10 de diciembre de 2010

Cine: Historia Ilustrada 14

LOS COMIENZOS DEL CINE SONORO EN FRANCIA: VIGO, CLAIR, RENOIR

La enorme crisis económica de 1929 conocida como la Recesión golpeó en gran parte del mundo. La producción cinematográfica francesa -como tantos otros capitalistas e industriales- ignoró los inconvenientes de la situación norteamericana, en parte porque durante mucho tiempo las dos grandes compañías productoras (Pathé y Gaumont) daban enormes ganancias, al igual que muchos productores independientes que también conseguían importantes retornos a la sombra de esas dos grandes. No sólo la crisis mundial cambió drásticamente este panorama: numerosos escándalos en las altas esferas del poder francés -el más famoso fue Stavisky, citado por Discépolo en "Cambalache" y filmado en 1974 por Alain Resnais- terminaron de fundir a las productoras.

Cuando el público habitual de las salas galas comenzó a demandar que las películas fueran sonoras, se encontraron que tenían que pagar enormes sumas a los norteamericanos por los derechos del nuevo invento, lo cual terminó por arruinar a los hacía muy poco indolentes millonarios.

Ésto motivó que durante varios años la industria cinematográfica francesa estuviera en crisis, de la que fue recuperándose muy lentamente hacia la mitad de la década de los 30, gracias a una serie de filmes al mismo tiempo populares y de calidad, para terminar de transformarse hasta ahora, indiscutiblemente, en la segunda industria del mundo.

La muy breve obra de Jean Vigo (foto 1), sin embargo, no tuvo resonancia pública. Hijo de un anarquista franco español que murió asesinado en prisión, Vigo realizó un mediometraje documental -"A propósito de Niza" (foto 2) -una de las manifestaciones más políticas de un género nuevo y uno de ficción, "Cero en conducta", donde ampliaba la denuncia de las condiciones represivas de la educación en un orfanato hasta extender el mensaje hasta el no naturalismo y la poesía; un cortometraje olvidado sobre el nadador Jean Taris (foto 3) y su único largometraje, mutilado por los productores, "L' atalante", una historia encantadora sobre un matrimonio joven aún no adaptado a su unión y el marinero un tanto maniático que comanda el barco donde ellos viajan. La muerte de Vigo a los 29 años fue una de las mayores tragedias de la historia del cine.


Fragmento de "Cero en conducta" (1932) de Jean Vigo


Fragmento de "L'Atalante" (1934) de Jean Vigo

Chomette era el verdadero apellido de René Clair (foto 4). El más francés de los directores franceses ya había llamado la atención con el cortometraje "Entreacto" (que se puede ver en la entrada 9) en la época vanguardista, donde demostró además de la inspiración dadaista, mucho sentido del humor y de ternura para sus personajes. Realizó dentro del cine mudo "París que duerme", que partía de un esquema de ciencia ficción con un rayo que paralizaba a todos los habitantes de la capital y, fundamentalmente, "Un sombrero de paja de Italia" (1928) (foto 5), que está basada en un vaudeville y lo afirmó en la industria. Al llegar el sonoro, Clair perfila nítidamente su estilo tan particular de comedia musical -en un sentido muy diferente al hollywoodense- con personajes populares, enmarcados en las inimitables calles y barrios franceses, dentro de un tono de bonhomía nada tonta.

En el cine sonoro aún tambaleante se producirían sus obras maestras: "Bajo los techos de París", "El millón" (1931) y "A nosotros la libertad" (1932), que inspiró famosamente a Chaplin para "Tiempos modernos". Aún hoy, 80 años después de realizadas siguen siendo encantadoras y frescas. Luego de un par de fracasos económicos, Clair se exilia voluntariamente en Inglaterra y posteriormente el gobierno colaboracionista le retira el pasaporte, estableciéndose en Estados Unidos, donde inevitablemente, perdería autenticidad, dado que su estilo tan particular de humor sutil no tendría buena acogida en las plateas americanas, debiendo conformarse con realizar otro tipo de películas.

Clair fue un comediante brillante, imaginativo, con un estilo único. Hábil -en sus mejores momentos- para no caer ni en el mensaje obvio, ni en la tontería insípida. Su film "político" "A nosotros la libertad" es más bien un canto un tanto pintoresco a favor de la amistad por encima de cualquier interés económico, impensable en otro ambiente. Luego de la Segunda Guerra Mundial, regresaría a su país y comenzaría una nueva etapa no carente de éxitos ("El silencio es oro", "Las grandes maniobras", "Puera de Lilas") pero progresivamente su estilo se fue quedando anticuado y la inspiración fresca previa a la guerra, desapareciendo.


Fragmento de "Bajo los techos de Paris" (1930) de René Clair


Fragmento de "A nosotros la libertad" (1931) de René Clair

Hijo del famoso pintor impresionista Auguste, Jean Renoir (foto 6) tuvo una larga serie de fracasos comerciales en sus comienzos. Poco a poco, se iría recuperando, coincidiendo con el mejoramiento económico de la industria francesa con títulos como "La perra", "El crimen de Mr. Lange" y "Toni". Adaptó a Gorki en "Los bajos fondos" trasladando la acción al ambiente local -como haría Kurosawa 20 años después- y comenzó su serie de obras maestras con el impacto de "La gran ilusión" (1937) (foto 7).

Ésta era la historia de unos prisioneros franceses de diferentes clases sociales en la Primera Guerra Mundial, en manos del ejército alemán. El noble encarcelado descubre que está mucho más a gusto con el carcelero también aristócrata que con sus compatriotas. Al mismo tiempo, el obrero que se escapa (Jean Gabin, estrella máxima del período) se enamora de una viuda alemana y sueña con un mundo mejor más allá de las fronteras.

Anteriormente se había desentendido por numerosos problemas con los productores de "Fiesta campestre" (1936), que quedó finalmente reducida a unos 40 minutos, pero que al darse a conocer luego de la Segunda Guerra fue aceptada como la obra maestra que es. Un matrimonio de mediana edad va a pasear al campo con su hija muy joven y ambas mujeres son cortejadas por dos holgazanes del lugar, lo que es mirado con simpatía por el director.

Más allá de virtudes estrictamente cinematográficas, Renoir ha sido aclamado por su notable capacidad de observación al crear personajes mucho más humanos de lo habitual, por lo menos en sus mejores películas, al igual que la generosidad con que trata a todos ellos, aún los más detestables. La insólita sutileza con que retrata a la sociedad, con un naturalismo y una levedad que no excluye -sino más bien lo contrario- la crítica social y la piedad por sus desgracias.

Otros nombres fueron decisivos para la recuperación del cine francés que terminó desarrollando uno de los mejores períodos creativos de toda su historia, hasta que la tragedia de la Guerra, la ocupación nazi y el enorme costo de vidas humanas truncara ese esplendor. Uno de los directores que es recordado por una sola de sus películas fue el belga Jacques Feyder, que en 1935 tuvo un gran éxito con "La kermesse heroica", una reconstrucción histórica muy vistosa y, al mismo tiempo, disfrutable, de la invasión española en territorio flamenco, donde los hombres no tienen el valor para enfrentar al ejército invasor pero sus mujeres los reciben de manera mucho más mundana.

El mes que viene, sigue el cine francés de la época.


Fragmento de "Fiesta campestre" (1936) de Jean Renoir



Fragmento de "La kermesse heroica" (1935) de Jacques Feyder

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