EL SÍNDROME GABRIELA SABATINI
Gabriela Sabatini es una ex tenista argentina que ganó un Grand Slam (Estados Unidos 90), 27 torneos en general, llegó al nº 3 del ranking mundial en 1989 y se mantuvo entre las diez mejores durante una década completa. Una carrera envidiable, que la hace permanecer como una de las más grandes de Sud América de todos los tiempos.
Sin embargo, para los argentinos, durante su carrera fue poco menos que una fracasada porque nunca llegó al nº 1. Ahora lo olvidaron pero poco faltó para que dijeran que no llegó hasta ser la mejor porque no tenía "huevos".
Por cierto, llegar a la cumbre de una disciplina deportiva profesional no es para cualquiera y no es claramente una cuestión de voluntad. Tampoco de heroísmo o de hormonas. Es hasta cuestión de suerte, dependiendo de quienes tengas como rivales de generación.
En todo caso, además de terribles condiciones naturales se tiene que tener una capacidad de sacrificio, de entrenamiento, de perfeccionamiento y de superación fuera de lo común. Y la cabecita muy pero muy ubicada para mantenerse. Gente así hay muchas pero solo una -por vez- llega al primer lugar.
Está claro que para cualquiera tendría que ser motivo de orgullo tener una -o un- tenista en la elite aunque no sea el número uno. Que ganar un Grand Slam (aunque sea uno solo) es terrible logro. Que sólo los elegidos llegan al top-ten y que muchísimo más difícil que eso es mantenerse allí durante muchos años, como hizo Sabatini. Sí, quedó por debajo de Steffi Graff y de Martina Navratilova, indiscutiblemente. Como todas. Pero de ahí a descartar su carrera o decir que no tenía lo que tenía que tener para triunfar...
La prueba está en que no volvieron a tener una tenista mujer que se acercara ni remotamente a la carrera de Gabriela. Podría citar a Paola Suárez, pero solamente en lo que respecta a la modalidad de dobles. No es lo mismo.
Los argentinos sufren de lo que llamo el síndrome Sabatini. Si tienen a alguien que llega a la cumbre de su profesión, está obligado a ser el número uno o, sino, no sirve para nada lo que hace. Ya sea Valeria Mazza cuando fue una top model o Julio Bocca, un bailarín celebrado, ellos se enloquecían repitiendo que eran los número uno en su especialidad. Lo que en realidad, no era cierto ni tenía por qué serlo. Pero por ser argentino, tenía que ser el mejor de todos.
¿Por qué?. Algunos absurdamente -o comercialmente- han querido hacer la comparación entre Pelé y Maradona, como si fuera obligatorio (o posible) determinar que uno fue el mejor de todos los tiempos. Obviamente, aunque el brasilero tuviera seis mundiales ganados por él solo y 15 Libertadores, los argentinos elegirían a "Maradó". ¿Pero por qué optar por uno y establecer una antinomia?.
La última moda en esta enfermedad es Lionel Messi. Indiscutiblemente, un excelente futbolista. Un definidor privilegiado y un muchacho que aún no ha dado todo lo que puede llegar a dar. Que triunfa en Barcelona, el equipo más exitoso e impresionante del momento. Todo eso es cierto pero también lo es que no tienen techo para el endiosamiento, ahora que ha llegado a lo más alto tanto en lo colectivo (su equipo salió campeón en Europa y en el mundo) como en lo individual (al ganar en 2009 las más prestigiosas votaciones como el mejor jugador del año).
Entiéndaseme bien: me parece perfecto que los argentinos estén orgullosos de que un jugador de ese país salga electo como el mejor. Y que lo destaquen. Ahora, ¿qué va a pasar si en 2010 queda segundo en esas votaciones?. ¿Qué, si no salen campeones del mundo? (algo que inevitablemente es lo más probable). ¿Qué pasa, en suma, si Messi siendo un notable futbolista, exitoso y virtuoso no llega a la altura del mejor-de-todos-los-tiempos?.
¿Pasará a ser un "cagón"?. ¿Un blandito?. ¿A no tener huevos?. ¿No empezarán, como acá con tantos, a decir que como tiene plata y no tiene "hambre", en la selección "no mete"?.
Del Potro, por ahora estás zafando. No hagas caso a la gilada...
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