Ya lo he contado hace mucho tiempo pero vale la pena repetirlo: en la década de los 90 tuve la costumbre durante varios años de comprar un abono para lo que entonces era la tercera rueda del Concurso de Carnaval: no una Liguilla sino una Rueda de Triunfadores, donde se presentaban durante unas cinco jornadas los conjuntos que habían conseguido los cuatro primeros lugares de cada categoría.
La propuesta era interesante: me aseguraba ver a los mejores del año, sin posibilidad téorica de clavarme viendo a un conjunto mediocre y, sin necesidad de ir todos los días (lo que me imagino es un periplo agotador para los que vivimos lejos del Ramón Collazo y laburamos) en una semanita tener un panorama razonablemente completo del concurso vigente.
Pues bien, fui varios años -pongamos 4 o 5- y mucho antes de que se cambiara el formato del concurso decidí no sacar más el abono y bajar mucho mi promedio de asistencia a los tablados (un par de veces por año, como mucho, si encuentro con quién ir). ¿La razón fundamental?. Me recontrapudrieron los discursos altisonantes, sensibleros e histéricos que improvisaban -o no- los perdedores, llevando cada derrota como una epopeya de lucha desigual contra los poderosos que osaban negarles el triunfo en su categoría. Lo curioso es que al año siguiente si uno de los que había perdido ahora salía primero, todo era Verdad y Justicia y el mundo andaba bien, mientras que si a los triunfadores del año pasado esta vez no se les daba, se subían al carro del discurso lloriqueante de sus colegas y hablaban pestes del jurado.
Señoras y señores: el ambiente del Carnaval montevideano es de terror.Groucho Marx confesaba en su autobiografía que nada en la vida le duele más al humorista que escuchar los aplausos que recibe un colega. Pues bien, la envidia es ley general y es una utopía sentir a un carnavalero hablar bien de un colega. Nunca -dicen ellos- pierden bien y siempre insinúan cosas turbias que nunca especificarán y, mucho menos, probarán. Que las ha habido -en épocas dictatoriales y un poco más acá- es innegable, pero ahora son sólo excusas. El vedettismo de la inmensa mayoría de quienes se suben al tablado -con escasísimas excepciones- es mayor que el de las divas de la ópera e incluye a esos tipos que son meros rellenos de conjuntos sin pena ni gloria. Las presiones y amenazas de "barras bravas" de algunos conjuntos y las zancadillas para conseguir tablados son cosas de todos los días. Por no decir que varios propietarios -algunos de ellos muy "progresistas" y "revolucionarios"- son bastante olvidadizos para ponerse al día con sus empleados. Especialmente, los que no suben al escenario, que tienen muchísima menos prensa, por cierto.
El ambiente es feo, la bilis que segregan los demás cuando a alguien le va bien es más que abundante y la tolerancia de los artistas a la crítica es igual a cero. Aparentemente pretenden que los periodistas -como en todas las actividades de la vida, de éstos hay buenos y mediocres, conocedores e improvisados- se limiten a rociarlos con todo su arsenal de elogios, no vaya a ser que la estrellita se enoje. El reciente episodio (en realidad, bastante menor) del insufrible Ariel "Pinocho" Sosa basureando al comentarista radial y de VTV Marcelo Fernández, gritando que para criticar hay que haber escrito una parodia, es una imbecilidad que debe de haber avergonzado a sus hijos. Lo peor de todo es que Sosa no es libretista de su conjunto. No escribe las parodias.
En resumen: no es oro todo lo que reluce, ni nada que se le parezca. Sigue habiendo muy buenos espectáculos que sobresalen por encima de la mediocridad, con creatividad y profesionalismo. Sobre todo en murgas; en mi opinión, la mejor categoría desde hace ya varios años. Pero si va a integrar un conjunto, piénselo.
3 comentarios:
Sote con Knor.
Tengo menos carnaval que Homs, pero no hay forma de estar ajena a la interminable "fiesta de Momo" si se vive en Montevideo, y voy a opinar con todo el derecho que me da el ser uruguaya (Doctorada en Opinología, solo por haber nacido acá). Si una persona para ejercer como crítico de una actividad debiera ejercerla previamente... ¡Mamita! Sería inviable cualquier actividad artística, deportiva, gastronómica... Es el argumento más endeble y al pedo que se pueda esgrimir.
Igual, Pinocho parodiándose a sí mismo y atacando al plumífero debe de ser de lo mejor del carnaval desde que echaron a Momo del Olimpo.
Lástima que era fuera de concurso.
Pinocho es uno de los mas insufribles malos perdedores del Carnaval, lo que no es poco decir.
Tambien pasa en el futbol y en el teatro (por nombrar sólo dos) que nadie se banca las críticas negativas. Pero en el carnaval la cosa es medio patoteril.
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