9 de mayo de 2010

Cine: Historia Ilustrada 7

ALEMANIA: EL EXPRESIONISMO, LA U.F.A., LOS PRIMEROS GRANDES NOMBRES

En Alemania tardaron varios años en tener un cine interesante, tanto desde el punto de vista comercial como artístico. Recién en 1917, sobre el final de la Primera Guerra Mundial, desde el gobierno se impulsó un cartel de productores denominado U.F.A., que permitió una poderosa industria trabajando con el más moderno estudio de Europa. Tras la derrota bélica, el Estado se retiró la empresa pero quedaba en pie la infraestructura que iba a permitir los primeros grandes títulos.

Tras intentar imitar los éxitos históricos italianos, los germanos consiguieron triunfar en taquilla con seriales de aventuras -principalmente las dirigidas por Joe May y un joven arquitecto llamado Fritz Lang- y con las costosas reconstrucciones históricas de Ernst Lubitsch (fundamentalmente, una "Madame DuBarry" anti revolución de 1789 y una "Princesa de las ostras", parodia a la mentalidad norteamericana).

A Lang se le ofreció la realización del que terminaría siendo el film iniciador del expresionismo alemán en cine y el primer clásico de la nación. Sin embargo, "El gabinete del doctor Caligari" (foto 1) terminaría siendo dirigido por Robert Wiene, un mero artesano que tuvo su rato de fama por esta casualidad. Caligari era un hipnotizador de feria que hacía un número especial con el forzudo Cesare pero por las noches lo obligaba a cometer asesinatos. El libreto original planteaba al doctor como un representante de las autoridades cruel y manipulador. El propio Lang sugirió un final donde se mostrara que todo era el sueño de un internado en el manicomio donde Caligari era el bondadoso director. Los productores aceptaron el cambio, fundamentalmente por la amenaza de la censura. El verdadero valor de la película era el innovador uso de la escenografía no naturalista, realizada por pintores expresionistas.



Fragmento de "El gabinete del doctor Caligari" (1919)


Pese a lo que se cree normalmente, el expresionismo alemán en cine no tuvo muchas películas y no debe, por cierto, incluirse dentro de ese movimiento a todo el cine mudo germánico. Entre las más recordables que nos llegaron podría citarse a "El golem" (1920) de Paul Wegener (foto 2) y "El gabinete de las figuras de cera" (1924) de Paul Leni. Otro de los grandes sucesos del período fue "Nosferatu"(1922), de Friedrich W. Murnau (foto 3).

Realizada casi totalmente en escenarios naturales -a diferencia de Caligari- es una adaptación de la famosa novela "Drácula" de Bram Stoker, sin pagar los derechos. Probablemente sea la primera película de la historia del cine dentro del género de terror que efectivamente asusta, con su historia sobrenatural que prescinde bastante eficazmente del estilo epistolar de la novela original. Quizás el aspecto grotesco del vampiro parezca para los espectadores actuales demasiado recargado, pero escenas como la primera irrupción del Nosferatu en la habitación del joven notario donde la puerta se abre sin necesidad de que la toque el vampiro deben haber sido bastante atemorizantes en su época. Una curiosa leyenda afirmaba que el actor Max Schrenck era en realidad un seudónimo del propio director o, peor aún, de un vampiro real. Lo cierto es que Schrenck (que significa "susto") era el apellido real de un actor (foto 4) que realizó más de 30 largometrajes antes de morir a los 54 años de un infarto. Hay incluso una película de 2000 ("La sombra del vampiro") que recoge la leyenda.

Después de ese suceso, se le permitió por parte de la U.F.A. realizar a Murnau dos adaptaciones de clásicos no del todo satisfactorias: "Tartufo" y "Fausto", ambas con el célebre -y sobreactuado- Emil Jannings, quien también protagonizó el otro clásico alemán de Murnau: "La última carcajada". En ésta última, es un portero de hotel orgulloso de su cargo y de su ampuloso uniforme que un buen día, por un mínimo error es rebajado a trabajar en los retretes. La novedad, más allá del argumento, fue la movilidad de la cámara que, probablemente por primera vez en una película, se transformaba en el instrumento principal para narrar la historia, más allá del desempeño de los actores. Lamentablemente, los productores le impusieron un final feliz ridículamente improbable.


Fragmento de "Nosferatu"


Fragmento de "La última carcajada" (1924)

Lang fue el otro gran nombre del cine mudo alemán, aunque en realidad era austríaco. Aventurero, soldado en la guerra, con estudios avanzados de arquitectura, lo cual se nota en casi todas sus películas alemanas donde el decorado es fundamental tuvo un gran suceso con "El doctor Mabuse"(1922), que era similar a los otros films de aventuras en territorios exóticos que había realizado pero que presentaba a un malvado fascinante, que dirigía el crimen organizado en la conflictiva Berlín de la época, manejándolo con su habilidad para la hipnosis (como en Caligari). Posteriormente realizaría una costosa superproducción basada en la famosa leyenda germánica de los Nibelungos, dividida en dos títulos: "La muerte de Sigfrido" y "La venganza de Krimilda". Menos éxito comercial tendría "Metrópolis"(fotos 5 y 6), que sin embargo ha perdurado mejor considerada en la historia del cine pese a las confusiones ideológicas de la libretista Thea Von Harbou, esposa de Lang que terminaría afiliándose al partido nazi. El valor de "Metrópolis" radica en la fabulosa imaginación visual de su director -casi toda idea presentada aquí fue copiada repetidas veces décadas después- que se impone no sólo a su entreverado argumento sino también a las mutilaciones que recibió el metraje por parte de los productores, que siempre han tenido la curiosa idea de que podían mejorar el rendimiento taquillero de un filme cortándole escenas, cosa que jamás ha pasado. El reciente descubrimiento en Buenos Aires de una copia completa de casi 3 horas (las disponibles oscilan entre los 87 y los 124 minutos) nos permite alentar la esperanza de poder ver algún día "Metrópolis" tal como realmente Lang la diseñó.

Posteriormente realizó otro clásico "Las tres luces", donde una Muerte cansada de su desagradable tarea promete a una joven perdonar la vida de su amante si consigue que alguien muestre piedad por el destino del hombre pero no lo consigue en ninguna de las tres etapas de la Historia donde se repite la apuesta.

El otro título célebre del cine mudo alemán fue "Varieté" de E.A. Dupont, una historia melodramática en un circo, que valía por su montaje y su realismo. Otra obra de la vertiente realista fue "La calle de la alegría" donde coincidieron Asta Nielsen y las principiantes Greta Garbo y Marlene Dietrich (ésta solamente como extra), mostrando la cruel actualidad alemana de hambre y miseria en la post guerra.


Fragmento de "Metrópolis" (1926)

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