Los jóvenes que traerían tantos cambios en el cine francés y por extensión, en el mundo entero, armaron bastante revuelo en la industria, criticando duramente a los directores (y libretistas) más prestigiosos, llegando al borde del insulto personal, pero no eran revolucionarios. Muy poco tiempo, los veríamos plenamente integrados a la misma industria nacional, filmando con las principales estrellas (jóvenes) y con los presupuestos más generosos volcados a ellos, en detrimento de los Carné, Autant Lara, Duvivier y tantos otros que vieron perder definitivamente su posición.
En rigor, de los ciento y pico de nuevos realizadores que obtendrían su oportunidad para debutar en la dirección había -naturalmente- un enorme porcentaje de mediocres sin talento. De entre los que sí llegarían a cuajar una carrera apreciable, no había mucho más en común que la corta edad, algunos enemigos en común y una voluntad por agilizar la imagen y el relato cinematográfico, sintonizando con un público que iba a las salas mucho más joven de lo que productores y críticos estaban acostumbrados. Frente a la experimentación rabiosa de un Godard, estaba el formalismo intelectual de Resnais o la ternura de Truffaut. Hubo otros directores importantes en esa Nouvelle vague que no era estrictamente un movimiento artístico.
Poco se sabe aún hoy en día de la vida de Eric Rohmer (foto 1). Nacido aparentemente en 1920, comenzó como muchos otros en la revista Cahiers du cinema, donde fue el segundo de su fundador André Bazin, demostrando pronto su autoridad personal y su voluntad solitaria. Casi nunca trabajó con grandes estrellas, aunque tuvo fidelidad con actores como Fiodor Atkine, Arielle Dombasle y Marié Riviere y fotógrafos como Nestor Almendros. Debutó en el largo con "El signo del león"(1959), una comedia melancólica pero recién en 1967 con su segundo largometraje "La coleccionista" y con el tercero "Mi noche con Maud" (1969) es que conoceremos su verdadero estilo.
El cine rohmeriano es un cine de anécdotas leves, pudorosas, de personajes observados en su cotidaneidad, en su comunicación -e incomunicación- con sus semejantes. A diferencia de lo que suele pensarse no siempre se habla extensamente y no sólo del amor. Con el correr de los años tendió a simplificar cada vez más su estilo, con una trabajadísima naturalidad, con actores desconocidos y jóvenes, aunque hay variaciones en sus dos últimas películas, antes de fallecer en 2010, sin dar muestras de decadencia.
Louis Malle (1932-1995) (foto 2) es más bien un director por fuera de la nueva ola, coincidente con ella en el tiempo. Comenzó en el cine de una manera muy singular: como camarógrafo de los documentales marítimos del recordado Jacques Ives Cousteau, incluyendo "El mundo del silencio" (1956), ganadora de la Palma de Oro, un gesto insólito en el momento. En 1957 realizó un ingenioso policial "Ascensor para el cadalso" con música improvisada por el gran Miles Davis y provocó un gran escándalo al año siguiente con "Los amantes", protagonizada por Jeanne Moureau, su esposa en aquel momento, donde un adulterio era mostrado como una opción deseable más que un pecado y se mostraba el placer sexual de la protagonista, aunque fuera solamente a través de su rostro.
Malle continuaría con una carrera irregular, donde alternaría tanto éxitos ("Soplo al corazón","Atlantic city") como fracasos ("El ladrón, "La bahía del odio"); películas caras ("Viva María", "Pretty baby") con producciones modestas ("Calcuta", "Mi cena con André), varias mediocridades con un cine valioso ("El fuego fatuo" (foto 3), el mencionado documental "Calcuta", más cerca en el tiempo "Adiós a los niños"). Sin ser poseedor de un estilo reconocible, Malle demostró ser un realizador mucho más inquieto de lo que se suele reconocer, aunque haya sabido manejarse mejor que muchos otros con la industria, tanto la de su país natal, como la Hollywood, donde trabajó entre 1978 y 1986
Claude Chabrol (foto 4) se casó muy joven con una chica de familia acaudalada y pudo ingresar fácilmente a la realización de películas, su gran pasión. Había escrito, poco antes, un librito junto a Rohmer donde quizás por primera vez se reinvindicaba a Alfred Hitckcock como un maestro del cine y no como un artesano de películas de suspenso, tal como era la opinión mayoritaria.
Sus dos primeros largometrajes ("El bello Sergio" (1958) (foto 5), "Los primos" (1959)) eran ingeniosos y propios del estilo ágil y juvenil que mayoritariamente estaban imponiendo sus colegas de Cahiers en la época, pero pronto se decantaría por un género cinematográfico que no se puede definir de otra manera que como chabroliano: intrigas semi policiales, generalmente centrados en personajes -principalmente familias- de la burguesía de provincias, que suele ocultar pecados inconfesables, adulterios y violencias soterradas.
Gran creador de personajes, ingenioso, minucioso observador de conductas, este director prolífico (completó más de 50 largometrajes hasta su muerte en 2010) fue probablemente quien tenía menos inquietudes artísticas -con y sin comillas- pero fue capaz casi siempre de presentarnos un cine disfrutable, inteligente y respetuoso de su espectador.
Fiel a su estilo personal, sin embargo fue capaz de no repetirse nunca -jamás realizó una remake de sus films, como han hecho muchos otros- buscando nuevas vueltas de tuerca a sus intereses, combinando películas graves y trágicas con comedias u obras más ligeras. En sus primeros 15 años trabajó con su segunda esposa, la excelente Stephane Audran y en los últimos años tuvo a la no menos excelente Isabelle Hupert como musa inspiradora, aunque se puede decir que todos los grandes del cine francés actuaron para él.
2 comentarios:
Muy buena columna Faga!
En mi caso no conozco casi nada de cine francés pero te recomiendo una que me gustó que se llama ''las nieves del kilimanjaro'' dirigida por Robert Guédiguian
Conozco al marselles Guediguian y conozco la version clasica, pero no sabia q Guediguian hubiera filmado la novela de Hemingway.
Gracias
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