26 de abril de 2012

"Un hombre extraño" de Roberto Arlt


 De Roberto Arlt (1900-1942) se podría decir que no era un escritor -como Jorge Luis Borges- de prosa exquisita o de técnica irreprochable. Se dice que en sus originales abundaban las faltas de ortografía, pero su fama ha crecido con los años, hasta considerarse uno de los mejores escritores argentinos de todos los tiempos. 

Más recordado por sus artículos periodísticos -especialmente las "Aguafuertes porteñas"- Arlt escribió numerosos cuentos -muchos de ellos de inspiración árabe-, novelas y obras de teatro que no fueron representadas mientras vivía. Original, poderoso, profundo conocedor de los claroscuros de las personas y del absurdo de la vida, su obra es una de las más interesantes de la literatura rioplatense.

UN HOMBRE EXTRAÑO

ROBERTO ARLT



 A las diez de la mañana Erdosain llegó a Perú y Avenida de Mayo. Sabía que su problema no tenía otra solución que la cárcel, porque Barsut seguramente no le facilitaría el dinero. De pronto se sorprendió.
En la mesa de un café estaba el farmacéutico Ergueta.
Con el sombrero hundido hasta las orejas y las manos tocándose por los pulgares sobre el grueso vientre, cabeceaba con una expresión agria, abotagada, en su cara amarilla.
Lo vidrioso de sus ojos saltones, su gruesa nariz ganchuda, las mejillas fláccidas y el labio inferior casi colgando, le daban la apariencia de un cretino.
Enfundaba su macizo cuerpazo en un traje de color de canela y, a momentos, inclinado el rostro, apoyaba los dientes en el puño de marfil de su bastón.
Por ese desgano y la expresión canalla de su aburrimiento tenía el aspecto de un tratante de blancas. Inesperadamente sus ojos se encontraron con los de Erdosain, que iba a su encuentro, y el semblante del farmacéutico se iluminó con una sonrisa pueril. Aún sonreía cuando le estrechaba la mano a Erdosain, que pensó:
­ -¡Cuántas lo han querido por esa sonrisa!
Involuntariamente, la primera pregunta de Erdosain fue:
­ -Y, ¿te casaste con Hipólita?
­ -Sí, pero no te imaginás el bochinche que se armó en casa...
­ -¿Qué..., supieron que era de la vida?
-­ No... eso lo dijo ella después. ¿Vos sabés que Hipólita antes de hacer la calle trabajó de sirvienta?...
­ -¿Y?
­ -Poco después que no casamos, fuimos mamá, yo, Hipólita y mi hermanita a lo de una familia. ¿Te das cuenta qué memoria la de esa gente? Después de diez años reconocieron a Hipólita que fue sirvienta de ellos. ¡Algo que no tiene nombre! Yo y ella nos vinimos por un camino y mamá y Juana por otro. Toda la historia que yo inventé para justificar mi casamiento se vino abajo.
­ -¿Y por qué confesó que fue prostituta?
­ -Un momento de rabia. Pero, ¿no tenía razón? ¿No se había regenerado? ¿No me aguantaba a mí, a mí, que les he sacado canas verdes a ellos?
-­ ¿Y cómo te va?
­ -Muy bien... La farmacia da sesenta pesos diarios. En Pico no hay otro que conozca la Biblia como yo. Lo desafié al cura a una controversia y no quiso agarrar viaje.
Erdosain miró repentinamente esperanzado a su extraño amigo. Luego le preguntó:
­ -¿Jugás siempre?
­ -Sí, y Jesús, por mi mucha inocencia, me ha revelado el secreto de la ruleta.
­ -¿Qué es eso?
­ -Vos no sabés... el gran secreto... una ley de sincronismo estático... ya fui dos veces a Montevideo y gané mucho dinero, pero esta noche salimos con Hipólita para hacer saltar la banca.
-Y de pronto lanzó la embrollada explicación:
­ -Mirá, le jugás hipotéticamente una cantidad a las tres primeras bolas, una a cada docena. Si no salen tres docenas distintas se produce ferozmente el desequilibrio. Marcás, entonces, con un punto la docena salida. Para las tres bolas que siguen quedará igual la docena que marcaste. Claro está que el cero no se cuenta y que jugás a las docenas en series de tres bolas. Aumentás entonces una unidad en la docena que no tiene alguna cruz, disminuís, en una, quiero decir, en dos unidades la docena que tiene tres cruces, y esta sola base te permite deducir la unidad menor que las mayores y se juega la diferencia a la docena o las docenas que resulten.
Erdosain no había entendido. Contenía su deseo de reír a medida que su esperanza crecía, pues era indudable que Ergueta estaba loco. Por eso replicó:
-­ Jesús sabe revelar esos secretos a los que tienen el alma llena de santidad.
­ -Y también a los idiotas ­-arguyó Ergueta, clavando en él una mirada burlona, a medida que guiñaba el párpado izquierdo­. 

-Desde que yo me ocupo de esas cosas misteriosas he hecho macanas grandes como casas, por ejemplo, casarme con esa atorranta...
­ -¿Y sos feliz con ella?
­ -... creer en la bondad de la gente, cuando todo el mundo lo que tira es a hundirlo a uno y hacerle fama de loco...
Erdosain, impaciente, frunció el ceño; luego:
­ -¿Cómo no querés que te tengan por loco? Vos fuiste, según tus propias palabras, un gran pecador. Y de pronto te convertís, te casás con una prostituta porque eso está escrito en la Biblia, le hablás a la gente del cuarto sello y del caballo amarillo... claro... la gente tiene que creer que estás loco, porque esas cosas no las conoce ni por las tapas. ¿A mí no me tienen también por loco porque he dicho que habría que instalar una tintorería para perros y metalizar los puños de las camisas?... Pero yo no creo que estés loco. No, no lo creo. Lo que hay en vos es un exceso de vida, de caridad y de amor al prójimo. Ahora, eso de que Jesús te haya revelado el secreto de la ruleta me parece medio absurdo...
­ -Cinco mil pesos gané en las dos veces...
­ -Pongamos que sea cierto. Pero lo que te salva a vos no es el secreto de la ruleta, si no el hecho de tener una hermosa alma. Sos capaz de hacer el bien, de emocionarte ante un hombre que está a las puertas de la cárcel...
­ -Eso sí que es verdad ­interrumpió Ergueta­. Fijate que hay otro farmacéutico en el pueblo que es un tacaño viejo. El hijo le robó cinco mil pesos... y después vino a pedirme un consejo. ¿Sabés lo que le aconsejé yo? Que lo amenazara al padre con hacerlo meter preso por vender cocaína si lo denunciaba.
­ -¿Ves cómo te comprendo yo? Vos querías salvar el alma del viejo haciéndole cometer un pecado al hijo, pecado del que éste se arrepentirá toda la vida. ¿No es así?
­ -Sí, en la biblia está escrito: "Y el padre se levantará contra el hijo y el hijo contra el padre"...
­ -¿Ves? Yo te entiendo a vos. No sé para lo que estás predestinado... El destino de los hombres es siempre incierto. Pero creo que tenés por delante un camino magnífico. ¿Sabés? Un camino raro...
­ -Seré el Rey del Mundo. ¿Te das cuenta? Ganaré en todas las ruletas el dinero que quiera. Iré a Palestina, a Jerusalén y reedificaré el gran templo de Salomón...
­ -Y salvarás de angustia a mucha gente buena. ¡Cuántos hay que por necesidad defraudaron a sus patrones, robaron dinero que les estaba confiado! ¿Sabés? La angustia... Un tipo angustiado no sabe lo que hace... Hoy roba un peso, mañana cinco, pasado veinte y cuando se acuerda debe cientos de pesos. Y el hombre piensa. Es poco... y de pronto se encuentra con que han desaparecido quinientos, no, seiscientos pesos con siete centavos. ¿Te das cuenta? Ésa es la gente que hay que salvar..., a los angustiados, a los fraudulentos.
El farmacéutico meditó un instante. Una expresión grave se disolvió en la superficie de su semblante abotagado; luego, calmosamente, agregó:
­ -Tenés razón... el mundo está lleno de turros, de infelices... pero ¿cómo remediarlo? Esto es lo que a mí me preocupa. ¿De qué forma presentarle nuevamente las verdades sagradas a esa gente que no tiene fe?
­ -Pero si la gente lo que necesita es plata... no sagradas verdades.
-­ No, es que eso pasa por el olvido de las Escrituras. Un hombre que lleva en sí las sagradas verdades no lo roba a su patrón, no defrauda a la compañía en que trabaja, no se coloca en situación de ir a la cárcel del hoy al mañana.
Luego se rascó pensativamente la nariz y continuó:
­ -Además, ¿quién no te dice que eso no sea para bien? ¿Quiénes van a hacer la revolución social, si no los estafadores, los desdichados, los asesinos, los fraudulentos, toda la canalla que sufre abajo sin esperanza alguna? ¿O te creés que la revolución la van a hacer los cagatintas y los tenderos?
­ -De acuerdo, de acuerdo... pero, en tanto llega la revolución social, ¿qué hace ese desdichado? ¿Qué hago yo?
Y Erdosain, tomándolo del brazo a Ergueta, exclamó:
­ -Porque yo estoy a un paso de la cárcel, ¿sabés? He robado seiscientos pesos con siete centavos.
El farmacéutico guiñó lentamente el párpado izquierdo y luego dijo:
­ -No te aflijás. Los tiempos de tribulación de que hablan las Escrituras han llegado. ¿No me he casado ya con la Coja, con la Ramera? ¿No se ha levantado el hijo contra el padre y el padre contra el hijo? La revolución está más cerca de lo que la desean los hombres. ¿No sos vos el fraudulento y el lobo que diezma el rebaño...?
-­ Pero, decime, ¿vos no podés prestarme esos seiscientos pesos?
El otro movió lentamente la cabeza:
­ -¿Te pensás que porque leo la Biblia soy un otario?
Erdosain lo miró desesperado:
­ -Te juro que los debo.
De pronto ocurrió algo inesperado.
-El farmacéutico se levantó, extendió el brazo y haciendo chasquear la yema de los dedos, exclamó ante el mozo del café que miraba asombrado la escena:
­ -Rajá, turrito, rajá.
Erdosain, rojo de vergüenza, se alejó. Cuando en la esquina volvió la cabeza, vió que Ergueta movía los brazos hablando con el camarero.

18 de abril de 2012

Usted, políticamente... ¿es correcto o incorrecto?

La primera vez que escuché la expresión "políticamente correcto" fue en una crítica de la película "Filadelfia" (1993) de Jonathan Demme. Muchos la recordarán: actuaban Tom Hanks (que ganó el Oscar), Denzel Washington y Antonio Banderas. Hanks era un abogado gay despedido por haberse enfermado de SIDA. Se afirmaba -con razón- que era una de esas películas "políticamente correctas" no sólo por defender a una minoría discriminada y despreciada -los homosexuales, claro- sino también por transformar a ese Protagonista Héroe Que Representa A Una Minoría Que Hay Que Considerar Como Igual como un profesional, familiar y persona excepcional, intachable, muy por encima de los demás. No un ser humano como cualquier otro.

Hanks y Banderas -su pareja gay en el filme- eran generosos, cariñosos y se amaban incondicionalmente. La familia del protagonista los había aceptado sin ninguna fisura, duda o resquemor. Todo demasiado perfecto.

Hace varios años una compañera de trabajo me reprochaba que fuera enemigo de una jefa (lesbiana), acusándome de homofóbico. Yo le expliqué que mi oposición a ella no tenía nada que ver con su opción sexual sino con sus propias características personales. Alguien que es una mierda -como esa mujer- es una mierda y no va a ser mejor ni peor por ser homosexual. Justamente, opino que el tratarla de igual a igual y juzgarla -aunque sea negativamente- al igual que cualquier heterosexual es la forma de no discriminar.

Tom Hanks -su personaje en "Filadelfia", en realidad- podría haber sido un abogado más o menos, un tipo medio antipático o bastante feo y por ello TAMBIÉN habría que defender sus derechos humanos. Nadie puede pretender que los indios que vieron sus poblaciones exterminadas por los conquistadores europeos tuvieran que ser un dechado de virtudes. Simplemente, no había que matarlos ni "conquistarlos". 

Con el tiempo, la expresión "políticamente correcto" se ha empezado a usar para cualquier otra cosa. Lo mismo pasa con su supuesta contrapartida "políticamente incorrecto". Muchos dicen ser ésto último (incluso así se llamaba el pésimo boletín de una fracción ultraderechista del Partido Nacional ya disuelta) por decir disparates o estupideces que contradicen al sentido común. 

Es cierto que ha habido mucho abuso de lo "políticamente correcto": artistas conocidos que dicen apoyar al boleo cualquier causa supuestamente humanitaria, muchas veces sólo porque queda "bien". Muchos colectivos que defienden a las minorías suelen tener un celo a veces ridículo para defender a sus integrantes. Ejemplos nacionales pueden ser las quejas de Mundo Afro por el contenido de "El día que Artigas se emborrachó" del Cuarteto de Nos, donde se mencionaba a Ansina, sin calificarlo de ninguna manera o de los descendientes de los charrúas por un cuplé de Agarrate Catalina.

El primer "políticamente correcto" de la historia moderna fue el actor Sidney Poitier, que encarnaba a negros siempre impecablemente vestidos y peinados, buenos y pacientes hasta el delirio. Tenían que ser muchísimo mejores que los blancos para recién ahí poder ser considerados sus iguales...

Si hay que resumir ésto, yo diría que lo mejor es dejarle a negros (no afrouruguayos, por favor), judíos, homosexuales, mujeres, indígenas y tutti cuanti el mismo derecho que tenemos los que estamos en las mayorías de ser egoístas, desprolijos, avaros, soberbios y todo lo demás que solemos ser, cada dos por tres. 

Un tema que se burla de los políticamente correctos. Ya había sido incluído en una entrada dirigida a su grupo, pero me parece que viene al caso.

MATEN A LAS BALLENAS
           

11 de abril de 2012

Jorge Galemire, el subvalorado


Cuando yo afirmo que Jorge Galemire es uno de los mejores músicos en la historia del Uruguay, generalmente mi interlocutor me mira con sorpresa y recelo, cuando no con expresión de que estoy loco. Lo más probable, en realidad, es que nunca haya oído hablar de él y aunque, evidentemente, conozca a Jaime Roos y le guste, no va a aceptar fácilmente mi aseveración.

Seguramente es el músico más subestimado y ninguneado en nuestra música popular. Originario del mismo tronco del mencionado Jaime, de Urbano Moraes, de Los que iban cantando (grupo que integró brevemente, al igual que Canciones para no dormir la siesta) Galemire tiene un muy reducido círculo de admiradores -al que quiero sentirme incluído- pero nunca ha tenido la repercusión mediática de otros intérpretes menos talentosos.

Una personalísima mezcla de candombe y "tuco", influídas por lo más valioso de las distintas corrientes brasileras y del rock británico (con los Beatles en primerísimo lugar), su música es única, una particular amalgama entre popular y minoritario, sin permitir la menor concesión comercial ni una sola caída al mal gusto.

Es muy difícil conseguir material digital sobre él y lo poco que pude encontrar (que incluye dos obras maestras absolutas como "La mueca" y la muy desconocida "Kublai Khan") se lo debo a Youtube. Un poco disminuído en su formidable creatividad (que le ha llevado a transitar caminos poco frecuentados por colegas uruguayos), Galemire sigue siendo un genio desconocido de este país. Y me tendrá ahí presente en su próximo toque.  

LA MUECA

TUS ABRAZOS

CARTA SIN ABRIR

VA PENSANDO

CLAROS (Con Eduardo Darnauchans)

KUBLAI KHAN (Con Dino)

LANA TURNER (En vivo, 1989)

LA DESPEDIDA

6 de abril de 2012

Para Elian

Hoy me enfrentó la Muerte, otra vez
esa imbécil injusta, amarga, desconocida,
que quiere arrodillarme, escupiéndome,
que quiere reducirme
a ser quien no quiero ser.
No entenderán lo que digo
los que no pueden hacer nada sin calcular
qué pueden conseguir de cada movimiento y
cuántas monedas cobrar de cada frase.
Yo voy a recordar las discusiones y las risas,
las diferencias y los campamentos,
jugar a las cartas o hablar
solo por jugar a las cartas o hablar;
fui al Vaticano y sabías que yo te iba a romper las pelotas
viajaste a USA y Australia aunque sea;
viviste sólo 48 años como mi padre.
Un sms del 18/10/2010
que todavía guardo
donde decías
que aunque nos viéramos poco
me querías
Amiga mía

3 de abril de 2012

Cine: Historia Ilustrada 28

ANTES Y DESPUÉS DEL DESHIELO SOVIÉTICO

Luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética tuvo que sobreponerse a inmensas pérdidas materiales y humanas, como nunca había visto antes ninguna otra nación. En el caso específico del cine, todo estaba por reconstruir: salas y estudios.

Pero hay otro factor muy importante que debe ser tenido necesariamente en cuenta: la dictadura stalinista controló el contenido de las películas no sólo censurando férreamente la producción impidiendo el menor atisbo de visión crítica de la realidad o de la historia del país, sino que también impuso la realización de filmes celebratorios, de burda propaganda del régimen (hubo un curioso subgénero que podría denominarse "comedias musicales de tractores"), que hoy hay que verlas para creerlas. Un ejemplo recordado fue "La caída de Berlin", en donde se decía que Stalin había ganado la guerra prácticamente él sólo, con su genio militar, algo que la historia seria se empeña en desmentir.     

Fragmento de "La caída de Berlin" (1951) de Mikhail Chaureli

Incluso los grandes nombres del cine soviético (Eisenstein, Pudovkin, Dovzhenko)     AQUÍ ENTRADA ANTERIOR SOBRE ELLOS       tuvieron serios problemas con el régimen, a pesar de que en algunos casos tuvieran posiciones bastante complacientes.


Eisenstein fue quien más sufrió, viendo prohibida la finalización de "El prado de Bezhin", que quedó incompleta y la exhibición de "Iván el terrible, la conspiración de los boyardos", segunda parte de la excepcional trilogía sobre el famoso (y sanguinario) zar que quedó incompleta por la prematura muerte del director. Luego del fracaso de no poder finalizar "Qué viva México", Sergei Eisenstein realizó "Alexander Nevskii" (1938) (foto 1) bastante académica pero brillante técnicamente, dotada de una insólita correlación entre las imágenes y la música de Prokofiev. Aparentemente rehabilitado, fue premiado por la primera parte de "Ivan..." por el propio Stalin, pero al difundirse la segunda parte, donde el héroe histórico dudaba del sentido de su vida autoritaria -rasgo que no podía conformar al dictador- fue prohibida su exhibición hasta que un periodista inglés la vio y escribió favorablemente sobre ella. Eisenstein moriría del corazón a los 50 años mientras preparaba la tercera y última parte.     

Fragmento de "Ivan el terrible" (1944) de Sergei Eisenstein


La muerte de Stalin trajo el parcial desmantelamiento de su aparato represor y cambios en la sociedad soviética, sino totales por lo menos significativos. La censura fue bastante más flexible, lo que permitiría un film como "El 41" (1956) (foto 2) de Grigori Chukhrai, una historia romántica bien filmada pero convencional. La novedad era que ella era una soldado que se enamoraba de un oficial del ejército blanco, que no era un malvado maniqueo. El film triunfó en Cannes, en buena parte por la belleza de su protagonista Izolda Izviskaya, fallecida de un modo no aclarado en 1971. 
 
Pero su mayor éxito fue otra película de guerra, enmarcada en un contexto más crítico: "La balada del soldado" (1959) (foto 3). Posteriormente, el talentoso Chukhrai (o Chujrai) sufriría un par de fracasos comerciales y el ostracismo del régimen, que volvió a ser bastante opresivo al ser destituído Kruschev (el sucesor de Stalin y su crítico oficial en un famoso congreso del Partido), sustituído por el más represor Brezhnev.

A diferencia de Chukhrai, Mikhail Kalatozov era un veterano con varios títulos en su haber cuando llegó lo que fue denominado el "deshielo". "Vuelan las grullas" fue su gran éxito, un melodrama bélico, que llamó la atención por sus audacias de fotografía (algo que también fue poco permitido por la censura soviética anteriormente) y un tratamiento de la tragedia de la guerra mucho más maduro de lo que aconsejaba el realismo socialista. En 1964, y en el marco del acercamiento de la U.R.S.S. con el régimen cubano de Fidel Castro, Kalatozov realizó la olvidadísima "Soy Cuba", una cara superproducción que fracasó lamentablemente pero que ha sido reinvindicada por Scorsese y Coppola en años recientes, asombrando aún hoy por sus larguísimos planos secuencias, brillantemente logrados.   


Fragmento de "Vuelan las grullas" (1957) de Mikhail Kalotozov

Fragmento de "Soy Cuba" (1964) de Mikhail Kalotozov

Grigori Kosintzev (foto 4) se había hecho conocido por sus películas realizadas ya en el período mudo en tandem con Leonid Trauberg, de las cuales la más recordada es "La nueva Babilonia" (1929) sobre la Comuna de Paris de 1871, en un marcado tono expresionista, bastante cercano a Eisenstein. Su obra en solitario es recordada sobre todos por dos talentosas adaptaciones shakesperianas ("Hamlet" y "Rey Lear") y por su más que correcta traslación en color de "Don Quijote" (1957), con el mismo actor Nikolai Cherkasov, que había representado a Alexander Nevski y a Ivan el terrible. 

Los cineastas, liberados ya de la paternalista tutela de la censura que imponía visiones tontamente felices y cuadradas de la historia y del presente soviético y que incluso prohibía experimentaciones estéticas, pudieron utilizar puntos de vista más adultos y realistas, aunque nunca pudieran librarse totalmente de la represión a la libre expresión de ideas hasta el derrumbe del comunismo a fines de los 80. En 1962 debutaría Andrei Tarkovski, uno de los más grandes maestros de la historia de todo el cine, pero no podría crear libremente, a pesar de no ser un disidente político hasta su exilio en los 80.

Buena parte del cine de la época (y más adelante) no ha llegado hasta nosotros, por lo que sólo tenemos conjeturas de su valor. Entrados los 60 sólo tuvo circulación internacional las solemnes adaptaciones de Sergei Bondarchuk, particularmente "La guerra y la paz" (1964) realizada con enormes despliegues de ejércitos y de escenografías, pero demasiado académicas y monumentales. El cine soviético pecó abundantemente de solemnidad y aburrimiento hasta la llegada de la perestroika y un poco más. 

Fragmento de "Hamlet" (1964) de Gregori Kosintzev

Fragmento de "Rey Lear" (1971) de Gregori Kosintzev