30 de diciembre de 2011

Cine: Historia Ilustrada 26



EL DESCUBRIMIENTO DEL CINE JAPONÉS

Durante décadas, se consideraba al cine europeo occidental y norteamericano como "el" cine. A pocos se le podía ocurrir, allá por los 50, que una película que no fuera de Hollywood, inglesa, italiana o francesa, podía ser interesante. Las únicas excepciones podían ser alguna industria regional que, por su proximidad cultural, resultara interesante para públicos locales. El ejemplo en Uruguay fueron las producciones de los estudios mexicanos y argentinos, que por cierto no llegaban al llamado Primer Mundo.


En 1946 Venecia se había abierto a todas las nacionalidades que quisieran participar, luego de un período inicial sin mayor trascendencia, donde estaba limitado a los aliados del fascismo, siendo el primero de los grandes festivales que permitiría dar a conocer al mundo películas que normalmente no serían distribuídas fácilmente. "Rashomon", dirigida por Akira Kurosawa (foto 1) ganaría el premio principal (León de Oro) en 1951 para sorpresa de propios y extraños. El film no era -como podían creer muchos al saber el origen de la cinta- un mero pretexto para mostrar ambientes y personajes exóticos, sino más bien una historia cautivante y profunda, excelentemente narrada, que no tenía nada que envidiar a los mejores títulos occidentales. Una historia de saqueo, seducción y muerte era contada por un testigo ocasional y sus tres protagonistas (incluyendo al muerto) sin que pudiera saberse cuál era la verdad. Su solidez y su originalidad obligó a tener en cuenta, ya para siempre, al "exótico" cine japonés y consagró al director y a su protagonista Toshiro Mifune.

Centrada la atención en él, el imperio derrotado recientemente en la Segunda Guerra Mundial, ocupado por los norteamericanos y reducido su Emperador a una mera figura decorativa, despojada de su pretensión de divinidad, varios directores vieron abiertas las puertas para trabajar más libremente que bajo la férrea censura militar de su país. La ocupación se limitó a objetar las manifestaciones más militaristas o nacionalistas, permitiendo incluso varios filmes de reinvindicación sindical o de directa inspiración izquierdista.

Muy poco después de "Rashomon", Kurosawa terminaría otra obra maestra: "Vivir" en 1952, ambientada en la sociedad contemporánea, sobre un simple empleado burócrata que replanteará su vida, luego de un incidente menor, hasta intentar darle otro sentido.

Acusado por autoridades varias de ser"demasiado occidental", terminó siendo la puerta de entrada ideal para que el mundo comenzara a descubrir al cine de su país. En 1954 realizó una de las mejores películas de aventuras de toda la historia del cine: "Los siete samurai", el relato de una aldea de campesinos que contratan a los guerreros del título para que los defiendan de los periódicos ataques de unos bandidos. Impecablemente narrada, perfectamente equilibrada, fue una maravilla que impuso definitivamente durante unos 15 años la moda de los films de guerreros japoneses. A partir de la existencia del VHS y del DVD, pudimos conocer la versión original de casi 4 horas, que mejora con respecto al montaje conocido internacionalmente hasta ese momento, con 80 minutos menos. 

Kurosawa seguiría filmando hasta 1992, alternando las películas de acción (en las que era un maestro difícil de igualar) con otras temáticas humanistas, adaptando escritores extranjeros (como Gorki o Dostoievski), siendo más popular en el extranjero que en su país. 


Fragmento de "Rashomon" (1951)de Akira Kurosawa


Fragmento de "Vivir" (1952) de Akira Kurosawa

Fragmento de "Los siete samurai" (1954) de Akira Kurosawa

Ni Kurosawa ni el propio cine japonés era nuevo. Pocos años después de haber sido inventado, el nuevo arte desembarcó en el archipiélago y pronto creó sus reglas particulares. El cine sonoro recién fue aceptado en 1935, siendo hasta ese momento las películas mudas interpretadas frente al auditorio por los llamados benshis, quienes hablaban todos los parlamentos (a veces inventándolos) y agregaban músicas y sonidos ambientales por su propia cuenta. Como en otras partes, un gran porcentaje de esa producción se perdió y no consta en las historias pero ya en ese entonces había directores de prestigio y una sostenida fidelidad de los espectadores al cine nacional.

Uno de los nombres más importantes de la época fue Kenji Mizoguchi, quien siguió teniendo un lugar fundamental en la industria hasta su muerte en 1958 de cáncer. En 1952 ganaría su primer León de Plata en Venecia con "La vida de O'Haru, mujer galante", obteniendo el mismo premio dos años consecutivos más con "Ugetsu" y "El intendente Sansho" (foto 2). Mizoguchi era mucho menos afecto a la acción y a la épica que Kurosawa, centrándose en un cine "feminista", ya sea en dramas contemporáneos como en películas a cielo abierto, donde lo que importaba era la denuncia de las injusticias de género. "Ugetsu" fue su obra más distribuída -de hecho, la única estrenada comercialmente en Uruguay- donde además de su historia del embrujo padecido por un campesino a manos del fantasma de una hermosa mujer -la misma Machiko Kyo de "Rashomon"- también era importante el desamparo en que quedaban las esposas de sus indolentes protagonistas.

Con los años, se fue conociendo lentamente -y apreciando por públicos entendidos- la riqueza de la obra de Mizoguchi. En sus mejores películas -varias de ellas muy anteriores a las de su descubrimiento- se puede apreciar su maestría en el uso del plano secuencia y en la utilización del blanco y negro. Cineasta un poco irregular, es autor de varias culminaciones del cine japonés, incluyendo la formidable "Los amantes crucificados", de 1954. Su obra de los años 30 y 40 está todavía por estudiarse profundamente.

Mikio Naruse es aún menos conocido que Kurosawa, Mizoguchi y Ozu, pero su importancia dentro de la historia de su país no es menor. Exquisito narrador de historias sentimentales, es notable la habilidad que tiene para realizar lo que se ha llamado el "montaje invisible", que hace parecer que sus películas "fluyen" naturalmente, sin una mano que las cree artificialmente. Algunas de sus películas más celebradas son: "Crisantemos tardíos"; "La voz de la montaña" (foto 3) (ambas de 1954); "Nubes flotantes" (1955) y "Cuando una mujer sube la escalera" (1960). 

Fragmento de "Ugetsu" (1951) de Kenji Mizoguchi


Fragmento de "Los amantes crucificados" (1954) de Kenji Mizoguchi

Yasujiro Ozu (1903-1963) es el tercero de los principales maestros del cine japonés y el último en ser conocido por Occidente. Considerado "demasiado" japonés, sus películas nunca se presentaron en festivales o muestras hasta 1961, por creerse que eran muy localistas y no serían comprendidas por los extranjeros, Sin embargo, fueron pronto aclamadas por los críticos, especialmente "Historia de Tokyo" (1953), que en épocas más recientes se ha distribuido abundantemente por cinematecas y video clubes especializados, considerándose una de las mayores obras maestras del cine mundial y la culminación del género de cine familiar. Cuenta, con una imperturbable sobriedad pero con inflexible severidad la desintegración de una familia tipo japonesa, donde los ancianos padres no encuentran lugar en la fría rutina del hogar de su hijo casado.

Dueño de un estilo muy particular, donde la cámara se instala inmóvil, generalmente a una altura bastante infrecuente de pocos centímetros sobre el suelo, similar a la de un potencial espectador sentado sobre un almohadón (foto 4, tomada de "Primavera tardía"). Ozu no temía quebrar las leyes de 180º, que -teoricamente- prohiben saltar el eje imaginario que divide un escenario y en numerosos diálogos sus personajes aparecen alternativamente a izquierda o derecha de la pantalla, sin que ésto perturbe la comprensión. Sin duda, viendo varias veces sus filmes se puede apreciar que tanto el montaje como las ubicaciones en el plano eran fruto de una laboriosa composición, pero -al igual que Naruse- ésto no se visualiza fácilmente, porque sus películas "fluyen" con enorme naturalidad. Allí donde Mizoguchi dominaba el desplazamiento de la cámara, en largos planos secuencia, Ozu narra mediante una sucesión de tomas estáticas cortas, a veces montadas con numerosas interrupciones pero que nunca abandonan su aparente serenidad, unida a un particular sentido del humor.

Además de "Historias..." son muy apreciadas la temprana culminación muda "He nacido, pero..." (1932), "Juncos flotantes" (1934), "Las hermanas Munakata" (1950), "El gusto del arroz en el té verde" (1952), "Buenos días" (1958) (foto 5) y "Fin de verano" (1961). Como suele pasar, las obras de antes de la guerra se han perdido o son de difícil circulación y poco conocidas.

Hay otros nombres clásicos a descubrir, como Heinosuke Gosho, Daisuke Ito (frecuentemente censurado por motivos políticos) y el olvidado Hiroshi Inagaki, que tuvo sin embargo un importante suceso internacional con una trilogía sobre samurais, que está siendo revisada en estos tiempos. 

Coincidiendo con el descubrimiento occidental de la grandeza del cine japonés, la década de los 50 fue seguramente la culminación de esa cinematografía, cuando se produjeron la mayor parte de las obras maestras niponas, coincidiendo con varios de los directores clásicos en su plenitud, demostrando que podían brindar al espectador muchísimo más que un escenario exótico y un folclore particular.

Fragmento de "Historia de Tokyo" (1954) de Yasujiro Ozu

2 comentarios:

johnny tramontina dijo...

Me encanta el cine de Kurosawa.Akira tuvo mucha influencia del cine western estadounidense sobre todo de John Ford.Después el western se influenció de Kurosawa como por ejemplo en la película "Los 7 magníficos"inspirada en "Los 7 samurais."

Alvaro Fagalde dijo...

Hubo varias películas de Kurosawa que influyeron en Hollywood, especialmente por su habilidad para el cine de acción.