29 de abril de 2010

No nos preguntaron lo que pensábamos...

EL 9 DE MAYO, VOTO EN BLANCO

En la época en que el 90 % de los uruguayos eran blancos o colorados, ley de lemas mediante, sumaban votos candidatos severamente enfrentados cuyas propuestas nada tenían que ver. Incluso, en algunos momentos del país, como por ejemplo después del golpe de estado de Terra, enfrentados a tiros. O en el 71, cuando Wilson Ferreira sumó junto a sectores no sólo que habían apoyado incondicionalmente al gobierno represivo de Pacheco sino que eran directamente golpistas.

Frente a eso, el Frente Amplio desde su creación opuso las candidaturas únicas y comunes a Presidencia y a las 19 Intendencias. No solamente un único candidato sino también un programa común y el apoyo de todos los sectores de la coalición. Es más, se eligieron intencionadamente personas independientes y no de los sectores (Seregni a la Presidencia y Hugo Villar para Montevideo).

En las mencionadas elecciones de 1971 yo tenía 5 años pero me imagino que no se impuso el criterio como vitalicio. Luego de la feroz dictadura y en la primera convocatoria electoral en 1984, en pleno reacomodo y con muchos proscriptos, se siguió el mismo criterio (Crottogini y Arana, aún no sectorizado). Pero ya allí se cometió una de las mayores imbecilidades de la izquierda uruguaya en toda su historia: el veto del PCU a Hugo Batalla para la Intendencia montevideana. Un brillante candidato querido por propios y extraños pero que se temía que tomara demasiada importancia. La derrota posterior por pocos votos haría más difícil de olvidar semejante canallada.

En 1996 se procesó -con el voto de partidos tradicionales y del sector de Astori- una curiosa reforma constitucional que, con tal de conseguir el balotaje para evitar -creían que para siempre- la victoria presidencial del FA, blancos y colorados aceptaron muchas de las pretensiones de la izquierda para limpiar el proceso electoral. La principal fue la eliminación de la ley de lemas y la candidatura única por partido luego de elecciones primarias. No se pudo conseguir lo mismo en cuanto a las candidaturas municipales pero se limitó a 3 candidaturas siempre que tuvieran un mínimo del 30 % de votos en la Convención Departamental (cosa que muchas veces se consigue digitando -sin ruborizarse- qué va a votar cada uno de los convencionales).

En la primera elección con esas reglas, el Frente -no sin resistencias arcaicas de varios sectores- habilitó una segunda pre candidatura de Astori a la Presidencia pero cuando se dieron las primeras municipales separadas de las nacionales, primó el criterio de mantener candidaturas únicas. En ese momento, fue evidente que en muchos departamentos la aplanadora del PS -el sector mayoritario del momento- le pasó por arriba a muchas candidaturas legítimas y deseadas que perdieron frente a nombres digitados por el partido de Gargano. El resultado, nuevamente: un desempeño muy inferior al esperado y la más que probable pérdida de algunas intendencias que estaban al alcance.

Ya en 2004, y luego de haber conseguido el gobierno nacional, se habilitaron candidaturas múltiples en muchos departamentos del interior. Incluso en algunos como en San José, Paysandú y Maldonado, comparecieron políticos blancos de reciente adhesión al FA, en un intento de captar votos por el centro. El 8 de Mayo del 2005, por primera vez el Frente conquistó intendencias en el interior. Muchas más de las previstas, ganando en todas las que se consideraban posibles (Maldonado, Salto, Paysandú, Rocha) y alguna que no estaba en los planes de nadie (Treinta y Tres). Eso sí, en Montevideo, bastión seguro de la izquierda, una sola candidatura e impulsada de pesado por el MPP. Salió Erlich por descarte.

Así llegamos a esta nueva convocatoria. En 7 departamentos tendremos 3 candidaturas y en otros 8, serán 2. Ahora son dos los bastiones donde ganamos fácil (Canelones y la capital) y por ello el Frente decidió que ahí tenía que haber candidatura única "para mantener la unidad". La cuenta se cierra con Lavalleja y Rocha, donde también habrá uno solo pero por decantación libre.

En política hay algo que se llama "candidatura natural". Un ejemplo conocido es en Maldonado, donde De Los Santos y Dardo Pérez son candidatos lógicos. Los frenteamplistas de allí decidirán libremente cuál de los dos prefieren. Una postulación única dejaría injustamente a una buena parte de los compañeros fernandinos sin su opción legítima. Algo parecido es cuando un político es postulado y recoge automáticamente el beneplácito de mucha gente. Es lo que pasó acá en la capital -donde los caudillismos departamentales son casi inexistentes- con Daniel Martínez y Carlos Varela. Ambos fueron mirados con buenos ojos por los montevideanos pero primó el aparato del FA y primero, se votó la obligatoriedad de una única candidatura. Y después, eligieron a uno de sus "pollos", desde uno de los sectores que dominan las caducas estructuras: el mencionado PCU.

O sea, entre quienes tienen copado el Plenario, se repartieron el botín más apetecible que no tiene ningún riesgo (allí surgió la tan lamentable frase de que "ganamos aún postulando a una heladera"). Salió Ana Olivera, podría haber sido alguien peor pero... el problema es que yo quiero elegir.

¿Sólo permiten opciones cuando hay lucha electoral y si nos aseguramos el triunfo por tener una gran adhesión, imponemos el intendente?. ¿Por qué no hay problemas de unidad en 15 departamentos?. ¿Por qué siempre deciden los mismos sectores?. ¿Por qué se reparten todo con cuotas por sectores?. ¿Por qué hay gente que tiene muchos votos -porque nosotros lo votamos- y no tienen ningún poder de decisión?.

¿Por qué no podemos decidir los frenteamplistas?.

Es por eso que voy a votar en blanco el domingo 9 y espero que sean muchos más para decirle a estos señores que van a tener que dejarnos elegir. Y que no queremos más lineazos de cúpulas. Porque nosotros somos el Frente Amplio.

23 de abril de 2010

Historia Ilustrada del Jazz 7

LOS "INVENTORES" DE LA GUITARRA EN EL JAZZ: DJANGO REINHARDT Y CHARLIE CHRISTIAN

El swing había tenido un éxito fulminante -e inesperado- incitando a la juventud norteamericana a llenar los bailes populares y jerarquizando los clubes nocturnos de las grandes ciudades. Incluso, a la década de los 20 se la llamó históricamente "la era del jazz", asimilando éste al swing.

En parte por los numerosos conjuntos que agotaron la fórmula, en parte por la natural evolución de un estilo que ya había dado lo que podía dar, el swing comenzó a repetirse lo que incluye también a las grandes orquestas ya reseñadas anteriormente.

Sin embargo, el acontecimiento más influyente en el destino de esta música no fue precisamente artístico: la Segunda Guerra Mundial tiró abajo el optimismo de la sociedad que ya no tenía ganas de divertirse mientras sus compatriotas morían por miles y el futuro de la humanidad era incierto como jamás lo había sido. Los bailes y fiestas escasearon y la industria discográfica -como casi toda industria de un país en guerra- fue reducida a su mínima expresión. Las big bands nunca se recuperarían de este declive. La música que las reemplazaría no surgió de la nada pero muchos creyeron que así había sido dada la radical diferencia con todo lo escuchado antes.

Hasta los años de la guerra todos los músicos de jazz eran estadounidenses. Quienes viajaban al Viejo Continente se asombraban de lo bien que eran conocidos -como ya dijimos- y compartían escenario con instrumentistas profesionales que podían acompañar más o menos adecuadamente. Pero no se había conocido un gran músico europeo y mucho menos, una propuesta original.

Ésta llegó desde el lugar (e instrumento) menos imaginado: un gitano belga guitarrista llamado Jean "Django" Reinhardt. Nacido en 1910, el dato de Bélgica hay que tomarlo como anécdota porque eran nómadas y vivían en un pequeño carromato. Nunca aprendió a leer o escribir ni tomó lecciones de música pero deslumbraba tocando el banjo desde niño. Adoptada la guitarra, sufrió el incendio de su casa rodante cuando tenía 18 años, sufriendo graves quemaduras en varias partes de su cuerpo, incluyendo la pérdida de la movilidad en dos dedos de su mano izquierda.

Pese a eso, tres años después estaba tocando con la misma brillantez que antes. En su período de convalescencia había sido impactado por el descubrimiento de la música negra de allende el Atlántico, especialmente por Louis Armstrong. De éste tomó correctamente -como pocos- el concepto de swing (no el período, por cierto, sino el "deslizamiento" al tocar) pero no modificó su estilo. Mientras tocaba música ligera para ganarse la vida, interpretaba jazz en los intervalos con el notable violinista Stephane Grapelli y su propio hermano Joseph, también guitarrista, entre otros. En 1934 formarían el quinteto Hot Club de París, teniendo un fulminante éxito en el ambiente francés.

La inusual combinación de guitarras y violín (en realidad, ensayada anteriormente por los norteamericanos Joe Venuti y Eddie Lang hasta la temprana muerte de éste último) sin piano, percusión e instrumentos de viento pareció -y sigue pareciendo- inmejorablemente francesa, fiel reflejo de la bohemia nocturna de la ciudad. La notable capacidad improvisativa de Django -probablemente el guitarrista más lírico de la historia- y el brillante acompañamiento de Grapelli eran la clave para consagrarlos en buena parte del continente. La guerra los sorprendió en Inglaterra donde el violinista prefirió quedarse mientras Django volvía a París donde -en parte por sus raíces gitanas- se transformó inesperadamente en un símbolo anti nazi de liberación y un ídolo de juventudes más allá de lo estrictamente musical.

Terminada la guerra se reencontró con su compadre y reeditaron el éxito aunque su gira -largamente postergada- por Estados Unidos fue una clara decepción para Reinhardt pese a haber tocado con Ellington. Fue perdiendo lentamente el entusiasmo por las actuaciones, sin abandonar nunca su vida bohemia y desprolija, falleciendo a los 43 años de un accidente vascular encefálico en parte por su visceral terror a los médicos. Como curiosidad, muchas veces fue sustituído por su hermano ya mencionado sin que nadie notara la diferencia, lo que habla más que bien de éste último.

BELLEVILLE

HONEYSUCKLE ROSE

En esta notable versión del clásico de Porter "Night and day" se puede apreciar que en la guitarra eléctrica Reinhardt no perdió su particular estilo.

NIGHT AND DAY

SWING 48

La guitarra en las big bands apenas -casi sin excepciones- había cumplido un papel secundario de acompañamiento y de marcación de los acordes. En realidad, la guitarra acústica era escuchada por los músicos de la orquesta pero apenas por el público. En el comienzo de la década de los 30 Eddie Durham tuvo la idea de hacer colocar una amplificación eléctrica a su instrumento y permitir simplemente que fuera una posibilidad más en el sonido de la orquesta, aunque apenas se le dejaban segundos de transición entre un solo y otro (como se solía hacer con la batería o el bajo) considerándose a ese aparato no mucho más que una curiosidad.

Años después, Charlie Christian -de quien no se sabe con seguridad en qué año nació- tomó contacto con una guitarra amplificada y comprendió inmediatamente las posibilidades armónicas y melódicas que podía tener, equiparables a los entonces reinantes instrumentos de viento. Fue desarrollando rápidamente su técnica de improvisación y en 1939 lo escucharon algunos músicos de la banda de Benny Goodman, nada menos. Un primer intento de presentación ante el jefe fracasó rotundamente. Éste ya tenía músicos negros en su formación y no era ése el problema sino más bien que Christian se presentó vestido con saco verde y pantalón violeta (o viceversa) y además, a ningún líder de orquesta le llamaban la atención entonces los guitarristas.

Poco después los propios integrantes -y el famoso productor John Hammond- introdujeron a Charlie en el medio de la actuación en un restaurante y el sorprendido -y molesto- Goodman ordenó que tocaran un tema difícil y poco conocido seguro de hacer fracasar al intruso pero, para asombro de todos, improvisó durante más de cuarenta minutos demostrando que podría haberlo hecho por muchos más. El clarinetista líder debió reconocer que estaba ante un fuera de serie y lo contrató inmediatamente no sólo para su big band sino también para integrar su selecta formación pequeña (con el mismo Goodman, Teddy Wilson en el piano, Lionel Hampton en vibráfono y Gene Krupa en la batería) que es de donde han salido los ejemplos de aquí abajo.

Christian -aparentemente sin estudios musicales- incorporó numerosos acordes que aportaron, junto a su aún hoy estudiada técnica para alterar el compás, un swing comparable al de los mejores trompetistas y una inventiva melódica insuperable. Fue el primer guitarrista que comprendió que la electricidad podía hacer muchísimo más que aumentar el volumen. Luego de sus compromisos con Goodman, se quedaba tocando el resto de la noche en algunos clubes como el famoso Minton's, donde jóvenes inquietos experimentaban con nuevas variantes que tiempo después se llamarían bebop.

Lamentablemente, antes de cumplir los 30 años, Charlie enfermó gravemente de tuberculosis y falleció a los tres años de ser descubierto por el gran público y antes de la revolución -justamente- del bop. Su vida bohemia y el que sus amigos le llevaran cigarros, alcohol y mujeres al hospital no deben de haberlo ayudado a recuperarse. Casi olvidado por su corta vida y por no tener grabaciones a su nombre, sin embargo fue mucho más influyente que Django en las generaciones de guitarristas que desarrollaron el sonido eléctrico de este instrumento hasta hacerlo tan importante como es hoy en día.

Nota: no espere el navegante el fraseo y los riffs de Jimmy Page o de un guitarrista actual. No se olviden que estamos hablando de la prehistoria del instrumento, donde todo estaba por hacer y Christian fue el primero.

A SMO-O-O-OTH ONE

SHIVERS

I'M CONFESSIN'

18 de abril de 2010

¿Las mujeres son todas putas? III

AH... TE GUSTA... EH...

Una amiga psicóloga afirma que el sexo para las mujeres tiene un componente masoquista. Los distintos roles de hombres y mujeres (o de machos y hembras si englobamos a todo el reino animal) durante el acto sexual parecería ser la razón fundamental para que el sexo masculino sea quien tenga más fuerza física y más decisión exterior. Supongo que la mayor concentración de la hormona testosterona debe ser clave. De ahí a que sea la mitad dominante en la vida en sociedad hay un paso.

El placer sexual femenino ha sido demonizado a lo largo de la historia de la humanidad. Desconozco el motivo. Si lo miramos desde el punto de vista -nuevamente- de la etología y considerando al hombre como animal, el orgasmo masculino es absolutamente imprescindible para la reproducción pero el femenino no. Hace poco tiempo me enteré con sorpresa que la mujer es la única hembra que está comprobado que puede llegar a orgasmos. Se especula con que en algunas especies de monos o en los delfines también lo habría. Cómo las mujeres llegaron biológicamente a producir una reacción similar al orgasmo masculino, no se sabe. En todo caso, está comprobado que es parecida en sus resultados pero que es diferente en su mecanismo. Es prácticamente imposible la comparación por la obvia razón de que nadie ha experimentado ambos. El mito de Tiresias es sólo eso (*).

Por cierto que no me molesta para nada que las mujeres también tengan orgasmos. Todo lo contrario, bienvenido sea. Para mí, como hombre es mucho mejor que la pareja de uno lo experimente. Sin embargo, le hemos inculcado culpa al placer femenino, anteponiendo ridículamente virtud y/o decencia al placer. Como ejemplo extremo e inaceptable, en varias sociedades africanas se sigue practicando desde la infancia la amputación (o ablación) del clítoris -el órgano análogo al pene que poseen las mujeres- para reducir casi totalmente el placer que pueda experimentar en su vida adulta. Hace pocos años Cinemateca estrenó la película "Moolaadé" de O. Sembene sobre el tema. No hay excusa posible para esta aberración primitiva.

Desconfiamos estúpidamente del placer de la mujer. Y tememos al placer que pueda haber experimentado en el pasado con otros hombres. He sabido de muchos casos en que los hombres arruinan cualquier experiencia satisfactoria exigiendo comparaciones con otras historias anteriores. Por no hablar de quienes guardan determinadas prácticas sexuales para experimentarlas con otras mujeres y nunca con su esposa (o "la madre de sus hijos"). Y no creamos que estas prácticas pertenecen solamente al pasado.

¿Por qué una mujer es "indecente" porque se "deje" hacer determinadas cosas?. ¿Por qué una mujer no puede tener ganas de tener sexo y disfrutarlo?. ¿Por qué una mujer no podría tener sexo antes y después del matrimonio (o por fuera)?. ¿O es que sólo pueden casarse -y aceptar ser penetradas, digamoslo así- para el exclusivo fin de ser madres?.

¿Por qué -en fin- tanta diferencia en la forma en que se trata en la sociedad a uno y otro sexo para situaciones similares?.

En la próxima entrada de esta serie hablaré sobre la imagen que se vende de la mujer. Tanto para referirme a la mujer ama de casa, a la mujer como objeto de deseo como a la mujer independiente y dominante. A las diferencias entre la realidad y el mensaje de los medios masivos que nos bombardean diariamente con su discurso nada inocente.


(*) El de Tiresias es un mito griego en el cual el referido personaje pasó de hombre a mujer una tarde en que vio casualmente a dos serpientes copulando. Luego del sorprendente cambio vivió con su nuevo sexo, incluso casándose con un caballero. Varios años después volvió a transformarse en hombre al presenciar una escena similar a la primera vez (!). Cuando se le preguntó qué sexo sentía mayor placer en el orgasmo, respondió -con su infrecuente experiencia en el tema- que el de la mujer era nueve veces más intenso.

13 de abril de 2010

Cine: Historia Ilustrada 6

EL HUMOR MUDO

La división en géneros del cine comercial tiene una razón muy práctica: la gran mayoría de la gente no es amante de todo el cine en general y necesita saber -antes de entrar a la sala- qué tipo de película le van a ofrecer. Suena bastante lógico que -además de aventuras y romances- una de las primeras cosas que se le ofrecieran al público fueran risas.

Estados Unidos no es el único país del mundo -por cierto- que tiene humoristas. La primera tradición cómica cinematográfica fue la francesa, que fue además la primera industria. Muchos de los recursos utilizados en la comedia de golpe y porrazo de Hollywood (llamada "slapstick") derivan de los cortos galos.

De ellos, el único -aparentemente- en componer un personaje determinado y usarlo para sus propósitos cómicos fue Max Linder (foto 1), posteriormente contratado por los americanos. Linder también fue el primero en trascender el rutinario esquema de las caídas y patadas en el trasero -las batallas de tartas de crema sí fue un invento estadounidense- para buscar la risa por otros caminos más elaborados. Muchos gags hoy gastados fueron inventados para sus películas. Por ejemplo, el del espejo roto que tiene que ser reemplazado por alguien que imite las acciones del otro. Por desgracia, combatió en la Primera Guerra de donde volvería irremediablemente enfermo sicológicamente y se suicidaría poco después junto a su jovencísima esposa. El propio Chaplin lo reconocería como a un maestro, algo más que llamativo considerando la escasa generosidad con el talento ajeno de éste.

Frente a la comedia sofisticada -que florecería cuando llegara el sonido- la comicidad más física tuvo su auge en este período por la lógica razón de que era mucho más visual. Al necesitar muchos menos intertítulos que el resto de los géneros, el cine cómico conquistó más fácilmente a los muchísimos inmigrantes con dificultades con el idioma inglés que había en aquel entonces en U.S.A. Algo similar pasaría con el comic, reconocida influencia en el slapstick.

También la comedia de Hollywood se nutrió de la amplia tradición de cómicos de music hall y burlesque norteamericana. La gran mayoría de las películas -cortometrajes- se limitaban a registrar la perfomance de esos humildes artistas que sabían lo que tenían que hacer para provocar carcajadas.

El canadiense Michael Sinnott comenzó a trabajar en películas apadrinado -como tantos otros- por Griffith con el seudónimo de Mack Sennett y alcanzaría progresivamente un lugar en la industria como director -y posteriormente, productor- de comedias. La recién fundada compañía Keystone lo contrató por un gran sueldo y le dio libertad total para organizar varias unidades de filmación que eran capaces de crear por lo menos dos o tres cortos semanales. En 1917 formó su propia compañía y fue el rey indiscutido -como productor- de la comedia norteamericana hasta el derrumbe de 1929. Con él trabajaron -entre muchos otros- los muy exitosos Mabel Normand, Harold Lloyd, Ben Turpin, Roscoe Arbuckle, Charley Chase, Harry Langdon, W. C. Fields y un tal Charles Chaplin.

Chaplin (foto 3) llegó a probar fortuna desde su Inglaterra natal, luego de una infancia -como todos saben- extremadamente difícil. Ya tenía bastante experiencia en escenarios humildes y hostiles. Sennett lo contrató en 1913 y comenzó a destacarse y a hacerse popular inmediatamente. En su tercer corto incorporó el personaje de Charlot -o Carlitos- un vagabundo vestido con pantalones y zapatos demasiado grandes, un saco rotoso demasiado estrecho y un pretencioso bastón. Las extraordinarias habilidades de mimo y su inagotable creatividad le permitieron tener rápidamente el control sobre los filmes que dirigía al conseguir contratos cada vez más ventajosos en diferentes compañías, aprovechando su enorme éxito de taquilla. A diferencia de sus colegas, se especializó en retratar los ambientes miserables que conocía tan bien y poco a poco, sus obras -aún cortometrajes- comenzaron a hacerse más largas, complejas y críticas. Sobre Chaplin se hablará más en otra entrega.

Si Linder era el aristócrata refinado y Chaplin el vagabundo ingenioso, Harold Lloyd (foto 4) -el único que compitió con el inglés en popularidad en su momento- era el típico joven americano optimista y voluntarioso. En su película más recordada "El hombre mosca" de 1923 realiza una serie de peligrosas -y graciosas- piruetas en lo alto de un rascacielos.

Joseph "Buster" Keaton (foto 5) ha sido objeto de una lenta pero sólida revalorización con el correr de los años. Acrobático desde su más tierna infancia, fue modelando un personaje de joven torpe pero no estúpido, en eterno conflicto con las máquinas, encontrando dificultosamente una solución a los problemas y, especialmente, manteniendo una seriedad inexpresiva que sería su sello de marca. Incluso el estudio le prohibió reir en público, aunque no es totalmente cierto que nunca lo haya hecho en ningún corto. Más cinematográficas que las de sus rivales, las películas que protagonizó -y muchas veces dirigió- han envejecido mejor, especialmente por no depender tanto del golpe y porrazo y por carecer de sensiblerías. En él pueden apreciarse una minuciosa planificación de la narración que va haciendo progresar sabiamente el ritmo sin perder nunca la comicidad. Nunca tuvo gran éxito ni popularidad pero tampoco fue el borracho arruinado que pintó Galeano en el tercer tomo de "Historias del fuego".

Los capocómicos de la época -con la probable excepción de Chaplin- trabajaban con un ejército de libretistas y gagmen que proporcionaban constantemente ideas al titular, quien -siendo director o no- mantenía un control y responsabilidad total sobre el producto final. La fórmula funcionó razonablemente bien tanto desde el punto de vista comercial como en la efectividad cómica. De a poco, los estudios comprendieron que era aun mejor negocio si realizaban largometrajes, de la misma manera que los estaban comenzando a hacer los géneros "serios", más prestigiosos. El pasaje a películas más largas implicó dos cambios significativos: por un lado bajar el ritmo casi demencial de realizar uno o dos cortos por semana para permitir una elaboración mucho más pausada y por el otro, al ser relatos más extendidos, obligaban a una narración más compleja, dejando de lado la costumbre de hacer una mera acumulación sin sentido de gags.

Una mención final a dos cómicos destacados, olvidados por diferentes razones. Roscoe "Fatty" Arbuckle fue un corpulento actor y director que, pese a eso, participaba de la moda de los protagonistas acrobáticos que realizaban sus piruetas sin ayuda de dobles de acción. Fue muy exitoso pero debido a un escándalo en 1921 -una actriz murió en una orgía en la que él participaba- pasó a ser mala palabra en Hollywood y aún hoy es difícil conseguir alguna de sus películas. De nada sirvió que fuera declarado inocente de todos los cargos.

El otro olvidado es Harry Langdon. Poseedor de una comicidad totalmente diferente a los demás, su personaje era un adulto aniñado, tonto e ingenuo pero no digno de lástima. Su humor era muchísimo más lento y reposado que el de sus colegas. Consiguió sus mayores éxitos dirigido por Frank Capra pero su carrera entró en el ocaso cuando despidió a éste y decidió dirigir sus propios filmes.




"Max y la inauguración de la estatua" corto de 1912 que nos muestra el estilo de humor de Max Linder.



Fragmento de "One week" (1920), corto con Buster Keaton. La comicidad del film gira alrededor de la incapacidad del protagonista en construir correctamente su casa.




"El profesor" fue una película que Chaplin dejó incompleta en 1919, abandonando su personaje de Carlitos. Los inconvenientes de tener un circo de pulgas en el lugar menos indicado.


Los ya veteranos Chaplin y Keaton reunidos por única vez en una escena de "Candilejas" (1952), dirigida por el primero.

12 de abril de 2010

Lo que me va a venir de IRPF...

Soy rico... soy rico...
En este caso, el humor es ajeno: por segunda vez me han enviado este mensaje, anunciándome que tengo 750.000 U$S para retirar. A menos que sea cierto, alguna tía desconocida me haya dejado eso en herencia y yo me haga el piola acá.
Pero algo me dice que debería desconfiar...

(NOTA: ampliar la imagen. Lamentablemente, no pude -o no supe- cómo subirla para que fuera más legible)

8 de abril de 2010

Novela propia por entregas

GARDEL NACIÓ EN LITUANIA (IV)

Me asomé a la ventana y para mi asombro, no quedaba nadie rodeando las rejas de la mansión. Mi primer pensamiento fue que habían conseguido entrar para convertir el poco resto que me quedaba de vida en un infierno aún peor que escuchar a mis hijos hablar de política pero me equivoqué. Dos horas después, cuando llegué a la mitad del jardín, desde donde podía abarcar toda la vereda pude ver que, efectivamente, ya no había ni uno solo de esos tipos que me habían convertido en algo así como un ídolo popular, un líder religioso o algo aún peor.

Cuando miré para la casa de al lado, se aclararon mis dudas. Estaba Alvaro Fagalde, sentado en un banco del frente de su palacete, en uno de esos días en que se le había dado por hablar. Solo o a quien tuviera la desgracia de acercársele.

-Hola, vecino, buen día.

-Buen día... buen día, dice... ¿qué pueden tener de buenos?.

-Y... usted pregunta cada cosas...

-¿Por qué tenemos que envejecer?. ¿Por qué no nos damos cuenta de jóvenes que vamos a envejecer y no vamos a tener otra oportunidad?.

-¿Qué le pasa hoy, que no anda de buen humor como siempre?.

-Estoy deprimido.

-No, yo me refería a las novedades.

-¿Novedades, dice?. No hay nada nuevo que pueda pasar. Ahí es cuando nos damos cuenta que nos estamos muriendo.

Siguió hablando así durante un buen tiempo, pero me quedé más o menos escuchándolo un poco porque le debía que gracias a él, nadie vendría a molestarme por décadas.

-...abro las páginas de los diarios y busco las críticas literarias... ¿y qué encuentro?...

-Que no hacen crítica literaria.

-Hacen, todavía. Algo hacen. Y cuando se refieren a mí son todos elogios, son todos aplausos.

-Eso es bueno –dije, para hacerlo calentar.

-¡Qué va a ser bueno, señor!. ¡Yo era el escritor más maldito, más censurado, más contracultural del continente!. ¡Me decían que fuera a la escuela de vuelta a aprender a escribir!.

-Estos críticos...

-¿Y ahora?. Todos los escritores jóvenes me imitan. Y a los que no me imitan les dan con un caño. ¡Cualquier escritorcito principiante que escriba sobre una violación donde a la mina le guste escandaliza más que yo!. ¿Adónde vamos a ir a parar?.

-Cultura era la de antes...

-Ningún diputado me intenta prohibir, ninguna religión me amenaza de muerte... mis libros se venden bien, me piden montones de entrevistas...

-Una pesadilla, realmente.

-¿Pesadilla, dice?. Pesadilla fue la que tuve anoche.

-¿Qué soñó?.

-Soñé que escribía libros para adolescentes, con maravillosas aventuras, magos y hechiceros y duendes y viajes por tierras exóticas donde los árboles hablan y las piedras tienen poderes especiales y sabiduría milenaria...

-Terrible.

-¿Terrible dice?. Terrible fue lo que leí ayer...

Entré con la velocidad de un caracol reumático, que para mí es el más extenuante de los trotes. El tipo no estaba dispuesto a detener su discurso y yo, que debido a mi obesidad no puedo caminar y pensar al mismo tiempo, me prometí para cuando pudiera ganar mi sillón reforzado preferido, tener en cuenta la posibilidad de comprarme un casal de esos perros fascistas que no dejan de atacar a cuanto ser viviente esté a su alcance, pero que por lo menos no hablan. Y no fueron de izquierda en su juventud.

Estuve a punto de cambiar de opinión cuando creí escuchar que algunos de los integrantes de mi familia merodeaban el cuarto (o algo así) donde paso gran parte del día comiendo y mirando televisión. Una de las formas más exitosas que encontré de hacer que no me molesten –o sea, que se alejen de mí- es la de abrir alguna de las más bizarras –y falsas- páginas pornográficas de la red –esas que asquearían hasta a alguien tan depravado como un educador de preescolares- y tenerla minimizada mientras sigo mirando un partido de la segunda división de Uganda. Si alguno de esos miserables seres se asoma para decirme que tengo que adelgazar o algo de eso, pongo en primer lugar alguna imagen de –por ejemplo- una chica tailandesa supuestamente mayor de dieciocho años teniendo una orgía con siete fornidos negros. Nunca falla.

Pero mientras buscaba la página de fotos retocadas salvadora (y desconectaba la Internet o reseteaba el equipo varias veces) se me ocurrió que no me haría ningún daño si, durante el entretiempo del partido, buscaba las novedades sobre el caso en el que jamás me involucraría.

Algunas de las fotos de los cadáveres violados y mutilados no eran muy diferentes de los de la página que buscaba. No se habían ahorrado ningún detalle lúgubre en la descripción y, seguramente, la mayor parte eran inventados. Las imágenes –y una insólita maraña de adjetivos repetidos y altisonantes- llamaban la atención repetidas veces sobre la crueldad y ensañamiento del terrible asesino serial. Especialmente, se detenían en mostrar con lujos de detalles las macabras burlas que efectuaba a los cadáveres metiéndoles cosas en la boca o pintándoles frases en las nalgas, etcétera.

Un diputado joven –hijo y nieto de ministros y legisladores, a quien nunca había visto en todos estos años preocuparse por nada- encabezaba una feroz campaña para instaurar la pena de muerte a todos los asesinos y delincuentes. Culpaba del terror que sufría la ciudadanía a la liberalidad de algunos jueces que no merecían el sueldo que nosotros le pagábamos, que soltaban a las bestias sedientas de sangre. Se preocupaban por los derechos humanos de los salvajes y se olvidaban de los de las víctimas, agregaba, usando un par de gestos evidentemente copiados de su –por suerte- difunto padre que fue el principal defensor de la impunidad de los militares y policías que hicieron cosas similares durante la dictadura.

Un experto en Sociología o Ciencias Políticas o en Administración de Empresas opinaba que era un producto natural de la clase de sociedad en la que vivimos. Un doctor en Semiótica o en Lingüística decía que la decadencia del Homo Sapiens es irrefutable y que ésto era un mensaje que nos enviaba como última advertencia. Un misionero de no sé qué culto decía –obviamente- que la llegada del Juicio Final es inminente y que nada evitará la destrucción total del planeta de la que sólo se salvarán, casualmente, los que vayan a esa iglesia.

Perdón, me equivoqué. Estaban opinando sobre la selección celeste.

Pero yo presté más atención a la serie de mensajes que dejaba escrito el tipo en las paredes donde montaba la escenografía que después reproducirían todos los medios. Era difícil no hacerlo, puesto que no sólo apabullaban el espacio de los monitores olvidando cualquier otra información sino que también había un amplio surtido de vínculos para poder seguir con la mayor comodidad posible la serie progresiva de pistas para encontrarlo.

Efectivamente, el “enemigo-público-número-uno” había hecho un conteo que, por ahora, llegaba hasta el 14 de frases enigmáticas, cifras y datos aparentemente incoherentes y prometía la entrega número 15 prontamente. Dado que las víctimas –hombres y mujeres menores de edad, casi siempre blancos y hermosos si me permiten el comentario- eran encontradas con varios días de muertos y después de pasar más de una jornada tratadas incluso peor que en un hotel montevideano, la prensa virtual insistía repetidamente que seguramente en estos mismos momentos habrían vaya uno a saber cuántos inocentes sufriendo inenarrables padecimientos mientras nadie hacía nada para salvarlos.

Ese nadie me incluía a mí, con nombre y apellido. Al leer eso comprendí que los últimos mensajes que había recibido en mi casilla de correo no tenían que ver en realidad con mi costumbre de participar en chats sadomasoquistas haciéndome pasar por una negra viciosa.

Comencé a asustarme por primera vez en este caso. No podía saber hasta cuándo mi vecino escritor podría mantener a raya a toda esa repugnante fauna que rodea a la gente que es mencionada en una campaña de los medios: madres indignadas por lo que les ha dicho la televisión, periodistas parientes de los dueños de los medios, curiosos que van a ver sangre, hinchas de Cerro y de Danubio, abogados, milicos retirados, viejas que vienen a dar manija. Ni siquiera todos los vecinos juntos de Carrasco podrían con ellos. Es verdad que tengo a mis hijos para tirarles como última esperanza pero nada me asegura que van a estar de mi lado.

Bah, sí sé de qué lado van a estar.

Estas preocupaciones hicieron modificar mi posición férrea de no atender a ninguno que me viniera a molestar con este caso. Cuando mi hijo me avisó que una chica joven había insistido en hablar conmigo porque era un testigo fundamental acepté inmediatamente, lo que defraudó a Adalberto que había organizado algo.

-Buenas tardes, señor Acerenza, es un honor que usted haya aceptado recibirme.

-Siempre estuve dispuesto a dar mi máxima colaboración en este caso, señorita...

-Daniela.

Era realmente muy bonita, del estilo veinteañera de piel pálida, poco maquillada y peinada y con naturalidad para hablar con los hombres, lo que revelaba que, obviamente, todavía tenía experiencia sexual con muy pocos. Lo que me extrañó es que se miró la palma de la mano para responderme.

-Usted dirá.

-Traigo una carta del comisario Oxobí, que fue el que insistió en que usted podría ayudarme.

-¡Ah, mi viejo amigo!. Entonces el gusto será doble –contesté, porque la flaca me había gustado.

-Se refiere al caso del “Leopardo”.

-Sí, por supuesto. Es el asunto al que le estoy dando mayor prioridad –dije, sin ruborizarme.

-Ese salvaje mató a mi mejor amiga.

-Cuánto lo siento. Haré todo lo que esté a mi alcance para atraparlo –insistí.

-Yo estaba presente cuando esa bestia sedujo a Carola y se fue con ella y después... –su voz se entrecortó.

-¡Un momento!. Eso quiere decir que tú lo viste...

-Sí.

-Yo sé que la policía uruguaya desconoce hasta las técnicas de investigación que inventaron los asirios, pero podría hacer que te dieran una carpeta con fotos hasta que reconocieras al tipo. Sería fundamental...

-No necesito reconocerlo, señor Acerenza. Yo sé quién es.

-¿Cómo?.

-Sí, lo conozco. Sé su nombre, su profesión, dónde vive.

-¿Quién es?.

-Buenas tardes, señor Acerenza, es un honor que usted haya aceptado recibirme.

-Buenas tardes... pero lo que te pregunté es quién es el tipo... -¿necesito aclarar que estaba desconcertado?.

-Mi nombre es Daniela –me contestó después de mirarse la palma de la mano, como había hecho la primera vez- y traigo una carta del comisario Oxobí, que fue el que insistió en que usted podría ayudarme –dijo, después de levantarse la manga de la camisa.

-El tipo, el tipo...

-¿Qué tipo? –preguntó y comenzó a mirarse con ayuda de un pequeño espejo varios sectores de su piel que dejaba al descubierto, como por ejemplo los hombros, la espalda, las pantorrillas, las rodillas e, incluso, media nalga derecha que casi –debo confesarlo- hace cambiar el tipo de calentura que estaba sufriendo.

-Perdón, ¿podríamos hacer las cosas en forma prolija?. Primero me decís lo que viniste a decir y después te desnudás y tenemos todo el sexo que quieras.

Supongo, agregué para mis adentros.

-No me malinterprete, señor... Acerenza –dijo después de leerse la muñeca izquierda- padezco de pérdida de memoria a corto plazo y tengo que escribirme en mi cuerpo la información imprescindible para vivir. Incluso, mi propio nombre está en mi mano como puede ver.

-Ya veo. ¿Todo tenés escrito?.

-Solamente lo imprescindible por razones obvias, como ya le expliqué. Si fuera como usted podría tener toda la información que necesitara y mucho más –agregó, con un tono que no pareció exactamente el de una mujer desesperada por violarme– pero me tuve que escribir acá –dijo, señalándose el brazo- el motivo de mi visita: “Traigo una carta del comisario Oxobí, que fue el que insistió en que usted podría ayudarme”.

-Es algo extraño. ¿Y cómo es eso de que perdés la memoria al corto plazo?.

-Buenas tardes, señor Acerenza, es un honor que usted haya aceptado recibirme.

-¡Uy, Dios!.

-Traigo una carta del comisario...

-¡Sí, ya sé, ya sé!. No es necesario que me mostrés tu cola. Por lo menos, hasta que encuentre una cámara de fotos. Quiero que te concentrés y me digas sencillamente quién es el “Leopardo”.

-¿Qué es eso?.

-Simplemente, el asesino que apenas mató a catorce personas o más, con el insignificante detalle de que las torturó salvajemente durante días...

-¡Qué horror!.

-...incluyendo a tu amiga Carola.

-¿Qué Carola?.

-La que me... digo, vos me hablaste de ella. Así no vamos a avanzar nunca. ¿Por qué miércoles no te anotaste en algún lugar el nombre del asesino, me mostrabas la parte que sea y listo?.

-¿Y usted quién es para que yo le muestre algo?.

-La explicación está en aquel brazo.

-A ver... ah, sí. Lo que pasa es que usted no me lo dejó leer...

-Es que me aburre que me repitan siempre el mismo verso mil veces. Por eso no miro los noticieros de la televisión.

-¿Qué es lo que quiere usted saber?.

-Resumen de lo publicado: yo detective y -digamos- busco asesino llamado “Leopardo”. Stop. Tú verlo, amiga Carola ir con él última vez que ser vista viva. Stop. Vos lo conocés. Stop. Decís quién es y consigo encanutarlo. Stop.

-Ahora entiendo. Ya lo recuerdo.

-¿Quién es?.

-Buenas tardes, señor Acerenza, es un honor que usted haya aceptado recibirme.

-Ufff... Murmullovsky, traeme un cronómetro.

-Traigo una carta del comisario Oxobí, que fue el que insistió en que usted podría ayudarme.

-¿Desde cuándo estás tan formal conmigo, Dany?.

-¿Perdón?.

-Mirá, por más problemas que tengas con la memoria, me parece imposible que hayas podido olvidar todo lo que pasó entre nosotros.

-¿Nosotros? –dijo, sin intentar disimular una mueca de asco. Sé, por mi experiencia, que muchas mujeres cuando están muy excitadas sexualmente, intentan disimularlo fingiendo una expresión similar a la nausea. Es la compleja mentalidad femenina.

-Confieso que ya tengo algunos años y no podría soportar otra noche igual. Debés de entender que un hombre, aún si es fuerte y vigoroso como yo, tiene un límite para la pasión. Y si bien me llevaste al cielo de donde no he descendido en todos estos meses que llevamos de relación, no podré hacer el amor diecisiete veces por segundo día consecutivo. Sé que es duro para ti...

-¡No sea ridículo, señor Acerenza! –me interrumpió después de haber leído detenidamente toda su pierna derecha- me he tatuado el nombre de todos los novios que he tenido y usted no figura por cierto, como puede ver.

Miré la lista, por supuesto, como harían todos ustedes. Una lista demasiado larga para mi gusto, aunque hay que reconocer que siempre esa lista es demasiado larga para el gusto de los hombres.

-Además, el que tenga serios problemas de memoria no quiere decir que carezca de olfato o de aparato digestivo –agregó, por si hicieran falta más humillaciones.

-¿Querés decir que olvidaste escribir mi nombre?.

-Buenas tardes, señor Acerenza, es un honor que usted haya aceptado recibirme.

-Hola, Daniela.

-Traigo una carta del comisario Oxobí, que fue el que insistió en que usted podría ayudarme.

-Bueno, ya te la leo.

-Por favor, señor Acerenza. Deje de escribir con lapicera en mi pierna. Sólo valen los tatuajes, los nombres están tatuados. ¡Ufa, todos los hombres hacen lo mismo!.

-Acordate –dije, mientras comenzaba el lentísimo proceso de intentar incorporarme de nuevo- yo detective, Leopardo, Carola, catorce o más.

-No sé de qué me está hablando –contestó mientras comenzaba la repetida ceremonia de mirarse todos los mensajes, que era a lo único que yo podía aspirar sexualmente con una mujer con menos de cien kilos.

-¿No tendrás algún tatuaje en los pechos?.

-Si quiere ver pechos, siga navegando con su computadora en esa página asquerosa en la que está...

-Auch, ¿podrías hacerme el favor de apagarla tú, que seguramente demorarás varios días menos que yo en llegar hasta allá?.

-Está bien, pero no se propase conmigo.

-¡Esperá!. ¡No la apagués del todo!. Escribí bien grande: “Yo soy el detective Ivo Acerenza. El asesino llamado “Leopardo” mató a Carola. Vos sabés quién es. Yo lo voy a atrapar”.

-...ya está.

-Imprimí eso.

-Buscá en la red alguna foto de Carola. Preferentemente, de cuando estaba viva.

-Carola le decía yo. Se llamaba Carolina, la pobre.

-¿Te estás acordando?.

-Sí, ya me acuerdo de todo.

-Rápido... ¿quién la mató?.

-Buenas tardes, señor Acerenza, es un honor que usted haya aceptado recibirme.

Me dejé caer al piso (si bien no había avanzado mucho desde que me había arrodillado para escribir en su pierna) totalmente frustrado. Me podría haber tocado algún testigo más fácil: una vieja con Alzheimer, un retardado mental, un psicótico de la Segunda Guerra Mundial que siguiera esperando el ataque de los japoneses, Helen Keller antes del tratamiento, un periodista deportivo compatriota que insistiera en que la FIFA reconoce a las Olimpiadas del 24 y del 28 como campeonatos mundiales, etc.

-¿Me lo hacés a propósito?.

-Traigo una carta del comisario Oxobí, que fue el que insistió en que usted podría ayudarme.

-Rápido, leé el papel que tenés escrito en la mano y decime qué recordás.

-¿Es alguna clase de test sicológico?.

-Sí, y si no me decís el nombre del asesino, vas a terminar internada en el Etchepare donde no se van a tomar la molestia de escribirte el nombre en las patas para violarte.

-¿Quién es Etchepare?.

-No sé, ni me interesa. Leé el papel, haceme el favor.

-Pero...

-No sos mi esposa. No discutás todo lo que te digo...

-Acá dice: “Yo soy... Carola... voy a atrapar”..., ¿qué significa todo esto?.

-¿Me vas a anunciar que ya te acordás quién es el “Leopardo” un segundo antes de que te dé de vuelta la chiripioca?.

-¿La qué?.

-Apurate que ya se te va la memoria...

-Yo me llamo...

-Acordate: tu amiga Carola o Carolina... el tipo que se la llevó...

-Buenas tardes, señor Acerenza, es un honor que usted haya aceptado recibirme.

Le pegué un muy sonoro chiflido a Murmullovsky que, como otras veces, acudió inmediatamente. Se ve que ya estuvo casada.

-Traigo una carta del comisario Oxobí, que fue el que insistió en que usted podría ayudarme.

-Echala a patadas. Prefiero al comisario, con eso ya te digo todo.

-Ndt, flc. Nsprq, prlvj sclntcntg.

-¿Qué dice?. No recuerdo saber otro idioma.

-Sacala de acá. Y si podés, sacá a mis hijos, también.

-Vnprc, qcnds clntsjdd. Dcqnpd nmvrs.

-¡Ya me acordé!. ¡Ya me acordé quién es el “Leopardo”!.

-Espero que no te acordés cuando te invite a salir. ¡Fuck yu!.

ºººººººººººººººººººººººººººº

-Al final, tanto que jodías y te pusiste a trabajar en el caso...

-No me rompas las bolas, Chirola. Ah, ya que andás por esos campos, ¿por qué no le preguntás a las víctimas quién es el asesino ese y terminamos el asunto de una buena vez?.

-¿Viste cómo tengo razón?.

-Dale, si estás al pedo todo el día.

-Sí, porque tu agenda está hasta la manija...

-Me la comí hace años. No es que me moleste que vengas acá, ¿pero no hay televisión allá en el Otro Mundo?.

-Estás viendo demasiados dibujitos animados. Nada que ver.

-¿Por qué?. Contame cómo es la vida después de la muerte –insistí- ¿hay angelitos en bolas y todo eso?.

-Si querés saberlo, mirá el cuadro de Blanes.

-¡Qué hijo de puta!. ¿Estás escuchando todo lo que se habla acá?.

-Por suerte, no todo.

-Pero contá, ladilla...

-Dejá, te perdés lo mejor. Cambiemos de tema o si no, me voy.

-¿Y de qué voy a hablar con un muerto?. ¿De básquetbol?. Con un argentino hablo de Maradona, con un árabe de religión y con un tano de tallarines...

-Cada día estás más burro...

-¿Por qué te interesa tanto el partido Ferencvaros contra Ujpesti?. ¿De qué cuadro sos hincha en Hungría?.

-Yo qué sé, boludo. Es lo único que hay para mirar.

-Nada que ver. Tenés en el cable: –dejame ver la revista- 16 canales de reality-shows donde muestran vagabundos, bichicomes y demás desdentados cagándose a palos; 38 canales de concursos con la apasionante incógnita de si un guacho que no sabe decir palabras con más de dos sílabas va a adivinar si Ghandi vivió antes o después de Cristo para ganarse una secadora de pelo; 62 canales de series de estudiantes yanquis que compiten para ver quién es más “popular” en la fiesta del Día de Acción de Gracias; 147 canales de seriales del reprimidísimo y/o particularmente imbécil humor yanqui y/o del reprimidísimo y/o particularmente imbécil humor porteño; 19 canales de noticieros de las estrellas donde la noticia de la semana es que la reputaza de una vedette trató de chango a la reputaza de una actriz de teleteatro; 55 canales de noticias donde nunca informan que...

-¡Mamá!. La Carpa Con Patas está hablando solo...

-¡Callate la boca, guacha trancahuevos!. Estoy hablando con mi amigo invisible, que por lo menos no es una brisca como vos que cuando se despierta no sabe quienes carajo son los tipos en bolas que están con ella.

-¡Mamá, mamá!. ¡Me está relajando el gordo peyón de tu marido!. ¡Mamá!. ¿Dónde mierda estás?.

Sonó el teléfono armando un distorsionadísimo barullo por los cuatro parlantes que emitían una melodía de moda hace años y que costó un Perú bajarla por la red. Me apuré a atenderla porque quienquiera que sea, siempre sería más amable que cualquier conversación rutinaria en el seno de la familia como la que estaba teniendo con Federica.

No me equivoqué, era otra amenaza de muerte.

-Dejate de meterte donde no te llaman o lo vas a lamentar el resto de tu vida...

-Mirá, botija. Tengo una hija puta y un hijo colorado. Nada puede asustarme a esta altura.

-Ellos pueden ser los próximos.

-¿En serio?. ¿Cuánto me cobrás?.

-¡Hijo de puta!. ¡Ni siquiera respetás a tus hijos!.

-Vos porque no los conocés... aparte, ¿vos que hablás?. Yo, por lo menos, no me dedico a estas pajerías de hacerme el machito amenazando por teléfono.

-No me hago el nada. Voy a ir ahí y te voy a bajar todos los dientes.

-Sí, a chupones, centolla. Todos los de Inteligencia se sientan en la vara.

-¿Quién te dijo que soy de Inteligencia?.

-El aparato éste captador, o como mierda se llame, boludo. Aunque por lo imbécil que sos, estarás ahí de colado.

Me cortó abruptamente. No hay caso, ya no hay respeto por la gente mayor.

Esta charla amistosa me había traído hambre. Necesitaba algo dulce y sabía que la yegua se había comprado -en secreto- uno de esos postres de frutilla que justifica holgadamente el asesinato impiadoso de todos esos cretinos que pretenden demonizar a la obesidad.

Sí, ya sé que tendría que bajar como treinta kilos para ser solamente obeso.

Pero puse entusiastamente manos a la obra. Cuando finalmente entré en el cuarto donde están los teléfonos del servicio al suicida, mi esposa estaba siendo poseída –discúlpenme la delicadeza- por su novio. Como habían elegido una posición en la que ambos quedaban mirando para allá, intenté robarme el plato con la torta, dado que –al igual que todos los otros integrantes de la familia- conocía perfectamente el lugar donde lo escondía, como ya saben, para poder comer sin sentir vergüenza tampoco de eso.

Pero sí terminó avergonzándose de lo que estaba haciendo porque –con mi ya legendaria torpeza que crecía en directa proporción a mis años y a mis quilos- me tropecé y tiré muy ruidosamente al piso varios aparatos de comunicación, discos, libros, un par de vasos, la cucharita para la torta y decenas de otros objetos, aunque no la susodicha torta, afortunadamente.

Luego de un par de gritos histéricos, pudieron separarse –por decirlo así- y trataron de taparse sus adúlteros –y ya no tan jóvenes- cuerpos.

-Ya me voy, ya me voy –dije mientras ingería la primera cucharada.

-¡Ivo!. ¿Qué estás haciendo?.

-Comiendo la torta que vos tenés prohibida en la dieta de la alcachofa esa que seguís.

-No es lo que usted cree –balbuceó el comentarista deportivo que amaba a la perra no sorprendentemente si consideramos lo exitosamente que ha conseguido mantener la firmeza de algunas de sus carnes a pesar de su edad, pero sí si hacemos la cuenta de los miles de palabras inútiles e hirientes por minuto que es capaz de expeler al pobre desgraciado con el que se haya agarrado confianza, mientras no podía evitar eyacular, afortunadamente sobre uno de los escasísimos rincones de la casa que están sin tener una alfombra o algo de eso en el piso.

-Espero que sí. Me encantan las tortas de frutilla y/o chocolate con miles de calorías que me eleven varios puntos la glicemia. Sería terrible si ésta fuera una torta de alguna de esas verduras inmundas que ella finge comer.

-¿No podés tener un poco de decencia y golpear la puerta antes de entrar?

-Si hubiera tenido un mínimo de decencia no me hubiera casado con la hija de un jerarca público de derecha. Además, no tenía ganas de esperar cinco minutos mientras se visten y se ponen a hacer como que están leyendo un libro. Más, si corro el riesgo que te comas vos la torta.

-Cométela de una buena vez y dejate de joderme, gordo de mierda...

-Lo mismo digo.

-¿No podríamos arreglar esto de otra manera?

-Ésa era la frase preferida de mi suegro, Lucifer lo tenga en la gloria. No hay nada que arreglar, m’hijo. Mientras usted la atienda, se olvida por un rato de romperme los huevos. Usted para mí es un amigo, después véngase a tomar un quegüis y a mirar fútbol, que probablemente lo va a pasar mejor.

-Eeehhh...

-¡No le contestés, estúpido!. Qué carajo, todos los hombres son iguales...

-Me voy –dije, comenzando la retirada feliz de haberla hecho enojar no sólo arruinándole un orgasmo- porque me vinieron ganas de comer algo salado. Vestite, que vas a rayar la alfombra con tus tetas.

Después de comer en un paquete de esas cosas llenas de grasa con levísimo gusto a queso a los que todos los meses le cambian el nombre, me dormí una siesta agotado por los muchísimos metros que había caminado, sabedor de que la que te dije iba a despedir al choma tratando de que no lo vieran nuestros hijos –que ya conocían hasta su número de cédula- para venir a recriminarme que no supiera guardar las apariencias. Mi primer contraataque, como siempre, sería que estoy orgulloso de ello.

Cuando llegó, todo se desarrolló como indica el reglamento. Ella comenzó a echarme en cara decenas de cosas que habían ocurrido hacía bastantes años y que no tenían nada que ver con el tema en cuestión, sin dejar de acusarme de ser frío, egoísta e indiferente a sus sentimientos. Yo negaba todos sus argumentos, teniendo la amabilidad que ella no merecía, de hacer esfuerzos sobrehumanos para no dormirme y advirtiendo que mis hijos estaban escuchando detrás de la puerta, indudablemente para tener más elementos con los cuales burlarse de mí en el futuro inmediato.

-Tenés que cambiar, tenés que recapacitar. No podés seguir por este mismo camino. No me importa si vos me echás toda la culpa a mí, porque sé que no hubiera llegado a esto si vos fueras diferente. ¿Qué pensás de la vida?. ¿Qué pensás seguir haciendo encerrado acá?. Hacé todas las estupideces que quieras y decí por ahí lo que quieras de mí, que yo tengo la conciencia tranquila y yo sé qué clase de esposa y de madre soy.

-A mí no me molesta que te encamés con otro tipo. Me parece lo más normal del mundo. Ninguna mujer decente de más de cuarenta años puede querer tener sexo sólo con su marido, o a pesar de su marido. Pero por lo menos, podrías haberte buscado un hombre de verdad y no un comentarista de fútbol. ¿Cómo podés excitarte con un tipo que se gana la vida tratando de demostrar que si Peñarol y Nacional ganan todos los campeonatos, no es porque los jueces y los dirigentes de la A.U.F. cagan a los cuadros chicos?.

-Cortala con eso. No me interesa el fútbol. Estoy hablando de nuestra vida, de nuestro matrimonio, que es lo que a mí me interesa.

-Sí, ya vi lo que te interesa y por dónde.

-¡Sos un mongólico!. ¿No podés hablar en serio?. ¿No podés comportarte en forma adulta?. ¿No te das cuenta que acá no existís como esposo ni como padre?.

-Ya me di cuenta hace décadas.

-Ivo, ¿por qué cambiaste tanto en estos años?. ¿Por qué no podés ser el mismo de antes?.

-Soy la misma mierda de siempre. Lo único que antes pesaba menos de cien quilos y no tenía guita. Y se me paraba.

Sonó en ese momento –y para mí tuvo el mismo dulce sentido que para muchos boxeadores noqueados y con el hígado y el cerebro inutilizados permanentemente (o sea, todos los boxeadores profesionales) tiene la campana de finalización del round- algún aparato extraño de esos que jamás sabré utilizar ni llamar por su nombre.

-Es tu celular –me informo por primera vez de la tenencia de una cosa de esas por parte de mi persona- con un mensaje de tu querida.

Al mostrarme la pantalla, sólo veo un absurdo e inconducente amasijo de consonantes.

-¿Cómo es que le entendés, si ni siquiera sabemos en qué idioma habla?.

-Jamás le entendí una palabra –contesté- al igual que todos. A veces adivino lo que quiere decir y en otras veces no tengo ni la más prostituta idea y le digo cualquier cosa. Por eso es que debe creerse que estamos casados ella y yo.

-¿Por qué con ella lo podés hacer y conmigo no?.

-Probá con hablarme en bosnio. El hablar el mismo idioma es lo que destruye todos los matrimonios –agregué, creyendo haber inventado la pólvora.

Aproveché que el pasillo está en bajada para huir lo más rápido que pude que, como bien saben ustedes, no es mucho. Murmullovsky quería decirme –creo- que otro idiota venía a perturbar la paz del hogar con alguna absurda teoría acerca del verdadero fin de los Templarios, del triángulo de las Bermudas o, lo que es peor, de la identidad del “Leopardo”.

-¿Usted sabe quienes eran realmente los asaltantes de la joyería de hace un par de meses? –comenzó, luego de intentar vanamente que lo saludara.

-Sí, tres muertos.

-Así fue. ¿Pero sabe en realidad quiénes eran?.

-Tres aprendices que esperaban llenarse de guita fácil. A uno lo mató un milico, a otro un francotirador pagado con nuestros impuestos y el último, se suicidó en prisión después de haber denunciado repetidas veces que lo habían amenazado por lo que sabía.

-Justamente, señor Acerenza, ¿pero qué era lo que sabía?.

-Obviamente, el nombre del jerarca del Gobierno que había cobrado para impedir que prosperara la investigación posterior. O directamente, que había organizado el golpe y hecho todos los contactos.

-En eso se equivoca. Lo que ellos sabían era la verdadera nacionalidad de Carlos Gardel.

-Murmullovsky, buscá en la guía el número para contratar a un asesino a sueldo.

-Por supuesto que no traje el verdadero documento conmigo, por elementales razones de seguridad, pero aquí le presento una fotocopia de la partida de nacimiento original del Inmortal Morocho del Abasto, que demuestra sin margen de dudas que nació en la pequeña localidad de Tacuarembis, Lituania.

-Eso es una gansada. Todo el mundo sabe que nació en Toulouse de padre indiscutiblemente desconocido y que la madre lo trajo para el Río de la Plata cuando era un bebé, mientras seguía a un marinero coreano -por decirlo sutilmente- y tuvo más culo que alma en su carrera como cantante y además, la inmensa –y dolorosa- fortuna de morirse relativamente joven, justo cuando empezaban a caérsele a pedazos las cuerdas vocales. Pero ya llevamos casi cien años de que le inventen todos los días padres, esposas, hijos, novios y terroristas que provocaron el accidente del avión en Medellín.

-Bueno, de su vida no tengo nada que decir. Pero hemos podido probar que esta partida es la verdadera, sin ningún lugar a dudas.

-Me importa tres carajos dónde nació Gardel, dónde nació Tortorelli y dónde nació mi madre. Eso sólo le puede importar a un viejo choto que esté todo el día al pedo en un asilo –agregué, después de advertir que esa descripción coincidía bastante bien conmigo.

-Sin embargo, hemos sido amenazados de muerte reiteradas veces y tenemos razones para creer que...

Se interrumpió porque –también para mi asombro- Murmullovsky le sacó no muy delicadamente el papelucho de las manos y comenzó a leerlo, sin contener las lágrimas.

-Ytmbnsy dTcrmbs.

-¿Qué dice?. No... no puedo entender.

-Una de dos –contesté- o es mellada como siempre creí, o ella también nació en ese pueblo raro y habla la lengua de ahí.

-Mmdr chngb jntcl mdrdst.

-Parece que sí, reconoce a la gente que está ahí.

-¿Tacuarembis? –preguntó el tipo.

-S. Tcrmbs.

-¿Eso quiere decir que la gorda es lituana y Gardel también?.

-En realidad, no... Tacuarembis pertenecía a Prusia a fines del siglo XIX. Después pasó a formar parte de Finlandia, de Polonia y de Suecia. Con la invasión de los nazis perteneció a Alemania y a Dinamarca después, hasta que terminó formando parte de la Unión Soviética. Desde el derrumbe de ésta, se integró a Lituania. Vio cómo son los europeos...

-Eso quiere decir que es de...

-Depende de en qué año nació. ¿Usted lo sabe?.

-Jamás me lo va a decir porque tengo sexo con ella. Entre nosotros... ¿no podría decir que la villa ésa forma parte de Croacia?. Hay mucha guita en juego, ¿sabe?. O sea, vamo y vamo, ¿me entiende?.

-Sinceramente, no. No sé de qué me habla.

-Está bien. No importa. En realidad, no sabemos de qué país era Gardel, aquella o probablemente, nadie. ¿Qué cuernos tiene que ver eso con el robo de la joyería?.

-Que no fue un robo.

-¿Éso también lo dice la partida de nacimiento?.

-Claro que no. Pero insisto, ¿usted sabe quiénes eran en realidad los supuestos ladrones?.

-¿Tres monjes dominicos que custodiaban los papiros donde estaban todos los secretos del Uruguay?. Ya que estamos, ¿dónde está el tesoro de las Massilotti?.

-No se burle, por favor, señor Acerenza. Ellos eran jóvenes estudiantes de la Licenciatura un poco demasiado entusiastas, que querían financiar nuestras investigaciones y emplearon métodos que nosotros no compartimos.

-Afanar.

-Sí, si usted quiere llamarlo así. Todos estábamos muy entusiasmados con nuestras desinteresadas investigaciones históricas, sin ningún tipo de ayuda o subsidio del gobierno pero no podemos aprobar un comportamiento ilegal.

-A diferencia de lo que hace el gobierno.

-Estábamos buscando, no sin dificultades, un patrocinador privado que nos permitiera seguir trabajando en este tema que le mostré y otros no menos importantes. Pero lo de estos tres muchachos nos ha complicado la vida, realmente.

-Sigo sin encontrar una relación mínimamente lógica entre los estudios de historia y la joyería. ¿Para qué meterse a robar en uno de los lugares con mejor seguridad de todo Montevideo?. No es el mejor lugar para debutar, precisamente.

-Hay otra historia detrás. Un poco sórdida.

-Siempre hay una historia sórdida detrás –aproveché para usar la frase más ingeniosa que acuñé en toda mi vida que no estuviera relacionada con el fútbol.

-Bueno, la chica que es menor de edad, era la novia de uno de ellos.

-¿La que tomaron de rehén?.

-Sí, Madelón Berro Irureta todavía no había festejado los quince años y estaba embarazada de nuestro joven compañero.

-¿Y?.

-El negocio es del padre de la mejor amiga de ella y pensaron que si robaban algunas joyas rápidamente y simulaban un secuestro, podrían tener más dinero no sólo para nosotros sino también para la pareja...

-Y podrían justificar ante la alta sociedad el embarazo.

-Exacto. Usted sabe que esos detalles son muy importantes en determinados círculos. El padre de la chica es muy influyente.

-Y tiene contactos en algún cargo decisivo en Jefatura, que fue la que ordenó matar a los tres...

-No exactamente. Hay rumores de que su gran amigo, el Ministro de Educación y Cultura, interviene sutilmente en todas las licitaciones de su cartera que son ganadas invariablemente por el padre de la novia de nuestro desgraciado ayudante.

-¿Él es que provee de joyas a las escuelas públicas?.

-Por favor, señor Acerenza. La joyería es sólo el negocio visible de la fortuna del poderoso señor Berro Irureta. Casi todos los suministros de Primaria son vendidos por ese hombre que tiene numerosas empresas a nombre de testaferros. Es muchísimo dinero por año.

-Sé más de lo que quisiera de esas cosas. O sea que el robo fue una parodia que salió mal...

-Lamentablemente, sí. No sabemos si en la joyería estaban informados o si los tres muchachos organizaron mal ese acto insensato, pero lo cierto es que en segundos estaban rodeados de una enorme cantidad de policías y ya no supieron qué hacer.

-Yo tampoco sé qué hacer ahora. Usted me decía que están amenazados de muerte. Sé que todos los tangueros son capaces de la más terrible violencia con tal de conseguir que sus hijos compartan sus repugnantes gustos musicales, aunque supongo que no será para tanto y que en realidad, a ustedes los persiguen por el “robo”.

-Sí. Digamos que así es.

-¿O están trabajando en algún documento histórico que sea aún más urticante que ese que dice que Gardel era noruego?.

-No dice eso la partida de nacimiento. Pero no, en general estudiamos hechos del siglo XIX.

-¿No están viendo nada de los manejos económicos de la dictadura militar y de las complicidades civiles?.

-No, señor Acerenza. No tenemos nada que ver con ese tipo de temas. Todavía falta la perspectiva histórica para poder considerar esas cosas con madurez.

-Sí, no lo dudo. Apenas han pasado cincuenta y pico de años.

-No es el propósito de mi visita discutir los objetivos que persigue nuestro grupo. Vine acá porque pensé que podía ayudarnos dada la situación de peligro en que nos hemos visto envueltos por la imprudencia de nuestros colaboradores.

-Y no es el propósito de la penosa última etapa de mi vida dedicarme a otra cosa que no sea suicidarme lentamente comiendo todo lo que no puedo y viendo televisión uruguaya.

-Tenemos razones para creer que hicieron atrapar a los muchachos para demonizar a nuestro grupo de estudio para que no siga con sus actividades. Piense que si pudiéramos enseñar con pruebas irrefutables y sin ninguna duda a la sociedad que Gardel no era uruguayo, dónde está Amodio Pérez y cómo fue en realidad la vida de Artigas, peligraría la industria editorial de este país.

-Sí, estoy angustiadísimo por el tema. Váyase inmediatamente, que tanta agitación me ha dado hambre.

-¿No nos va a ayudar?.

-Nadie en Carrasco ayuda a nadie. Murmullovsky, acompañá al señor que se va. Y si se resiste a borrarse, mostrale tus dos tetas así aprende a no molestarme.

-¡Empieza el partido! –vocifera tronituante mi hijo, exacerbado su temperamento por el monto del pozo de las apuestas.

Están jugando los últimos partidos de las Eliminatorias para el Mundial y se les acaban las posibilidades de adivinar la nacionalidad de nuestra ¿doméstica?. Mientras se desarrolla la ridícula escena de ejecutar los himnos nacionales y enarbolar las banderas patrias, todos la miran pero ella sigue sin emocionarse ni inmutarse en lo más mínimo.

En un canal transmiten el partido entre Eslovenia y Eslovaquia, lo que lleva a la confusión a jugadores, técnicos, árbitros, relatores y dirigentes de la F.I.F.A.; en otro, juegan dos repúblicas ex soviéticas que nadie sabía que se habían independizado y que nunca lo pidieron y en un tercero, el Imperio Astro-Húngaro contra las Antillas Polacas. Comienzan los partidos y como Murmullovsky permanece absolutamente desinteresada en el tema, todos se retiran desilusionados y dudando de la conveniencia de mantenerla con vida, dejándonos la posibilidad de mirar la tele solos.

Pero me equivocaba. En realidad, se escondieron torpemente para espiarnos a ambos. Probablemente, para poder apreciar la poco vista escena de trescientos quilos de lujuria intercontinental, o seguramente para escuchar si por casualidad ella me confesaba finalmente en voz alta de qué país vino y dar por finalizada la penca. Cosa que no haría, obviamente, porque yo ya lo sabía. O algo así.

-Si son insoportables las eliminatorias, peor va a ser el Mundial.

-¿Prq?.

-Porque ahí juega Uruguay. Bueno, ya conseguimos que la celeste jugara un Mundial. Creo que organizarlo es la única manera que nos queda de ahora en más de participar. Ahora, para ganar otro, vamos a tener que esperar a que se desate una nueva guerra mundial con bombas nucleares, campos de concentración y millones de muertos. ¿O te parece una coincidencia que hayan habido dos guerras mundiales y dos campeonatos del mundo ganados poco después por nosotros?.

-Ns, nmntrs.

-Y así poder pagar nuestra deuda externa vendiéndoles vacas a los europeos que estarán muertos de hambre y llenos de isótopos –continué con mi absurdo discurso, sabiendo que hace enfurecer a Adalberto- los tipos muriéndose a paladas por los tumores provocados por las radiaciones, no se preocuparán por el cáncer de colon que provoca la carne vacuna.

-Nm brrsms cntsdsprts. Sclftbl, prfvr.

-Bueno, vamos a ver qué hay de bueno en el cable. Fue un chiste –le aclaro pero bien sabemos que los escandinavos, balcánicos y eslavos no tienen el exquisito sentido del humor característico de la picardía criolla- éste es mi programa religioso preferido. Le ha dado un sentido diferente a mi existencia.

-¿Nsr?.

-Por supuesto. Es la repetición de la misa que da todas las noches en todos los canales de aire la secta “Dios te caga la vida”.

-Ncrq sllms rlmnt.

-Ver estas cosas de supuestos paralíticos que comienzan a caminar gracias a su Fe me excitan. ¿Vamos a ver si podemos hacer una posición nueva que vi en un canal de documentales de animales?. Esta alfombra se lo merece...

-Pltd...