condenado a la inviabilidad por el saqueo permanente de su territorio y su agua. El odio está instalado fuertemente y en ambos bandos. Los judíos también odian irracionalmente al otro e, incluso, así lo enseñan en sus colegios en un lugar tan lejano como Uruguay.

Muchos compatriotas -algunos que conozco y considero inteligentes- se están ensuciando de sangre diariamente sus manos defendiendo con argumentos penosos los bombardeos salvajes israelíes -por ejemplo, la situación en Siria o en Egipto- y la palabra "antijudío" está a la orden del día como si la política de un gobierno fuera lo mismo que un pueblo. Defienden, incluso si ello importara, a un país que en realidad no es el de ellos. Es como si mañana el ejército español invade un país del norte de Africa y yo pretendiera que la culpa no es de quienes bombardean poblaciones civiles indefensas sino de esos mismos negros que pretenden emigrar a mi madre patria.        

Algún día se arrepentirán cuando comprendan lo que verdaderamente es un hospital bombardeado. Que nadie se insensibilice y olvide a lo que nos puede llevar un nacionalismo fanático y mal entendido.       

20 de abril de 2014

El 1 de Junio: Constanza

Muchas veces, las dirigencias cupulares partidarias y la gente común van por caminos muy diferentes. La larguísima campaña electoral uruguaya -que formalmente comienza en estos días y termina dentro de un año- tiene entusiasmadísimos a las militancias y a los empleados rentados pero particularmente indiferentes a los ciudadanos de a pie, que no se juegan cargos. Las listas se multiplican en enorme cantidad, yo me imagino que haciendo que los dirigentes se pasen pidiendo a amigos y parientes para que consigan quien acepten integrarlas, más por compromiso que por convicción.

No es tanto descreimiento en la democracia o en sus instituciones, en tiempos en que prácticamente ya no queda nadie que tenga como estrategia política a corto o mediano plazo el exterminar a quienes no comulguen mucho con sus ideas. Por suerte. Más bien es como que suenan prehistóricas las épocas en que la gente se entusiasmaba con algún proyecto o se enfurecía con los que estaban en contra. La indeferencia y la uruguayísima protesta inútil e injustificada parecen ser las manifestaciones que inspiran al ayer mismo tan hiperpolitizado ciudadano oriental.

Por un lado, un Frente Amplio que ya se ha acostumbrado a los triunfos electorales, con una porción importante de sus sostenedores insólitamente decepcionados porque no se ha hecho la Revolución que nadie quería hacer (y que probablemente nadie sabía qué quería decir con eso) y una corriente mayoritaria que sólo piensa en volver a ganar, sin complicarse demasiado la vida con cambios demasiado grandes que hagan peligrar lo que se tiene en la mano. Enfrente, unos desgastadísimos partidos tradicionales, apenas unidos en contra de quienes -exageradamente- ven como su enemigo sin haber advertido aún (!) que el FA en el Ejecutivo muy poco tiene que ver (para bien y para mal) con aquel del 71 o creyendo que el cavernario discurso de marxistas, comunistas y guerrilleros pueden seguir arrimando votos en la era del Candy Crush.

Blancos y colorados siguen siendo los mismos que gobernaron muy mal este país hasta el 2005 y mal pueden hablar de renovación, si sus candidatos son un Pedro Bordaberry que se averguenza -con razón- de su apellido y un Lacalle que después de fracasar en la elección pasada, siendo el hazmerreir de propios y extraños, hoy pone a dedo a su hijo de la misma manera egocéntrica y poco seria en que hace 15 años inventó una carrera política para su esposa.

Más allá de eso, no hay propuestas reales de la derecha si excluimos las promesas -poco realizables más allá de algún gesto a la bandera- de mano dura y represión a los delincuentes. La gente no parece percibir ninguna idea ni propuesta de cambio real y ambos partidos parecen insistir en la tendencia suicida de desdibujarse y fundirse en uno solo, apenas unidos por su odio a la izquierda gobernante. La propuesta de tapar pintadas (de otros sectores) es la típica llamada a esos sectores veteranos y conservadores que nutrieron durante demasiado tiempo a ese movimiento singular llamado pachequismo.

Apoyada por movimientos muy marginales dentro del Frente -considerando que el más numeroso de ellos, el PVP, no suele llegar ni a los 10.000 votos en todo el país- Constanza Moreira es lo más parecido a una renovación en el panorama criollo. Se ha pronunciado enérgicamente por un FA de izquierda nítidamente al mismo tiempo que moderno, no anquilosado en un 1971 ya demasiado lejano. 

Sabedora de que no va a ganar, pero con la posibilidad -más allá de lo que digan las siempre poco confiables encuestas- de ganar un porcentaje de votos no despreciable, bastante superior a lo que recolectan Magnolia, Ir o el mencionado PVP- la politóloga outsider puede representar a los que nos sentimos abandonados por un partido cada día más tradicional, que sólo piensa en términos de ministerios y directorios, que siempre considera que no están dadas las condiciones políticas para nada y que se encierra en guerras sectoriales durísimas donde se imponen candidatos por intereses propios, sin que importen la opinión ni el gusto de los frenteamplistas en el llano, como hemos visto desde 2009 para acá.

Constanza es la esperanza de una generación (o varias) que ya no son jóvenes pero que nunca han podido ser representadas en la matusalenística estructura jerárquica del Frente. Mientras otros renovadores como Martínez, Sendic,Varela, Xavier o Andrade esperan pacientemente que algún día los ancianos se retiren porque ya no pueden ir al local de Colonia y Ejido, ella se anima a desafiar las estructuras de -prácticamente- todos los sectores para insertar una voz disidente, sin dejar de ser frenteamplista. Aunque Tabaré se moleste.