7 de mayo de 2012

Valorémosnos

"Valores son lo que falta" -se suele decir. Y es ese tipo de frases que no me banco y que salgo a replicar inmediatamente. Pero en este caso, estoy de acuerdo. Bastante de acuerdo, diría. En la convivencia diaria nos faltan eso tan inasible que llamamos "valores". Y nos estamos acostumbrando a verlos desaparecer de esa convivencia sin hacer nada, más que quejarnos. Bien uruguayo.

Nos estamos acostumbrando a que cada uno haga lo que se le antoja sin preocuparse jamás si molesta a alguien. Lo cual, me parece a mí, es algo muy diferente de saber defender la libertad o de tener mucha personalidad. Es más bien que no nos importa si jodemos al otro. Y así criamos a nuestros hijos, sin darles pautas de exigencias que tienen que cumplir, sin enseñarles que no deben ser egoístas y personalistas, sino todo lo contrario.

Ahora, que no me vengan con que antes sí que había valores. Mejor dicho, no me vengan con el latiguillo infantil y pelotudo de que antes todo el mundo era bueno, era solidario y era honesto. Con que se dejaban las puertas de las casas abiertas y todas esas cosas. No acepto de ninguna manera la postura reaccionaria de que antes todo era maravilloso. Porque no lo era, por cierto.

Tengo la teoría, por el contrario, que aquellas lluvias trajeron estos lodos. Y que de aquellos padres autoritarios e intolerantes salieron estos adultos de hoy que no saben ejercer con sus propios hijos la necesaria y educativa autoridad que necesitan recibir para tener valores sanos de convivencia. 

Muchos, de esos que nunca faltan, propugnarán por una vuelta a la vieja reacción. Recordarán -y exagerarán- con nostalgia los buenos tiempos en que un padre pegaba tres gritos y hacía lo que quería y los hijos callaban. O sacaba un cinto para castigarlos por cualquier cosa. A eso no queremos volver y resulta claro que esa sociedad hipócrita que guardaba las cosas sucias bajo la alfombra no puede volver.

Pero seguimos siendo -al igual que en los "buenos tiempos"- una sociedad donde somos incapaces de aceptar una regla, por más justa que sea. Donde todos tratamos de joder al otro y de robarle dos pesos, si podemos. Donde siempre que tenemos que hacer un trámite buscamos al amigo importante que nos pueda hacer saltearnos esa obligación. Nos comemos todas las luces del semáforo que podemos y tiramos papeles en la calle de lo más panchos.

Somos vivos.

Sin embargo, hay sociedades a las que les va mucho mejor que a nosotros, en donde la gente no es tan "viva" como acá y donde hay leyes no escritas que todo el mundo cumple. Porque se dan cuenta que así viven mejor. 

Obviamente, un semáforo no detiene a un auto. Pero allí saben que es mejor respetar esa regla de convivencia y así lo hacen. Qué giles que son, ¿no?.                              

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