19 de diciembre de 2009

Fragmento de "El ojo cosmológico" de Henry Miller

Henry Miller (1891 - 1980) es un escritor estadounidense más recordado por los escándalos suscitados por sus novelas "Trópico de Cáncer" (1934) y "Trópico de Capricornio" (1939) que por su prosa. Fue un autor más preocupado por la crítica social y cultural de su país que por la pornografía, sin embargo. En el poco conocido libro recopilatorio de artículos "El ojo cosmológico" (1939) donde defiende como cineasta fundamental a un todavía desconocido Luis Buñuel, comenta en "Un étre etoilique" el diario de Anaïs Nais, escritora y -famosamente- su amante. No es una opinión muy imparcial que digamos, pero este fragmento vale como ejemplo del estilo inteligente, polémico e impetuoso de Miller.

Un étre étoilique (Fragmento)

En los últimos volúmenes observamos la aparición de títulos. Por ejemplo -y los ofrezco en orden cronológico- los siguientes: "La definida desaparición del demonio"; "Muerte y desintegración"; "El triunfo de la magia blanca"; "El nacimiento del humor en la ballena"; "Jugando a ser Dios"; "Fuego"; "Audacia"; "Vive la dynamite"; "El dios que ríe".

El empleo de títulos para indicar la naturaleza de un volumen señala un movimiento de gradual emergencia del laberinto. Implica que el Diario mismo ha sufrido radical transformación. Ya no es un fugaz panorama de impresiones, sino la consolidación de la experiencia en manojillos de fibra y músculo que concurren a la formación del nuevo cuerpo. El nuevo ser nace definitivamente y asciende hacia la luz del mundo cotidiano.

En los volúmenes anteriores se nos ofreció la crónica de la lucha por penetrar en el santuario mismo del yo: es la descripción de un mundo

penumbroso en el que los contornos de personas, cosas y acontecimientos resultan cada vez más esfumados como consecuencia de la inquisición involutiva. Sin embargo, más penetramos en las sombras y la confusión que reinan allá abajo, y más viva es la claridad. Toda la personalidad parece convertirse en un ojo devorador vuelto implacablemente sobre el yo. Finalmente, llega el momento en que este individuo, que estuvo mirando constantemente un espejo, ve con claridad tan enceguecedora, que el espejo se desvanece y la imagen se reincorpora al cuerpo del que se había separado. En este punto se restablece la visión normal, y la que había muerto se reincorpora al mundo viviente. En este momento precisamente cobra validez la profecíaescrita veinte años antes: "Un de ces jours je pourrais dire: mon journal, je suis arrivée au fond!" ( Uno de estos días podré decir: "¡Diario mío, he llegado al fondo!)

Si en los volúmenes anteriores el acento era de tristeza, de desilusión, como de quien está de más, ahora el acento es de gozo y realización.

Fuego, audacia, dinamita, risa... la elección misma de las palabras indica que la situación ha cambiado. El mundo se extiende ante ella como la mesa de un banquete: algo para gozar. Pero el apetito, en apariencia insaciable, está controlado. Ha desaparecido el antiguo deseo obsesivo de devorar todo lo que veía para conservarlo en su propia tumba privada. Ahora come sólo lo que la alimenta. El conducto digestivo antaño ubicuo, la gran ballena en que ella misma se había convertido,aparecen reemplazados por otros órganos con otras funciones.

Disminuye la exagerada simpatía por otros que acompañó cada uno de sus pasos. La aparición de un sentido del humor refleja la adquisición de una objetividad alcanzada solamente por quienes han conseguido realizarse.

No se trata de indiferencia, sino de tolerancia. La totalidad de visión determina un nuevo tipo de simpatía, de un tipo nuevo y no compulsivo.

Cambia el ritmo mismo del Diario. Ahora hay largos períodos, intervalos de completo silencio durante los cuales el gran aparato digestivo,que antaño era todo, disminuye la marcha para permitir el desarrollo de órganos complementarios. También el ojo parece cerrarse, satisfecho de permitir que el cuerpo sienta la presencia del mundo que lo rodea, en lugar de penetrarlo con una visión devastadora. Ya no se trata de un mundo de blanco y negro, de bien y mal, o de armonía y disonancia; no, ahora el mundo se ha convertido al fin en orquesta, con innumerables instrumentos capaces de ofrecer todos los matices y colores, una orquesta en la que aun las más abrumadoras disonancias adquieren expresión significativa. Es el definitivo mundo poético del Como Es. Ha concluido la inquisición, y acabados están el proceso y la tortura. Se alcanza un estado de absolución. Es el auténtico mundo católico, del que los católicos nada saben. Es el mundo eternamente perdurable, nunca hallado por quienes lo buscan.

Pues la mayoría de nosotros está frente al mundo como ante un espejo; nunca vemos nuestro auténtico yo porque jamás nos acercamos desprevenidos al espejo. Nos vemos como actores, pero el espectáculo para el cual ensayamos nunca sube a escena. Para presenciar el verdadero espectáculo, para participar finalmente en él, debemos perecer ante el espejo en una enceguecedora luz de comprensión.

Debemos perder no sólo la máscara y la vestidura sino también la carne y la sangre que ocultan el verdadero yo.

Lo cual sólo puede ser logrado mediante la iluminación, a través de la entrega voluntaria a la muerte. Pues cuando se llega a ese momento, nosotros, que nos imaginábamos sentados en el vientre de la ballena, y condenados a la nada, de pronto descubrimos que la ballena era una proyección de nuestra propia insuficiencia. Subsiste la ballena, pero ella se convierte en todo el ancho mundo, con estrellas y estaciones, con banquetes y festivales, con todo cuanto es maravilloso ver y tocar, y siendo ése el caso ya no se trata de una ballena, sino de algo innominado, porque es algo que está dentro tanto como fuera de nosotros. Podemos, si así nos place, devorar también a la ballena... pedazo a pedazo, durante la eternidad. Por mucho que devoremos, siempre habrá más ballena que hombre; pues lo que el hombre se apropia de la ballena retorna nuevamente a ésta en una forma o en otra. La ballena se transforma constantemente, a medida que el hombre mismo se transforma.

Sólo existen el hombre y la ballena, y el hombre está en la ballena y la posee. Así, también, sean cuales fueren las aguas habitadas por la ballena,también el hombre las habita; pero siempre como habitante interior de la ballena. Vienen y van las estaciones, estaciones al modo de la ballena, y todo el organismo de ésta resulta afectado. También el hombre se ve afectado en su condición de habitante interior de la ballena. Pero la ballena nunca muere, y tampoco el hombre en su interior, porque es imperecedero lo que juntos han establecido... la relación entre ambos. Y ambos viven en esto, a través de esto y por esto: no el agua, ni las estaciones, ni lo que es absorbido ni lo que desaparece. En este trascender al espejo, por así decirlo, hay una infinitud de la que no puede ofrecer la más mínima idea ninguna infinitud de imágenes. Se vive dentro del espíritu de transformación y no en el acto. La leyenda de la ballena se convierte así en el celebrado libro de transformaciones destinado a curar los males del mundo. Cada uno de los que se introducen en el cuerpo de la ballena y procura allí su propia resurrección está promoviendo la milagrosa transfiguración del mundo que, porque es humano, es sin embargo ilimitado.

El proceso total es un maravilloso fragmento de simbolismo dramático, en virtud del cual quien enfrentaba su propia perdición de pronto despierta y vive, y con un mero acto declarativo -el acto de declarar su condición de ser vivo - insufla vida a todo el mundo, y modifica interminablemente el rostro de este Último. Quien se levanta de su banco en el cuerpo de la ballena moviliza automáticamente una música orquestal a cuyos sones canta y baila cada ser vivo del universo, pasando en inacabable recreación el tiempo infinito.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Leer el mundo blog, bastante bueno