5 de septiembre de 2017

Venezuela nos duele (a unos pocos)

Quien quiera informarse y entender qué es lo que está pasando y por qué hay tantos problemas en Venezuela a través de los medios de comunicación masiva, sólo recibirá una cobertura muy similar a la que se realizó cuando hubo problemas (y quisieron informarlos) en Siria, en Irak o en Afganistán, transformando la multidiversa y compleja situación sociopolítica del mundo en una nebulosa opaca, donde lo único que se saca en limpio es que hay alguien "malo" que se dedica a hacer el mal porque es así y hay que sacar del medio. Creo que los villanos de los superhéroes de historietas están presentados de forma más matizada y creíble.

Cuando nos informan. Alguien que sólo consuma los noticieros -o sea muchos de
nosotros- sin duda no tendrá la menor idea de dónde queda Yemen, donde está ocurriendo una tragedia humanitaria terrible, pero, claro, allí el culpable es Arabia Saudita, proveedor generoso de Estados Unidos. 

Y no es que entre en paranoias conspirativas de izquierdistas de hace 60 años. No quiero insinuar que los periodistas mayoritarios uruguayos sean meros empleados de la C.I.A. Sólo es que su ideologìa es conservadora y representa los intereses de los poderosos. En el país y en el exterior. La cobertura es simplista y unilateral. Y, en realidad, como casi siempre que hay conflictos, no hay culpables y violentos de un solo lado. 
  
Hugo Chávez -quien intentó un golpe de Estado- llegó al poder por las urnas, siendo la esperanza de gran parte de las clases populares, eternamente olvidadas en el país que padece lo que algunos llaman la "maldición del petróleo". Le sobra el que aún es el mineral más valioso y codiciado, pero la gente pasa mal.

Con personalismos y errores, la llamada "Revolución bolivariana" trató de resolver las carencias de los más pobres. No hay duda de ello: en 2002 hubo un fracasado golpe de Estado contra él, en donde colocaron al presidente de la gremial de empresarios como primer mandatario con el rápido reconocimiento de U.S.A. y la militancia de los ahora famosos Leopoldo López y Henrique Capriles.

Muy lejos de mí está apelar al patrioterismo fácil y poner a nuestro país -que vaya si tendrá cosas para criticar- por encima de los demás pero aquí, bastante bien aunque no en un 100%, se cumple la máxima de competir electoralmente en forma limpia y que gane el mejor. Y el que pierde, tratará de revertir el resultado democráticamente en la instancia siguiente.

En Venezuela no, lamentablemente. Tampoco en muchos otros lados, como en Brasil donde Dilma ganó por poco margen su reelección y desde el primer día los demás partidos -incluídos sus propios aliados- trabajaron buscando cualquier excusa para sacarla del poder, envalentonados por la escasa diferencia. En Uruguay, en cambio, en 1994 hubo una elección donde hubo solamente menos de 3% de votos entre el ganador y el TERCER partido y nadie intentó ningún golpe de Estado.

Y este sayo le cabe a ambos bandos hoy enfrentados a muerte en la patria natal de Bolívar. Porque si la oposición estuvo totalmente en contra de todas y cada una de las medidas del chavismo y cada uno de sus actos eleccionarios, con protestas violentas en las calles, apenas consiguió un gran triunfo en las últimas legislativas, se aferró a ellas y desde allí intentó todo tipo de estratagemas para derrocar a Maduro, incluso inventando que es colombiano.

El gobernante PSUV no es mucho mejor: ha desconocido totalmente al Parlamento, simplemente porque ahora es minoría en él y ha convocado a una Asamblea Constituyente para reeemplazarlo. Ha hecho todo tipo de maniobras para que esa Asamblea fuera totalmente oficialista y dirigiera al país muy por encima de las tareas habituales de un órgano de ese estilo. 

¿Qué desenlace puede tener una crisis -alimentaria, además de política- donde ambos bandos se han jurado odio eterno, que se han negado al menor diálogo incluso con la mediación de presidentes varios y del Papa?. Si además cada uno se dedica a la total destrucción del otro, sin lugar de reflexión común ni espacio para la colaboración...

No todos los que están en contra de Maduro son ultraderechistas. Buena parte de la izquierda nunca apoyó a Chavez y aún muchos que sí fueron chavistas hoy están en la oposición. Uno supone que el desgaste será en algún momento irreversible pero no sabe qué quedará en su lugar. Si asume un gobierno que no sea del PSUV, ya sea por las urnas, por una renuncia o de otra forma, nada parece que el desenlace pueda ser pacífico y sin derramamiento de sangre.

P.D.: Vistas todas las declaraciones de la derecha uruguaya, cualquier forma de llegar al poder por parte de la oposición venezolana tendrá su aprobación y cualquier muerte de chavistas, su silencio.         

3 comentarios:

zorro d colonia dijo...

Excelente lo suyo, Fagalde

Alvaro Fagalde dijo...

Gracias, amigo Zorrete.

JLO dijo...

Nunca mas claro... Aunque suene a mitad de opinión, no te jugaste... O un poco si 👍

Saludos 🙋