21 de agosto de 2012

A contracorriente: Charles Bukowski

Primera aclaración: no he leído la obra completa de Charles Bukowski (1920-1994) -¿quién lo ha hecho?- y tampoco, la gran parte. Probablemente, se me podrá decir que me he perdido libros muy importantes y muy valiosos que podrían hacer variar mi opinión sobre él. Puede ser, pero lo dudo mucho.

Segunda aclaración: No me gustan los escritores -ni los artistas en general- cuya obra gira obsesivamente sobre sí mismos y que no hablan de otra cosa que de sus propias experiencias de vida ni tienen otra inspiración que contarnos todas las cosas que les pasaron, como si no hubiera nada interesante que inventar o que conocer. Es mi gusto personal y otros pueden, naturalmente, discrepar con él.

Bukowski siempre habla de sí mismo, presentándose como un borracho simpático -aunque atosigue al lector con permanentes descripciones de su suciedad, su cinismo y su mal estado general- queriéndonos hacer creer que en realidad se está autocriticando y mostrándonos sus defectos. Es un ejemplo claro de falsa modestia que quiere hacerse pasar como confesión feroz pero no es más que exhibicionismo. Nada de lo que pasa en el mundo parece importarle a este autor de culto, quien nunca sale de su postura de decir que todos somos malos. Algo no tan diferente de decir que todos somos buenos.

Quizás la culpa no la tiene el propio C.B., quien vio con asombro el éxito editorial que tuvo en la segunda mitad de su vida y se dedicó a producir lo más rápido posible para ganar todo el dinero que pudiera. Lo cual no está mal, lástima que no tenía nada que decir. El problema son los bukowskianos -conozco a varios bastante inteligentes, sin embargo- que endiosaron a alguien cuya obra, autoproclamada como maldita, no lo defiende. Pero, bueno, reconozco que esta opinión mía es bastante minoritaria. Qué se le va a hacer.

He aquí un cuento corto, como prueba de lo que digo:

CHARLES BUKOWSKI - DEJE DE MIRARME LAS TETAS,SEÑOR


Big Bart era el tío más salvaje del Oeste. Tenía la pistola más veloz del Oeste, y se había follado mayor variedad de mujeres que cualquier otro tío en el Oeste. 
No era aficionado a bañarse, ni a la mierda de toro, ni a discutir, ni a ser un segundón. También era guía de una caravana de emigrantes, y no había otro hombre de su edad que hubiese matado más indios, o follado más mujeres, o matado más hombres blancos.
Big Bart era un tío grande y él lo sabía y todo el mundo lo sabía. Incluso sus pedos eran excepcionales, más sonoros que la campana de la cena; y estaba además muy bien dotado, un gran mango siempre tieso e infernal. Su deber consistía en llevar las carretas a través de la sabana sanas y salvas, fornicar con las mujeres, matar a unos cuantos hombres, y entonces volver al Este a por otra caravana. Tenía una barba negra, unos sucios orificios en la nariz, y unos radiantes dientes amarillentos.
Acababa de metérsela a la joven esposa de Billy Joe, la estaba sacando los infiernos a martillazos de polla mientras obligaba a Billy Joe a observarlos. 
Obligaba a la chica a hablarle a su marido mientras lo hacían. Le obligaba a decir:
—¡Ah, Billy Joe, todo este palo, este cuello de pavo me atraviesa desde el coño hasta la garganta, no puedo respirar, me ahoga! ¡Sálvame, Billy Joe! ¡No, Billy Joe, no me salves! ¡Aaah!
Luego de que Big Bart se corriera, hizo que Billy Joe le lavara las partes y entonces salieron todos juntos a disfrutar de una espléndida cena a base de tocino, judías y galletas.
Al día siguiente se encontraron con una carreta solitaria que atravesaba la pradera por sus propios medios. Un chico delgaducho, de unos dieciséis años, con un acné cosa mala, llevaba las riendas. Big Bart se acercó cabalgando.
—¡Eh, chico! —dijo.
El chico no contestó.
—Te estoy hablando, chaval...
—Chúpame el culo —dijo el chico.
—Soy Big Bart.
—Chúpame el culo.
—¿Cómo te llamas, hijo?
—Me llaman «El Niño».
—Mira, Niño, no hay manera de que un hombre atraviese estas praderas con una sola carreta.
—Yo pienso hacerlo.
—Bueno, son tus pelotas, Niño —dijo Big Bart, y se dispuso a dar la vuelta a su caballo, cuando se abrieron las cortinas de la carreta y apareció esa mujercita, con unos pechos increíbles, un culo grande y bonito, y unos ojos como el cielo después de la lluvia. Dirigió su mirada hacia Big Bart, y el cuello de pavo se puso duro y chocó contra el torno de la silla de montar.
—Por tu propio bien, Niño, vente con nosotros.
—Que te den por el culo, viejo —dijo el chico—. No hago caso de avisos de viejos follamadres con los calzoncillos sucios.
—He matado a hombres sólo porque me disgustaba su mirada.
El Niño escupió al suelo. Entonces se incorporó y se rascó los cojones.
—Mira, viejo, me aburres. Ahora desaparece de mi vista o te voy a convertir en una plasta de queso suizo.
—Niño —dijo la chica asomándose por encima de él, saliéndosele una teta y poniendo cachondo al sol—. Niño, creo que este hombre tiene razón. No tenemos posibilidades contra esos cabronazos de indios si vamos solos. No seas gilipollas. Dile a este hombre que nos uniremos a ellos.
—Nos uniremos —dijo el Niño.
—¿Cómo se llama tu chica? —preguntó Big Bart.
—Rocío de Miel —dijo el Niño.
—Y deje de mirarme las tetas, señor —dijo Rocío de Miel— o le voy a sacar la mierda a hostias.
Las cosas fueron bien por un tiempo. Hubo una escaramuza con los indios en Blueball Canyon. 37 indios muertos, uno prisionero. Sin bajas americanas. Big Bart le puso una argolla en la nariz...
Era obvio que Big Bart se ponía cachondo con Rocío de Miel. No podía apartar sus ojos de ella. Ese culo, casi todo por culpa de ese culo. Una vez mirándola se cayó de su caballo y uno de los cocineros indios se puso a reír. Quedó un sólo cocinero indio.
Un día Big Bart mandó al Niño con una partida de caza a matar algunos búfalos. 
Big Bart esperó hasta que desaparecieron de la vista y entonces se fue hacia la carreta del Niño. Subió por el sillín, apartó la cortina, y entró. Rocío de Miel estaba tumbada en el centro de la carreta masturbándose.
—Cristo, nena —dijo Big Bart—. ¡No lo malgastes!
—Lárgate de aquí —dijo Rocío de Miel sacando el dedo de su chocho y apuntando a Big Bart—. ¡Lárgate de aquí echando leches y déjame hacer mis cosas!
—¡Tu hombre no te cuida lo suficiente, Rocío de Miel!
—Claro que me cuida, gilipollas, sólo que no tengo bastante. Lo único que ocurre es que después del período me pongo cachonda.
—Escucha, nena...
—¡Que te den por el culo!
—Escucha, nena, contempla...
Entonces sacó el gran martillo. Era púrpura, descapullado, infernal, y basculaba de un lado a otro como el péndulo de un gran reloj. Gotas de semen lubricante cayeron al suelo. Rocío de Miel no pudo apartar sus ojos de tal instrumento. Después de un rato
dijo:
—¡No me vas a meter esa condenada cosa dentro!
—Dilo como si de verdad lo sintieras, Rocío de Miel.
—¡NO VAS A METERME ESA CONDENADA COSA DENTRO!
—¿Pero por qué? ¿Por qué? ¡Mírala!
—¡La estoy mirando!
—¿Pero por qué no la deseas?
—Porque estoy enamorada del Niño.
—¿Amor? —dijo Big Bart riéndose—. ¿Amor? ¡Eso es un cuento para idiotas! ¡Mira esta condenada estaca! ¡Puede matar de amor a cualquier hora!
—Yo amo al Niño, Big Bart.
—Y también está mi lengua —dijo Big Bart—. ¡La mejor lengua del Oeste!
 La sacó e hizo ejercicios gimnásticos con ella.
—Yo amo al Niño —dijo Rocío de Miel.
—Bueno, pues jódete —dijo Big Bart y de un salto se echó encima de ella. Era un trabajo de perros meter toda esa cosa, y cuando lo consiguió, Rocío de Miel gritó. Había dado unos siete caderazos entre los muslos de la chica, cuando se vio arrastrado rudamente hacia atrás.
ERA EL NIÑO, DE VUELTA DE LA PARTIDA DE CAZA.
—Te trajimos tus búfalos, hijoputa. Ahora, si te subes los pantalones y sales afuera, arreglaremos el resto...
—Soy la pistola más rápida del Oeste —dijo Big Bart.
—Te haré un agujero tan grande, que el ojo de tu culo parecerá sólo un poro de la piel —dijo el Niño—. Vamos, acabemos de una vez. Estoy hambriento y quiero cenar. Cazar búfalos abre el apetito...
Los hombres se sentaron alrededor del campo de tiro, observando. Había una tensa vibración en el aire. Las mujeres se quedaron en las carretas, rezando, masturbándose y bebiendo ginebra. Big Bart tenía 34 muescas en su pistola, y una fama infernal. El Niño no tenía ninguna muesca en su arma, pero tenía una confianza en sí mismo que Big Bart no había visto nunca en sus otros oponentes. 
Big Bart parecía el más nervioso de los dos. Se tomó un trago de whisky, bebiéndose la mitad de la botella, y entonces caminó hacia el Niño.
—Mira, Niño...
—¿Sí, hijoputa...?
—Mira, quiero decir, ¿por qué te cabreas?
—¡Te voy a volar las pelotas, viejo!
—¿Pero por qué?
—¡Estabas jodiendo con mi mujer, viejo!
—Escucha, Niño, ¿es que no lo ves? Las mujeres juegan con un hombre detrás de otro. Sólo somos víctimas del mismo juego.
—No quiero escuchar tu mierda, papá. ¡Ahora aléjate y prepárate a desenfundar!
—Niño...
—¡Aléjate y listo para disparar!
Los hombres en el campo de fuego se levantaron. Una ligera brisa vino del Oeste oliendo a mierda de caballo. Alguien tosió. Las mujeres se agazaparon en las carretas, bebiendo ginebra, rezando y masturbándose. El crepúsculo caía.
Big Bart y el Niño estaban separados 30 pasos.
—Desenfunda tú, mierda seca —dijo el Niño—, desenfunda, viejo de mierda, sucio rijoso.
Despacio, a través de las cortinas de una carreta, apareció una mujer con un rifle. Era Rocío de Miel. Se puso el rifle al hombro y lo apoyó en un barril.
—Vamos, violador cornudo —dijo el Niño—. ¡DESENFUNDA!
La mano de Big Bart bajó hacia su revolver. Sonó un disparo cortando el crepúsculo. Rocío de Miel bajó su rifle humeante y volvió a meterse en la carreta. El Niño estaba muerto en el suelo, con un agujero en la nuca. Big Bart enfundó su pistola sin usar y caminó hacia la carreta. La luna estaba ya alta.
   

4 comentarios:

Vesubio dijo...

Yo pienso que mucho de lo que escribió es inventado, o sea, tal vez agarró la anécdota principal de cosas que le pasaron y de ahí la desarrolló y la estiró para que le rindiera más.
A mi en verdad no me importa que el loco solo se limite a contar lo que le pasó a él mientras que lo cuente de una manera interesante y esté bien escrito y me dé ganas de seguir leyendo. Podría yo no saber nada de la vida del propio Bukowski y colgarme con la historia del loco Chinaski a lo largo de los libros en los que habla de él.
Hay un libro de cuentos que a mi me gustó bastante y que se sale del personaje ese, Se busca una mujer, se llama. Y hay un documental de la vida de él que está entero en yutúb que no me acuerdo como se llama.

Alvaro Fagalde dijo...

No conozco el documental, Vesu. En el fondo, no sé ni me interesa si lo que cuenta de él es cierto o es inventado.

Lo que me molesta es que haya sido muchísimo más un personaje que un escritor. Y como escritor, no sólo monotemático sino también flojo.

También hubo (y hay) como con tantos otros nombres, mucha gente que dice leerlo o gustar de Bukowski porque es un nombre de moda y no lo leyó. O no lo entendió.

Vesubio dijo...

Que boluda. Este cuento está en ese libro. No me había dado cuenta.

Sindudamente, estoy en desacuerdo contigo, ya que me parece muy buen escritor. No creo que sea 'de culto', porque la condición para eso es no haber tenido éxito comercial y creo que el tipo en su momento lo tuvo (no al nivel de "50 shades of grey" ponele, pero lo tuvo), y tener un grupillo de seguidores más bien escaso. No sé si está de moda. Capaz que si.. y siempre hay gente que va a decir que lee cosas que no lee solamente para meter onda.

Alvaro Fagalde dijo...

Creo que paso de moda pero que mantiene un prestigio que no corresponde con su obra.

Si a vos te gusta, todo bien. A mí no y la libertad de opinar es libre.