INGMAR BERGMAN
Nacido en 1918, realizó su tercera película antes de cumplir los 30 años, gracias a las facilidades que la social democracia de su Suecia natal daba a los artistas jóvenes. Fue hijo de un pastor protestante, como probablemente sabe todo el mundo, lo que determinó una educación severa y restrictiva, y una constante presencia de la noción del pecado y la prohibición como mirada al mundo. Bergman destacó rápidamente en el teatro local y pasó sin transiciones al cine. La visión de algunas de sus primeras películas ("Crisis", su debut en 1946; "Barco a la India" en 1947; "Música en la noche" y "Puerto", ambas un año después) nos muestra a un director sólido y seguro de lo que quiere, pero que aún se ciñe demasiado a los asuntos teatrales que dirige, aunque -como suele olvidarse aún cuando se estudian sus obras de madurez) nunca descuidó el acabado técnico de sus imágenes ni la expresividad cinematográfica, más allá del texto a interpretar, lo cual es constatable desde el primer filme firmado por él.
En los años 50 aún era ajena la idea de que un maestro del cine pudiera provenir -y trabajar- en una industria que no fuera de las principales y más sólidas (ya sea Estados Unidos, Francia, Alemania, Gran Bretaña o Italia) y se afirma insistentemente -de forma exagerada- que Bergman fue descubierto por la crítica del Río de la Plata. La verdad es que llamó poderosamente la atención de público y crítica su "Juventud divino tesoro" (la traducción exacta del título original es: "Juegos de verano") en el Festival de Punta del Este de 1952, y fue un gran éxito cuando se estrenó, motivando la avidez por más películas de ese director sueco desconocido. Sin embargo, la fama a nivel mundial llegó recién cuando en 1955 la crítica escrita francesa comenzó a publicar notas entusiastas.
Fragmento de "Crisis" (1946)
Fragmento de "Prisión" o "El demonio nos gobierna" (1949)
Fragmento de "Juventud divino tesoro" (1950)
Los protagonistas bergmanianos de los comienzos de su carrera suelen ser jóvenes incomprendidos por la sociedad, que ven dificultados sus sueños por los prejuicios de los mayores. A partir de la formidable "Juventud divino tesoro" -probablemente la mejor película sobre la nostalgia- el tiempo pasa a ser el mayor villano.
El cine sueco comenzó a ser más conocido por los "escándalos" de sus "veranos" (el principal exponente fue "Un solo verano de felicidad" de Arne Mattson) con desnudos poco habituales en la época. Durante algún tiempo Bergman pudo ser confundido con un explotador más de los escándalos por alguna gente, pero pronto se vio la profundidad de sus plateos y su inteligencia expresiva. Otro de los factores que ayudaron a la brillantez de la obra de Bergman, incluso en sus filmes menos ambiciosos fueron los brillantes actores con los que se rodeó, varios de ellos en muchos títulos: Harriet Andersson, Gunnar Bjostrand, Eva Dahlbeck, Max Von Sydow, Bibi Andersson, Ingrid Thulin y Liv Ullman.
Bergman realizó comedias ("Confesión de pecadores", "Sonrisas de una noche de verano", "El ojo del diablo"), dramas sentimentales ("El fracasado", "Mujeres que esperan", "Una lección de amor") pero fueron sus tragedias más profundas las que le dieron fama. "Noche de circo" (1954), (foto 2) es mucho más que una amarga historia de desencuentros amorosos; "El séptimo sello" (1956) con su partida de ajedrez entre el caballero medieval y la Muerte, trasciende su historia de siglos atrás; "Cuando huye el día" -o "Fresas salvajes", como debió ser traducida- (1957) es el repaso de un viejo profesor realiza impiadosamente a su vida, que es bastante menos gratificante y constructiva de lo que dice la historia oficial.
En sus mejores títulos el director sueco hunde el bisturí hasta niveles estremecedores en la insastifacción vital de una sociedad económicamente próspera, que puede ser compartida por gente de otras geografías. Se vale para ello de una brillante dirección de actores -quienes difícilmente estén mejor que con Bergman- de libretos muy sólidos, de excelentes diálogos siempre creíbles y de una formidable imaginación visual, aunque no abandone la sobriedad ni siquiera en los más barrocos y experimentales filmes de su segunda etapa. Bergman nunca hace una de más.
A diferencia de lo que se suele creer -Bergman fue más conocido popularmente de lo habitual incluso por gente no cinéfila o que no vio sus películas- su cine no es meramente "de gente hablando" ni reiterativo. Siempre experimentando -dentro de sus propios límites-, siempre insatisfecho, sus filmes son diferentes unos de los otros, con la excepción de sus últimos -mal conocidos- años en los que trabajó para la televisión o con video de alta definición, en que pareció agotado, aunque siempre con talento.
Al comenzar la década de los 60 realizaría obras "poco bergmanianas" como "El mago" (1958) (foto 3) y "El manantial de la doncella" (1959) (foto 4) -con la que ganaría su primer Oscar a película en lengua extranjera- hasta comenzar con "Detrás de un vidrio oscuro" (1961) su impactante trilogía sobre la ausencia de Dios y una segunda etapa en su carrera que será tratada en una entrada futura.
Fragmento de "Un verano con Mónica" (1952)
Fragmento de "Sonrisas de una noche de verano" (1955)
Fragmento de "El séptimo sello" (1956)
Fragmento de "Cuando huye el día" (1957)
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