30 de junio de 2011

El Uruguay que nos mienten 4

EL GOLPE DE ESTADO DE 1973

La teoría de los Dos Demonios (versión uruguaya) dice algo así como que unos señores muy malos llamados los tupas se alzaron en armas contra una democracia deslumbrados irreflexivamente por el ejemplo de la Revolución Cubana -o porque sí nomás, de malos que eran- y a raíz de esa acción otros señores muy malos -pero no tanto, en realidad- tomaron el poder y gobernaron este país en lo que recién desde 2004 se llama públicamente Dictadura en los grandes medios de comunicación nacionales. Todo muy lindo. Y muy funcional a quienes no son ninguno de los demonios pero que distaron mucho de ser actores de reparto en ese drama.

Lo que era la democracia uruguaya en la década de los 60 dará pie para la próxima entrada de esta serie. En 1971 se celebraron las elecciones nacionales en un clima enrarecido y violento como nunca en la historia del siglo en nuestro país. Más allá de las acciones de la guerrilla, surgía una nueva formación política: el Frente Amplio, que era la coalición de casi todos los grupos de izquierda, encuadrada en la legalidad y la contienda electoral. Pese a eso, sus comités y sus figuras fueron reiteradamente víctimas de actos de violencia (¿han escuchado a los dirigentes tradicionales recordar ésto?) que quedaban absolutamente impunes sin que mediara ninguna investigación seria por parte de la policía o Inteligencia, como era su deber (idem). La formación paramilitar JUP campeaba libremente por las calles y por los centros de enseñanza, a menudo con la complicidad de las fuerzas del orden. En muchas radios, canales de TV y diarios se censuraba la presencia de frenteamplistas, llamados por la inmensa mayoría de los sectores de los partidos tradicionales como fuerza "antidemocrática", asimilándola convenientemente al MLN.

Después de los comicios donde ganó la fórmula pachequista que postulaba al estanciero Juan María Bordaberry (ex senador blanco y ex ministro colorado, siempre en los sectores más reaccionarios), sólo un voto en la Corte Electoral -dominada en su totalidad por los partidos tradicionales- impidió impugnar definitivamente el resultado de las elecciones, viciadas por un evidente fraude. Ahora sabemos, además, que indiscutiblemente la dictadura brasilera había organizado un plan de invasión en nuestro territorio para el caso -en realidad bastante improbable- que la izquierda consiguiera la Presidencia. O sea, somos democráticos si gana el candidato que nos conviene.

El gobierno de Bordaberry fue de mal en peor, lo que no debe extrañar por estar capitaneado por una figura oscura, puesta ahí para no opacar a quien dirigía el sector más derechista del Partido Colorado. Sin embargo, por una serie de circunstancias que incluían la delación de Amodio Pérez, uno de sus principales dirigentes, la plana mayor de los tupamaros cayó en prisión y la derrota de la guerrilla era incuestionable a fines de 1972.

Me ha sido muy difícil explicar en el exterior más de una vez las razones del golpe de Estado dado por las FFAA -y el presidente- el 27 de Junio de 1973. Si la guerrilla estaba en franca retirada y gobernaba el sector más abiertamente derechista y abiertamente militarista del espectro político, respaldado por una numerosa bancada y por un porcentaje nada despreciable de la opinión pública -todo hay que decirlo- ¿por qué disolvieron las Cámaras legislativas y todo viso de legalidad en las instituciones que ellos mismos controlaban?.

El rugido por un golpe venía desde hacía unos 15 años liderado por los grandes intereses oligárquicos -la "rosca" se solía decir en esos años- que no querían ninguna traba que pudiera limitar ni un poquito así su poder. El problema es que los gobiernos nacionales desde 1958 eran cada vez más conservadores y funcionales a sus intereses: los blancos, el riverismo encarnado casualmente en 1967 por Pacheco Areco y, finalmente Bordaberry, el presidente ex ruralista admirador de Franco. Entonces, ¿por qué?.

La excusa -que relata la historia oficial- es que el parlamento no aceptó (por escasísimo margen, hubo muchos legisladores que acompañaron) desaforar al senador frenteamplista Enrique Erro, señalado por las Fuerzas Armadas como colaborador de la ya -repito- derrotada guerrilla. Erro era el legislador más izquierdista del FA, sí, pero era apenas un solo legislador, que para peor ya se había exiliado al saber el peligro que corría.




El punto de vista conservador del hecho, pero excelentemente documentado.

En febrero de ese año 1973, a raíz del nombramiento de un Ministro de Defensa que no les gustó -un militar retirado, colorado y legalista, llamado Antonio Francese- las FFAA se rebelaron y desconocieron la autoridad elegida por el Ejecutivo, algo absolutamente inaceptable. Sin embargo, el día 9 de ese mes el cada vez más impopular Bordaberry termina haciendo un pacto más o menos secreto con las cúpulas militares dándole poderes de decisión que iban muchísimo más allá de su natural tarea de asesoramiento al poder civil en su materia específica. En junio terminaron exigiendo la expulsión del senador Erro.

La represión a la acción sindical y la censura al que pensara diferente ya venía desde tiempo atrás en esa democracia convalesciente y endeudada, donde si bien había amplios sectores izquierdistas que menospreciaban las "instituciones burguesas", había también un porcentaje no menor de dirigentes políticos que se negaban sistemáticamente a darle cualquier tipo de participación -y aún incluso, de legimitidad- a quien tuviera otra opinión de algo. Se creía que la solución a los problemas del país era gobernar por las buenas o por las malas, autoritariamente, despreciando cualquier tipo de control de quienes representaban a los ciudadanos que tenían otras ideas. Se había gobernado así desde 1967 y la situación, sin embargo, era cada vez peor. Incluso -otra vez lo digo- después de que fueran derrotados la guerrilla por las armas y el FA electoralmente.

Viendo en el segundo video el delirante reportaje del títere que sucedió en 1976 a Bordaberry -echado por sus amigos en un episodio confuso- el doctor blanco Aparicio Méndez, queda claro cuál era el discurso que había hecho carne en muchos de quienes habían usurpado el poder -y sus privilegios- desde ese 27 de Junio: hay una amenaza informe llamada indistintamente "terrorismo" o "comunismo", excelentemente organizada, que intenta apoderarse del mundo. Es el discurso de la Guerra Fría, importado como un paquete por los dictadores y sus colaboradores. En 1976, cuando finalmente cae la democracia argentina, 9 de los 10 países sudamericanos están gobernados por dictaduras militares. Demasiada coincidencia, ¿no?. Pero ésto tampoco lo recuerdan los políticos tradicionales.


Fragmento del documental "A las cinco en punto", de José Pedro Charlo.

2 comentarios:

Gastón 2.0 dijo...

El problema con este tema es que nunca se va a saber la verdad, porque todos los involucrados tienen el culo sucio.

Igual, yo creo que todo el asunto del golpe vino cocinado desde el norte, a fuego lento desde mucho antes.
Todo fue muy funcional: a los tupas se los mostró como un "cuco" y a los militares duros como "defensores" de las instituciones.

Y en el fondo, todos fueron títeres en el tinglado que les habían armado.
De todas formas, le aseguro que la mayoría de la gente está contentísima con la "historia oficial". Nadie tiene muchas ganas de pensar por sí mismo.

Buen post.
Saludos.

Alvaro Fagalde dijo...

La historia uruguaya está llena de historias oficiales.

En Historia hay cosas opinables y otras que no lo son.

La teoria de los dos demonios es infantil.