13 de febrero de 2012

Lluvia magenta



-Mozo, ¿ves esa señorita morocha y pecosa que está en aquella mesa, lejos?.
-Sí, por supuesto.
-Tiene aspecto de extranjera. ¿O me equivoco?.
-No, no te equivocas. Habla con acento español. Aunque yo diría que más que española, parece argentina.
-¿Vos serías capaz de hacerme el favor de entregarle la nota que le voy a escribir?.
-Por supuesto.
-Te voy a hacer caso y la voy a hacer en español.
-Me parece lo mejor. No entiende nada de holandés.
Como es obvio, Ivo Acerenza le colocó un generoso billete en el uniforme del mozo. Este esperó que quedara finalizada la nota, como si le agradara hacerlo.
Cuando la mujer en cuestión leyó la nota, intrigada, sonrió apenas y miró a quien le había escrito. Ivo no esperó que ella terminara y se sentó en su mesa.
Almorzaron, hablando apenas. Salieron juntos y el mozo le hizo una seña cómplice.
Se encontraron, un minuto después, sentados en un banco de la plaza principal del barrio de Rotterdam.
-Ivo, te juro que no podía creer lo que estaba viendo.
-¿Lo decís por el pelo o por los ojos?.
-No, el pelo es lo de menos. Creía que estabas muerto.
-Muchos lo creen, por suerte.
-¿Por suerte?.
-No voy a entrar en detalles por razones obvias, pero estoy muy metido en la cosa y creo que ni siquiera Holanda es segura.
-¡Ay, no me digas eso que me asustás!. Me fui de allá por lo que me pasó, dispuesta a no meterme en nada.
-Bueno, yo, en cambio, vine acá para seguir en lo mío.
-Sí, pero vos sabés que yo nunca me metí en política.
-Sí, sé bien que lo que te pasó fue por tu ex-marido...
-Yo nunca me metí en nada...
-Quedate tranquila. Ya te dije en la nota que sólo quería hablar contigo para ver cómo andabas, para ver si andabas bien. Pero después, cada uno en lo suyo.
-Está bien. Te agradezco tu comprensión. Realmente, tengo mucho miedo.
-No quiero meterme en tu vida. Pero, ¿sabés que pasa?. Tal como están las cosas, es emocionante volver a ver a la gente que estaba en Uruguay.
-¿Pero te ha pasado algo acá?. Vine acá porque el gobierno me ofreció venir y, como te imaginás, no tenía ni conocidos ni plata para ir a ningún lado. Tenía que conformarme con venir acá o quedarme allá. Y allá...
-Allá no te podías quedar.
-Es demasiado fuerte lo que pasó...
-Bueno, no hablemos de eso. ¿Tenés donde quedarte?.
-Sí, la oficina me consiguió un apartamentito por acá cerca. Les pedí algún trabajito para no estar encerrada todo el día y pensar. Y, bueno, porque tampoco querés comer de lo que te den, como si fuera una limosna. Mal o bien, querés ganarte tu vida.
-Lógico...
-No sé, me dijeron que iban a ver. Pero por lo menos, estoy viva.
-Es lo más importante.
-¿Vos creés que puedo tener problemas?. ¿Que me van a reconocer?.
-Eso se puede averiguar. Pero no creo. Están muy ocupados en gente como yo. No pueden atentar contra todos los uruguayos exiliados.
-¡Por Dios!. ¡No me digas esas cosas, ni en broma!. No me asustés.
-Disculpame, pero lo que te te estoy queriendo decir es que no corrés peligro. Tengo con quién confirmarlo, pero no veo porque se van a meter también contigo. Pero quería hablar contigo para decirte que estoy a la orden para cualquier cosa que precisés.
-Te agradezco. Sinceramente, te agradezco, pero... ¿puedo ser sincera contigo?.
-Por supuesto.
-Yo te agradezco... tengo muy buenos recuerdos de vos, de cuando estábamos allá, de que fuiste bueno con aquel, pero...
-¿Sí?.
-Tengo miedo que al hablar contigo... ¡no me malinterpretés!, pero...  
-Entiendo. Es muy comprensible. Yo estoy en lo mío y -no debería decir ésto- pero creo que hasta me gusta que me persigan.
-¿Te gusta?.
-¡Qué le vas a hacer!. Son deformaciones profesionales. Uno tendrá las cosas muy claras políticamente, pero siquiátricamente...
-¿Por qué?.
-Uno no tiene derecho a meter en ésto a la gente que no es como uno.
-A la gente que no es como uno... ¿pero tenés amigos, hiciste amigos acá?.
-Sí, quedate tranquila, creo que tengo amigos de más.
-No entendí qué quisiste decir con eso de “siquiátricamente”.
-No, dejalo ahí. Quise decir que no tengo una vida normal. No quiero hablar más, pero no tengo una vida normal. Imaginate que si voy a Viena al parlamento como fui hace un mes, tengo que llevar más custodias que Fidel.
-¿Es para tanto?.
-Sí, estoy condenado a muerte por la dictadura.
-¿Condenado a muerte?.
-Lamentablemente, sí. No exagero en nada. Desconfío de todo el mundo, del mozo que me hizo el favor en el bar y que conversa conmigo todos los días, del custodio del gobierno holandés que me protege desde hace seis meses, de la gente que conozco hace veinte años...
-¿Esa es tu vida en Holanda?.
-¿Y qué otra opción tenía, Inés?. Tengo una causa, una idea... ¿cómo decírtelo?, una historia atrás. Yo la elegí y no me quejo. Esta es mi vida, sí, y aunque sea difícil, a veces, estoy contento de haberla elegido. Pero te quiero aclarar desde hoy mismo, no quiero meterte en ella. Respeto totalmente tus ideas.
-Vos sabés que estoy con ustedes.
-Por supuesto que lo sé. Si no, no hubiese hecho contacto contigo. Pero lo que quería decirte es que respeto tus sentimientos, tus necesidades, todo eso. Respeto lo que quieras hacer acá. Sólo quería que supieras que estoy dispuesto a ayudarte en lo que necesites, sin que nadie se entere de que yo te conozco y corras peligro.
-¿Tan peligroso es acercarse a vos?.
-Bueno, no tanto...
-¿No te estarás haciendo la película?.
-Hay compañeros que han tenido incidentes en Francia y en España. Acá no ha pasado nada, pero no es imposible que pase. Tengo que estar alerta, pero si eso te tranquiliza, te digo que si algo pasa, va a ser a mí y no a vos.
-Prefiero que no le pase nada a nadie.
-Cambiemos de tema, porque si no, nos volvemos locos.
-Estás más canoso. ¿Estás bien de salud?
-Sí… sí, en general.
-Pero parecés mayor.
-¿Cómo contestarte?. Los años no pasan en vano, aunque sea en Europa.
-Bah, no son tantos años.
-No, pero son años muy intensamente vividos.
-Bueno, ¿pero qué hacés acá?. ¿Sólo vivís en tu militancia política?.
-No, en realidad, no.
-Capaz que no me podés contar...
-No, tengo un trabajo. En realidad, tengo que tener un trabajo y bueno, siempre quise estudiar carpintería, así que aproveché la bolada, me anoté en un curso estatal de carpintería y trabajo en una. Me hice acá el obrero que nunca fui allá.
-Te ha ido hasta mejor que allá.
-Ese es otro tema, ¿no?. A veces, a algunos, les va “demasiado bien” y no podés volver. No volvés.
-No creo que sea tan así, siempre podés volver.
-No ahora.
-Bueno, ahora no, yo no digo ahora. Pero ya llegará un tiempo en el que se pueda vivir de vuelta en Montevideo.
-Y... a veces. A veces. Otras veces podés ir cada dos o tres años, a volver a ver a 18, a tal plaza, a tal barrio como sigue estando, pero nada más. Es todo un tema, creémelo..., es todo un tema. Vas, saludás, comés asados y te volvés. Es todo un tema.
-Pero vos militás por la política de Uruguay. No veo por qué te ponés tan miedoso de quedarte acá, si vos tenés más motivos que yo para volver. Tu vida es allá.
-Supongo que sí, que tenés razón, pero ya no estoy tan seguro. Doy todas las horas libres que me deja el trabajo a la militancia. Eso es cierto y no lo hago por obligación. Creo en lo que hago.
-¿Entonces?.
-¿Qué pasa si me enamoro de una holandesa?. ¿O de cualquier europea que ande por acá?. ¿Cómo te ves vos casada con un austríaco, o con un danés?.
-Ay, por favor.
-Se mueren por las latinas.
-Yo no me voy a casar nunca más.
-Saben que ustedes son muy fogosas.
-¡No seas tarado!.
-Ya ha habido varios casamientos de exiliados con gente de estos países. Imaginate. ¿Cómo puede un tipo tener la mitad de los genes originarios de Sayago y la otra mitad, de Rotterdam?. Pero, fuera de joda, es fácil conseguir pareja. Les gusta lo exótico, les gusta el salvajismo del tercer mundo. Creo que es más fácil conseguir pareja que conseguir amigos.
-Yo no vine a conseguir pareja, vine para volver lo antes posible...
-Estoy divagando, simplemente..., ¿creés que el único tema de conversación que tengo es la dictadura?.
-Allá, sí.
-¿Cómo?.
-Era imposible hablar de otra cosa contigo que no fuera la política.
-Todo eso cambió. Todo cambia en el exilio. Bah, no todo, eso es un slogan, pero sí se te abre la cabeza. Se te tiene que abrir, necesariamente. Uno no puede ser el mismo que en Montevideo.
-Me alegra escucharte decir eso.
-No me veas como un monstruo. Tampoco me conociste demasiado allá.
-¿Y, que querés?...
-Espero volver a verte.
-Está bien, no tengo problemas, pero decime dónde, vos sabés cómo está todo. Yo no.
-Dame tu dirección y yo me encargo de encontrarte.
 
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 -Me alegro de que vinieras.
-En realidad, para ser sincera, cuando nos vimos la otra vez, te dije por compromiso que sí, que te iba a volver a ver.
-¿En serio?.
-Viste como somos todos. No sé, no es tan fácil, yo que sé, ver a alguien que no esperabas ver y ya quedar para visitarse...
-Bueno, pero me parece bien que al final vinieras.
-Simplemente, para charlar un rato. Es cierto, una no se da cuenta, pero estando en un lugar tan lejos, lleno de extraños, para peor con el idioma que no tiene nada que ver con el de una... allá era otra cosa.
-Allá no tenías necesidad de encontrarte con uruguayos.
-Sí, claro.
-¿Qué querés?. ¿Café, té, coca?.
-Si tenés un tecito, mejor.
-No sabés la cantidad de uruguayos, de argentinos que llegan acá y se ponen a tomar mate cuando allá no lo hacían ni mamados.
-Y... lo entiendo.
-Pero no está bien. No podés estar todo el tiempo llorando, añorando los pan con grasa de la panadería de la esquina y no ver los mercados que tienen acá.
-Bueno, son cosas que pasan.
-No, me refiero a los que se alimentan de extrañar absolutamente todo lo que había allá. No podés estar todo el día pensando en que tenés que estar allá, en el Parque Rodó, en 18, yo que sé. ¿Ves?. Es la segunda vez que nos vemos y otra vez con el tema. Uno no se lo puede sacar de encima.
-Bueno, sacátelo de encima.
-Hay tantos lugares para visitar, Inés, que no te hacés una idea. A mí, Rotterdam me encanta. Hay tantas ciudades tan lindas acá en Europa... Viena, Sevilla, Génova, Praga. Te estoy hablando nada más que de lo que conozco.
-Te estás volviendo europeo...
-Sí, también tiene un montón de cosas negativas, como en todos lados. Pero me gustan muchas cosas de Europa. Todavía no fui a París. Tengo que ir a París.
-Me estás entusiasmando, Ivo. ¿Vos te ponés a pensar que estás por primera vez en tu vida tan cerca de París?.
-Acá es tan fácil ir de una ciudad a otra. Ya vas a ver. Cuando te establezcas, vas a poder ir sin ningún problema.
-Yo no pienso en establecerme.
-¿Por qué no?.
-¿Y vos me lo decís?.
-Probá suerte. Te voy a explicar algo que todos nos olvidamos: no estamos de paseo. No estamos de paseo ni acá ni allá. ¿Entendés?. No se va uno de un lado de un día para el otro.
-Yo me vine de un día para el otro.
-Pero fue una excepción. Algo anormal. Pero no podés volver cuando quieras.
-No, eso no.
-A eso apunto. Pensá en vivir acá. Ahora. No pienses en Montevideo estando en Rotterdam. Pensá en Rotterdam. Después volverás a Montevideo. O no.
-Yo quiero volver.
-Yo también. Pero ahora, hoy, vos y yo nos hemos establecido acá, en Holanda, ¿no?. Y éste será nuestro país. Después podemos intentar volver a establecernos en Uruguay. Que habremos nacido allá y pasado un montón de años allá, sí. Todo lo que quieras. Pero andá a saber si podremos volver a establecernos allá. Mudarnos allá, conseguir trabajo, sentirnos a gusto viviendo allá.
-A mí me angustia no estar segura de volver allá.
-A todos nos angustia, Inés. Eso es lo que te quiero decir. Ése es mi consejo. Tenés que ser conciente para que después cuando te enfrentés, cuando estés cara a cara con esa decisión, no se te venga el mundo encima.
-¿Podemos cambiar de tema?.
-Sí, no hay problema, pero, ¿sabés que pasa?. Es el tema en común que tenemos. Es inevitable que vuelva y vuelva, pero tenés razón. Vamos a hablar de otra cosa.
-¿Vos hablás con muchos de allá?.
-Sí, todos los días.
-¿Y siempre terminan hablando de ésto?.
-Y... por lo menos, al principio. Es como hablar del tiempo, ¿viste?. ¿Dé qué vas a hablar con alguien con el que no querés hablar de otras cosas?. Pero después, como cuando se habla del tiempo, te van saliendo otros temas y te olvidás. Te salen temas europeos.
-Vos sos el primer uruguayo con el que hablo.
-No somos muchos en Holanda. Después te encontrás con argentinos, con colombianos, con paraguayos. Te querés abrazar con todos los que son diferentes como sos vos. Después, bueno, te acostumbrás y dejás que se acostumbren a vos. Te das cuenta que con los meses el que te atiende en el supermercado ya no te queda mirando. A nadie le molesta cómo hablás. Y después te muestran cosas de tu tierra, aunque sean peruanas. Te muestran el diario cuando sale algo de por acá. Hay racismo, sí, pero no es tanto con nosotros. Aparte, el holandés que está en la misma que uno, que labura y vive ahí, no es el racista.
 -¿Y de qué hablás con los holandeses?.
-Y... del laburo, de minas, de guita, del Feyenoord.
-¿Dónde es eso?.
-No... es el cuadro de fútbol de acá. Con los compañeros del trabajo voy siempre que puedo a verlo por todo el país. Es lo que te decía: me puedo poner a llorar por Racing, pero a Racing no lo puedo ir a ver, ni siquiera leer en los diarios cómo salió, así que hincho por el Feyenoord.
-Suena gracioso. ¿Te aprendiste los cantitos en holandés?.
-Más o menos. ¿Conocías estas galletitas?.
-Están muy buenas.
-Los domingos trato de descansar. Llego liquidado al sábado, donde me mando una siestita siempre que puedo. Que a veces puedo, a veces, no. Y los domingos es el día que me olvido de lo que laburé, de las reuniones, de la dictadura, de todo el rollo que llevás en la semana.
-¿Qué hacés los domingos?.
-Y... miro dos o tres partidos por el cable. Y trabajo en algunos de mis puzzles, que son mi cable a tierra.   
-¿Qué son los puzzles?. ¿Los rompecabezas?.
-Sí, en realidad se llaman puzzles. Soy un profesional del tema, tengo varios de 5000 y 10000 piezas.
-¿Y vos sólo los armás?.
-Claro, me lleva cada uno un montón de domingos. Me llevan muchas horas, pero ése es el chiste. Por lo menos para mí funciona así. Me siento dos o tres horas por semana y me desentiendo del mundo. Lo único que me importa es avanzar un poco, meter unas cuantas piezas. Y así por semanas.
-¡Qué paciencia!.
-Vos sabés que cuando al final llego a hacerlo del todo, te da como algo. Como que es el peor momento. Decís: ¿y ahora, qué?. Querés que te dure más.
-No será para tanto.
-Sí, mirá que si lo resolvés muy rápido, no sirve. Si te impacientás y te volvés loco, no tiene sentido. El placer es irlo haciendo, equivocarse, tantear, armarlo. Uno ya tiene su método.
-Mirá vos, jamás te hubiera imaginado haciendo algo así.
-¿Qué te imaginabas que hacía en mis días libres?. ¿Que leería las obras completas de Gramsci?. ¿O me divertiría engrasando mi fusil?.
-¡Pah, nada que ver, Ivo!. Lo dije en una buena; una tiene una visión, no sé, tan lejana, del militante. Una que no lo vivió nunca por dentro, no sé, supongo que fantasea mucho con esa vida.
-No. No me es que me haya enojado, pero no me termino de acostumbrar a que les cueste tanto verme como otro ser de carne y hueso. Acá, los que saben por qué razón me fui de allá, como que tienen miedo que cuando los encarés en la calle, les mandés un discurso de ultraizquierda. Y para peor, en castellano.
-¡No seas exagerado!.
-Un poco de éso hay. Y uno, sí, es cierto, está metido en la cosa. Pero también se interesa por el fútbol, por las minas, por el cine, por todo lo que se interesa todo el mundo.
-Nunca dije otra cosa.
-Pero tenés razón con lo que dijiste. Mucha gente se fantasea. ¿Vos sabés que he tenido mis levantes por ser lo que soy?. No sé bien si es que se hacen toda una película de espías. No sé, pero me ha ayudado en esas cosas.
-Y vos, encantado...
-Y, sí. En la guerra y en el amor, todo vale.
-Cambiando de tema, ¿te resultó difícil el holandés?.
-Mirá, yo tenía la ventaja de saber bastante de alemán, que es bastante parecido. A mí siempre me gustó aprender idiomas y tengo facilidad, pero entiendo que a mucha gente le pueda complicar porque no tiene nada que ver con el nuestro.
-Ese es mi temor.
-Pero, aunque no quieras, en el día a día se te va impregnando. Capaz que no lo terminarás dominando, pero sí te hacés entender. Te terminás haciendo entender. ¿Vos qué otro idioma sabés?.
-Ninguno.
-Bueno, no estás acostumbrada a aprender, pero al final vas a ver que te van a hablar palabras que no podés traducir, que no sabés qué quieren decir, pero igual entendés qué te dicen.
-Yo creo que nunca lo voy a aprender ni un poquito.
-Yo te puedo ayudar.
-¿Sabés qué pasa?. Es tan difícil de explicarlo, pero vivo angustiada. Sí, angustiada, amargada, no sé, más que nada, insegura. No sé en qué baile me metí, no sé si ir a otro lado, pero cómo irme, cómo quedarme si no tengo un peso. ¿Me entendés?. De un día para el otro, me sacaron de un país para el otro, de un continente a otro continente. Llevaba como diez años con una rutina que no cambiaba nunca. Jamás. El trabajo, el apartamento, el barrio, ver crecer a mi hija, hacer los mandados, ir al cine y a cenar de vez en cuando, los cumpleaños, los parientes. Un día me dijeron que no tenía nada. Ni trabajo, ni barrio, ni parientes, ni marido ni mi hija, nada. Nada. ¿Qué puedo hacer en este país que a veces ni me acuerdo cuál es?.
-No me animaba a preguntártelo, pero, ¿la nena se quedó con alguna abuela?.
-Los primeros días, sí. Pero después se asustaron porque todos los días estaban ellos vigilando. Mi suegra tuvo miedo de que le pasara algo a la nena. Pensó que capaz que se metían con ella. No sé, vos terminás pensando cualquier cosa.
-No. Es natural tener miedo.
-Está en España con el tío. Yo me iría caminando a verla, pero también tengo miedo de que me sigan y le hagan algo a ella. ¡Tengo miedo de todo, todo el día!.        
-Nunca he sentido que pasen cosas de ésas.
-Sí, ¡pero a mí de qué me sirve que vos nunca hayas escuchado que pasen estas cosas, si el día de mañana me pasan a mí y a mi hija!.
-No te pongas así, Inés, pensá que somos miles los que estamos exiliados. Somos muchos miles, somos demasiados. Creeme que con el tiempo vas a ver las cosas tal como son, ni más ni menos.
-Ojalá fuera tan fácil.
-Y yo estoy convencido que muchos de nosotros no van a volver nunca. Se van a acostumbrar totalmente a estos países y no van a regresar aunque se solucione todo el tema de allá.
-Yo a esta altura no sé más qué pensar.
-¡Un momento!.
-¿Qué te pasa?.
-¿Ya son las seis y cinco, no?.
-Sí, son y cinco pasadas, ¿pero qué te pasa?. ¡Me asustás!. ¿Qué te pasa, Ivo?.
-Esperá un momento que tengo que hacer una llamada.
-Sí, hacela, hacela.
-¡Hola!. Habla el hombre que estuvo esta mañana preguntando por unas mechas de taladro especiales. Quería saber si estaban prontas... ¿qué?... ¿qué están prontas y si las quiero que me las manden?. No, no, voy a ir mañana a arreglar eso.
-Perdoname que me meta en tus conversaciones, ¿pero éso era lo que te preocupaba tanto?. No sé, pusiste una cara como si fuera algo mucho peor.
-Inés.
-¿Qué?.
-La situación es grave.
-No entiendo de qué me estás hablando. ¿Me querés tomar el pelo?.
-No, no juego con estas cosas. La conversación que escuchaste fue en clave. Por si está intervenido alguno de los dos teléfonos.
-¿Qué querés decir?.
-Vení, sentate de vuelta. Todos los días me llaman a las seis de la tarde en punto. Este tipo de llamadas siempre son puntuales. No llaman a las seis y un minuto ni a las seis menos un minuto.
-¿No pueden haberse olvidado?.
-No. Es imposible. Esa llamada, que siempre finge ser un número equivocado, en realidad me dice que todo está bien, que no tengo problemas. El problema es cuando no llaman.
-¿Entonces?.
-Entonces, llamo yo para ver si hay algún tarado que se olvidó de llamar, como vos decís,  o no andaba mi teléfono o algo así.  La conversación es en clave, por supuesto.
-¿Y qué te dijeron?.
-Que alguien viene a atacarme y que no hay tiempo suficiente para ayudarme. Que me tengo que arreglar por las mías.
-¡Ivo!.
-Lo que más me duele es que te haya metido en ésto. No puedo creer. Venís un día, quizás por única vez, a visitarme y justo ése día tengo nada menos que ésto.
-¿Qué vamos a hacer?.
-Sabía que me iba a pasar algún día, pero no contigo. ¿Por qué tenía que ser justo contigo?.
-¡Ivo, por favor!.
-No te voy a mentir. Ojalá pudieras escapar, pero ésto ya está vigilado por ellos.
-¡Ivo, decime que es una broma!. ¡Que me estás jodiendo!.
-Por favor.
-¿Qué voy a hacer?.
-Escuchame bien. Vamos a serenarnos. Tengo instrucciones de qué tengo que hacer en casos así, pero siempre pensando que estoy sólo. Ahora tengo una responsabilidad muy grossa. Porque que me pase algo a mí, ya poco me importa. Estoy jugado. Pero no puedo permitir que algo te pase a vos, que no tenés nada que ver.
-¡Ivo, por Dios!.
-Quiero ser sincero contigo y decirte las cosas tal como son. Exactamente como son.
-Sí.
-El que va a venir va a ser un profesional. Un asesino a sueldo. Un mercenario europeo, o un milico de allá, pero alguien que sabe lo que tiene que hacer. Pero tenemos algo a favor.
-¿Qué?.
-Él no sabe que nosotros sabemos que viene. Es casi imposible que sospeche de nuestro sistema de protección.
-¿Qué sistema de protección?. ¿Me va a proteger algo tu sistema?.
-Por lo menos, me permitió saber lo que va a pasar. Puedo planear algo. Lo primero que voy a hacer es buscar mi arma.
-No, no, no puede ser.
-Podemos sorprenderlo todavía.
-No puedo creerlo. Me fui de allá y acá también me pasa. ¿Cuándo va a terminar ésto, cuándo?.
-Ojalá pudiera saberlo. Inés, tratá de tranquilizarte, por favor y escuchame.
-¿Cómo mierda querés que me tranquilice?.
-Por favor. Yo entiendo, pero, por favor, tratá de serenarte. Todo depende de mí. Dejame hacer lo que tengo que hacer.
-¿No entendés que nos van a matar?. ¡Yo no quiero que me maten ni que toquen a mi nena!.
-Nadie la va a tocar. Escuchá. Pensá. Yo lo voy a matar.
-Sí.
-Escuchá. Este departamento tiene una sola entrada. No es por casualidad. El tipo tiene que saber abrir la puerta y yo puedo sorprenderlo.
-¡No seas tarado, Ivo!. ¡No puede ser tan fácil!. Yo no soy experta como vos, ¿pero el tipo se va a dejar tirotear en la puerta de entrada?.
-No. Él cree que a esta altura vos y yo estamos en mi dormitorio, acostados.
-¿Cómo?.
-Ellos creen que vos sos un levante que ligué en el bar aquel donde nos vimos el otro día. Capaz que el mozo me vendió, no lo sé, lo voy a averiguar. O sino, me estaban siguiendo y nos vieron a los dos en la plaza, después del bar y se imaginaron que ibas a salir conmigo.
-¿Así que me siguieron a mí?.
-Es posible. Pero en todo caso, no saben que sos uruguaya y que te conocía allá. Por eso intenté acercarme de la forma en que lo hice, aquella vez. No saben quien sos.
-Eso crées vos.
-Estoy seguro. Además, me buscan a mí y a los que están conmigo. Vos no sos tan famosa como yo.
-Sí, estoy como para bromas...
-Vení, subamos al cuarto, por favor. Tenemos que estar allá.
-¿En tu cuarto?.
-Bueno, no vamos a hacer nada, por supuesto. Pero creo que tenemos que esperarlo allá.
-No lo puedo creer.
-Vení, confiá en mí.
-Pero, no es posible que me pase a mí. Yo no hice nada. No me metí en nada desde que estoy acá. No entiendo nada. No puede ser cierto. No es justo que me pase a mí, que no tengo nada que ver. Bueno, vos estás en ésto y sabés que te puede pasar, pero yo...
-Ta, ya llegamos. Vos quedate ahí en la cama.
-¿En la cama?. ¿Voy a estar esperando acostada?. ¿Y vos, dónde vas a estar?.
-Acá, tirado en el piso, al lado de la puerta.
-¿Y con eso ya está?.  
-Sí. Es éso. No es necesario más.
-Ivo, no estás en el cine. Dejate de jugar al espía y pensá. Rajemos de acá mientras podamos. No vas a poder hacer nada y nos van a matar.
-No nos van a matar.
-Yo no quiero morir.
-Yo tampoco.
-¡Bueno, es tu responsabilidad!. Vos tenés que sacarme de ésto. ¿No entendés que no quiero morir?. ¡Yo tengo alguien por quién vivir!. ¿Qué va a ser de mi hija si también pierde a la madre?. Vos no tenés a nadie que te llore.
-Eso sí es cierto. No tengo a nadie que se lamente de mi muerte. Pero éso no te quita el miedo. ¿O te creés que no tengo miedo?.
-A mí no me interesa si tenés miedo o no. No puede ser que me maten. Yo no soy una guerrillera como ustedes. Yo no los apoyé a ustedes, ni los voy a apoyar.
-Eso no te va a servir de nada.
-No me importa, yo me voy.
-No vas a poder irte, está por llegar de un momento a otro. Si te vas, alguien te va a seguir y te van a atacar igual. No pueden quedar testigos. La única posibilidad que tenés es que yo mate al tipo que va a venir. En menos de media hora, va a venir un grupo de compañeros y nos va a permitir huir de acá.
-¿Y si el asesino demora más de media hora y tus compañeros llegan antes?.
-Eso es poco menos que imposible. Me dieron el ataque como inminente y éso no es media hora ni mucho menos.
-No puede ser...
-Como ves, te digo las cosas tal como son. Ni más ni menos. Exactamente, las posibilidades que hay.
-Que son ningunas.
-No, no. El tipo que va a venir es un profesional, alguien que sabe lo que hace. Eso no lo oculto. Pero yo fui entrenado para una situación así.
-¿Pero vos alguna vez tiraste algún tiro?.
-No puedo hablar de éso.
-Nunca tiraste un tiro.
-No te lo puedo contestar. No tenés por qué saber éso. Sólo digo que yo sé lo que hago.
-¡Qué vas a saber lo que hacés!. Yo no puedo morir. ¿Entendés lo que es la muerte?.
-Nadie entiende éso.
-¡Ah!.
-¿Yo tengo cara de suicida?. ¿Acaso no tengo cosas importantes por las qué vivir?.
-¡No vas a comparar!.
-No. No comparo. Cada uno tiene las suyas. Ojalá yo tuviera una hija por la que luchar.
-Si tuvieras una hija no estarías en estas cosas.
-¡Uy!. Habló mi abuela. Capaz que un hijo me daría más razones para estar “en estas cosas”, no sé. No sé. ¿Quién puede decir cuál de las vidas es la mejor?. ¿La tuya, la mía, la del tipo que va a venir?.
-No sé. No estoy para esas discusiones.
-Escuchame un poco. Tranquilizate un poco. Yo sé bien que no es nada fácil para vos. Escuchame bien. Tenés que quedarte tranquila. Quedarte callada. Sólo tenés que quedarte callada, ¿entendés?.
-Sí, claro que entiendo. ¿Pero cómo me voy a quedar tranquila?.
-Tenés que hacerlo. Es nuestra única esperanza.
-¡Ay, Dios!. Es imposible.
-Inés.
-¿Qué?.
-Tratá de quedarte callada. Empezá por ahí.
-No puedo quedarme callada.
-Nunca pudiste.
-¡No seas estúpido!.
-Así es la guerra, Inés.
-¿Qué guerra?. ¡Yo no soy soldado de ninguna guerra!. Yo sólo laburaba y criaba a mi hija, allá en Montevideo. No tengo por qué estar metida en nada.
-La guerra se mete con todos. Quieran o no. Vos laburás, criás a tus hijos, buscás una pareja, vas al fútbol y un día... te cae la guerra. Con razón o sin razón, te cae. Mueren montones de tipos que no tienen nada que ver con nada. Se mata impunemente y el que gana, es el peor. Se destruye todo lo que se pueda. Empiezan odios que van a durar toda la vida. De un día para el otro, te guste o no, se te mete la violencia y todo te puede pasar.
-Pero vos también tenés la culpa de ésto. Vos estás en uno de los dos lados. Si no fuera por ustedes, los milicos solos no hubieran hecho lo que pasó en Uruguay.
-Vos sabés que no es tan así. Para empezar una guerra, basta un sólo bando.
-No es cierto.
-¿Sabés qué es la guerra?.
-Es esperar cobardemente que te vengan a matar.
-No, no. Yo la vi. La guerra es sangre y semen.
-¿Lo qué?:
-Ya no existe lo que veíamos en el cine que eran las guerras de la antigüedad. Ya no son dos ejércitos tratando de dominar el uno al otro y el que gana, gana. No, ya no.
-¿Qué es ahora?.
-Ahora, en el siglo XX, es un ejército armado hasta los dientes entrando en un poblado civil, sin defensas. Haciendo lo que quieran. Saciando sus bajos instintos de sangre y de semen. Yo lo vi. Exterminando gente indefensa. Éso es la patria y el honor.
-¿Qué tiene que ver éso?.
-Yo vi el color de charcos de sangre y charcos de semen mezclados. Es el mismo color magenta que vimos en Dibujo en el liceo. La guerra es una lluvia magenta que cae sobre cualquiera que sólo quiere laburar y salir al cine los sábados. Pero no te engañes: del otro lado, hay otros “cualquieras” que no querían más que laburar y salir al cine los sábados, que aplauden la masacre. Compran las banderas del que invadió y votan al que tuvo la valentía de dar la orden. Ésta es la guerra en la que me metí y que hoy está acá.
-Tu discurso me tranquilizó...
-Burlate si querés. Pero yo sé de qué hablo.
-¿Una lluvia qué?:
-Dejá, no importa. Pensalo de este modo: la única posibilidad que tenés de sobrevivir es si no hablás, si te quedás quieta, si no hacés nada.
-¿Vamos a sobrevivir los dos?.
-¿Por qué no?.
-Esa no es una respuesta.
-¡Ah, por favor!. No podemos estar dando vueltas todo el tiempo sobre el mismo tema. Bueno, después de todo, pronto se nos termina el problema.
-Ya tendría que haber venido.
-Hablá más bajo, por favor. ¿Ahora estás ansiosa para que venga?.
-Capaz que sí. Así terminamos de una vez con todo ésto.
-Es bravo enfrentarse a la muerte. Por lo menos, la primera vez.
-Ahora me vas a dar un discurso sobre la muerte.
-No, no te voy a dar nada.
-¿Sabés que ése es tu problema mayor?.
-¿Cuál?.
-El que siempre te tomaste todo demasiado en serio.
-Sí, acá estoy tomándome la muerte demasiado solemnemente.
-Te estoy hablando en serio.
-¿En serio me decís que me tomo todo muy en serio?.
-Sí.
-Si salimos de ésta, me lo vas a explicar.
-No sé si vas a entender.
-Voy a hacer lo posi... ¡shhh...!
Casi inaudible, había un sordo ruido de pasos frente a la puerta de la calle. Ivo Acerenza se arrastró por el piso hasta el comienzo de la escalera.
Con un silencio casi perfecto, el extraño abrió finalmente, la puerta y entró.
Lentamente, recorrió la planta baja del pequeño departamento, hasta que se decidió a encarar las escaleras.
Ivo le dejó subir los primeros tres peldaños, hasta que, extendido en el suelo, le disparó.
-Podés venir.
-¿Qué pasó?. ¿Estás bien?.
-Sí, no me pasó nada. Lo maté.
-¿Lo mataste?.
-Sí, ya terminó todo.
-¿En serio?.
-Vení, miralo.
-No. No me animo.
-Mirá, tiene que tener menos de dieciocho años.
-¿Cómo?.
-Sí, para mí que tiene dieciseis. Diecisiete, como mucho.
-¡Ivo, mataste a un botija!.
-No entiendo, mandaron a un chiquilín. Uruguayo, sin dudas. No sé si es que se están quedando sin nadie mejor, o creían que con él alcanzaba, o le habrían dado la oportunidad para ver si servía para ésto. No te aflijas mucho por él, nos hubiera matado con mucho gusto.
-Pero no merecía morir.
-No merecía meterse en ésto. Pero así es ésto. Nosotros tampoco merecíamos morir. Andá a saber quién lo merece.


FIN
 

2 comentarios:

Detaquito dijo...

Lindo cuento, estimado Fagalde.
Lindo cuento!


A ver cuando vendra el final del muro de mexico.

Alvaro Fagalde dijo...

Gracias, estimado Deta.

Espero encarar pronto.