EL HOLLYWOOD DE ORO, ANTES DE LA SEGUNDA GUERRA
Normalmente se considera a la época inmediatamente anterior a la Segunda Guerra Mundial como el mejor momento artísticamente hablando de la producción de la industria cinematográfica norteamericana. Si consideramos que en 1939 -por ejemplo- compitieron por el Oscar a mejor producción grandes éxitos como la ganadora "Lo que el viento se llevó" junto a "Ninotschka", "Caballero sin espada", "Adiós Mr. Chips", "La diligencia", "El mago de Oz" o "Cumbres borrascosas", nos podemos hacer una idea de que, como nunca, en ese momento éxito y un razonable margen de calidad se unían en la producción media. La guerra cambiaría pronto muchas cosas: no sólo la temática bélica inundó la producción industrial estadounidense porque así lo pedía el público, que había cambiado de mentalidad sino que también incidiría en la falta de acceso a mercados rápidamente empobrecidos. Sin embargo, como pasó en la Depresión, el público no dejó de llenar las salas, probablemente buscando evadirse de una vida real bastante complicada.
Dos divas europeas se disputaron el estrellato como nunca antes lo había tenido una actriz en Hollywood: una fue la sueca Greta Garbo (foto 1) -"Reina Cristina" (1933), "Anna Karenina" (1935), "La dama de las camelias" (1936) y "Ninotchska" (1939)- comedia donde el gran Lubitsch jugaba con su imagen seria y trágica, presentándola como una dura comisaria política rusa que conocía el glamour parisino al contacto con un playboy y aprendía a reir. Su rival fue la alemana Marlene Dietrich, que tuvo un enorme éxito en su país con "El angel azul" (foto 2) en 1930 y partió inmediatamente a Estados Unidos, junto a su director y amante, Josef Von Stenberg. Allí rodaría "Marruecos" (1931), "El expreso de Shangai" (1932), "La Venus rubia" (1932) y la interesante "Capricho imperial" (1934) donde haría de la lujuriosa zarina rusa Catalina la Grande. Garbo se retiraría antes de cumplir 40 años y Dietrich, paseó espléndidamente su madurez seleccionando adecuadamente sus trabajos. Ambas habían trabajado juntas en Alemania y mantenido -aparentemente- una relación lésbica.
Fragmento de "Capricho imperial" (1934) de Josef Von Stenberg
Fragmento de "Ninotchska" (1939) de Ernst Lubisch
Mientras tanto, las presiones de organizaciones puritanas e iglesias habían determinado que dentro de la industria se instalara un comité de censura en 1934 que regulara que no hubiera escenas "lascivas" (incluyendo a un matrimonio durmiendo en la misma cama) o que incitaran al delito (todos los delincuentes tenían que terminar mal, por lo menos en la cárcel). Ello no impidió el florecimiento de algunos géneros comerciales que podían lidiar bien con tales trabas: la comedia musical, el western (sobre todo después del gran éxito de "La diligencia" del maestro John Ford), el policial negro (sustituyendo al de gangsters) y la comedia brillante.
Ernst Lubitsch (foto 3) -otro alemán- fue el rey indiscutido de éste último género con su ingenio, ironía y sutileza típicamente europeas en películas como "La octava mujer de Barba Azul" (1938) o "El bazar de las sorpresas" (1940). En la referida "Ninotchska" y en "Ser o no ser" (1941) ajustaba cuentas con el stalinismo y el nazismo, respectivamente, sin perder el humor inteligente. No fue el único nombre destacado en el género, por cierto, y muchos filmes siguen pareciendo graciosos tantas décadas después. Por ejemplo: "La pícara puritana" (1937) de Leo Mc Carey y "Domando al bebé" (1938) de Howard Hawks.
Otros grandes nombres de la época fueron el ya estudiado aquí John Ford, que reimpuso el western y siguió haciendo más obras maestras en otros géneros como en "Viñas de ira" y "Hombres de mar" (ambas de 1940) y "¡Qué verde era mi valle" en el 41; el francés William Wyler y el italiano Frank Capra.
Fragmento de "Domando al bebé" (1938) de Howard Hawks
Fragmento de "La diligencia" (1939) de John Ford
Wyler se distinguió mayormente como sólido adaptador de novelas y obras teatrales. Sus mayores éxitos fueron con películas protagonizadas por la emergente Bette Davis -"Jezabel la tempestuosa" (1938), "La carta" (1940), "La loba" (1941)- además de la discutidamente fiel pero pulcramente filmada adaptación de la novela de Emily Brontë "Cumbres borrascosas" (1939) (foto 4) con los británicos Laurence Olivier, Merle Oberon y David Niven. Su cultura y su inteligencia no le impedían, sin embargo, filmar con gran sobriedad priorizando la narración a los efectismos.
Capra se hizo famoso por sus comedias progresistas y optimistas a favor del New Deal llevado adelante por el presidente Roosevelt. Los malos toman conciencia y corrigen sus errores y cualquier pobre infeliz puede llegar a triunfar en el universo capriano. "El secreto de vivir" (1936), "Vive como quieras" (1938) -Oscar a mejor película-, "Caballero sin espadas" (1939) o "Y la cabalgata pasa" (1941) retratan su estilo con Gary Cooper o James Stewart dando vida con gran éxito al héroe americano, simple y de buen corazón. Posteriormente dirigiría y supervisaría la formidable serie "Por qué combatimos", de propaganda oficial en la Segunda Guerra Mundial.
Fragmento de "La loba" (1941) de William Wyler
Fragmento de "Caballero sin espada" (1939) de Frank Capra
Como siempre en su historia, Hollywood también buscó el éxito en grandes producciones. David Selznick consiguió igualar el récord de taquilla que había conseguido 20 años antes "El nacimiento de una nación" con otra obra curiosamente también basada en la Guerra Civil norteamericana "Lo que el viento se llevó" (1939), en realidad un tema poco frecuentado por el cine del país. Oficialmente, el director fue el simple artesano Victor Fleming y hoy se sabe que la mayor parte del rodaje fue obra del más eminente George Cukor, despedido por alguna oscura rivalidad con la estrella Clark Gable. Pero la personalidad que guió la realización fue el propio Selznick, que dejó poco lugar para las decisiones de los demás. Esa crónica de la Secesión desde el punto de vista sureño, que duraba casi 4 horas y que no tenía espectaculares escenas de batalla ganó 9 premios Oscar y consagró definitivamente el Technicolor, que sin embargo fue relegado a películas muy comerciales y generalmente, poco artísticas, por su alto costo y porque muchos realizadores no lo consideraban como algo más que un lujo para atraer audiencias (algo parecido a lo que hoy ocurre con el 3D).
Por raro que parezca, otra superproducción del mismo año que se convirtió en un gran éxito y en un clásico fue también comenzada a dirigir por Cukor y terminada por Fleming: "El mago de Oz" (foto 5) con una muy joven Judy Garland, estrella del cine musical que nunca se llegó a estabilizar del todo, fundamentalmente por problemas personales.
Fragmento de "Lo que el viento se llevó" (1939) de Victor Fleming
2 comentarios:
Películas fabulosas y estrellas fabulosas, difíciles de empardar.
Muy buena la crónica, ilustrativa.
A medida que iba leyendo, pensaba en las pelotudeces que mayormente nos manda Hollywood hoy en día.
Me parece que, aún lidiando con códigos molestos, era mejor cine el de entonces.
Gracias, Phil. Continuará.
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