10 de septiembre de 2011

Cine: Historia Ilustrada 23

FINALMENTE, HOLLYWOOD ENTRA EN GUERRA

El tradicionalmente aislacionista Estados Unidos ingresa finalmente en la Segunda Guerra Mundial luego del ataque -sin declaración bélica- de Japón en diciembre de 1941 en la base de Pearl Harbor. Participando activamente de las acciones guerreras, no tenía sentido asustarse por las amenazas de boicot contra la exhibición cinematográfica en los mercados que ahora eran enemigos del país.

Como se había comprobado muy tempranamente, el llamado "séptimo arte" podía ser un medio muy eficaz de propaganda en ocasiones como ésta. Por lo cual, un porcentaje importante de las producciones de Hollywood se dedicaron de un día para el otro a levantar el ánimo de una población que -a diferencia de las europeas y asiáticas- no veía la contienda en su propio territorio pero sí la sufría por los soldados que partían con destino incierto o por las propias restricciones económicas que traía el esfuerzo bélico al país. El momento era serio y por lo tanto, algunos géneros "frívolos" (musicales y comedias mundanas) fueron relegados en beneficio de la actualidad.

En el caso de la gran industria americana, hablar de realismo es siempre muy relativo. Por un lado, abundaron las aventuras bélicas, que se limitaban a tomar un escenario de la guerra para entretener a las audiencias con tramas de acción como las de siempre. Lo único era que nadie quería ver otra ambientación que la de los sucesos del momento, en películas que esquivaban todo cuestionamiento ni mirada crítica al fenómeno de la matanza, ni dejaba ver flaqueza alguna en sus héroes aliados. Aunque la mayoría envejecieron inmediatamente, algunos de esos films eran realmente talentosos y se mantienen hoy con interés, como por ejemplo "Contra el sol naciente" (o "Air Force") hecha en 1943 por el maestro Howard Hawks (foto 1); "Aventuras en Birmania" de Raoul Walsh y "Treinta segundos sobre Tokyo" de Mervin LeRoy. Los mencionados son todos films hechos por la gran industria y dirigidos por artesanos veteranos y confiables. Curiosamente, dos películas inofensivas, realizadas para aumentar la estima hacia uno de los aliados en la guerra como la U.R.S.S. terminaron con demenciales acusaciones en la posterior Comisión de Actividades Antinorteamericanas ("Misión a Moscú", de Michael Curtiz (foto 2) y "La estrella del Norte, de Lewis Milestone, ambas de 1943)

Junto a la cinta de guerra propiamente dicha, también se realizó una serie de obras donde se retrataba el heroísmo de la sociedad civil que mantenía en alto el ánimo pese a las dificultades, de la cual el exponente más exitoso fue "Rosa de abolengo", dirigida por William Wyler, ganadora del Oscar a mejor película en 1943, en ceremonia donde su protagonista -también premiada- Greer Garson realizó un discurso de aceptación de una hora. En realidad, estas películas eran adaptaciones a las necesidades de la época del viejo drama sentimental o familiar, más adecuado para plateas femeninas que el vibrante drama bélico.


Fragmento de "Rosa de abolengo" (1942) de William Wyler


Fragmento de "Aventuras en Birmania" (1945) de Raoul Walsh


Fragmento de "Treinta segundos sobre Tokyo" (1944) de William Wellman

No todas las películas tenían que tratar directamente el drama cotidiano de la Segunda Guerra Mundial. Uno de los géneros que vivió un período de auge -probablemente porque la seriedad del momento así lo permitía- fue el llamado cine negro. El éxito económico de "El halcón maltés" había demostrado que ese tipo de cine permitía buenas ganancias sin grandes inversiones y permitía llegar a audiencias que quisieran distraerse de tanta guerra. La madurez de la novela noir norteamericana posibilitaba -muy diluído por la censura, eso sí- presentar intrigas que mostraban el retrato de una sociedad de delincuencia, corrupción y ambigüedad moral que entretenían al público y no molestaban mayormente a las autoridades. Si bien el nuevo mito Humphrey Bogart se "unió" a la guerra en "Sahara" (1943, de Zoltan Korda) y "Paisaje a Marsella" (1944, de Curtiz), pronto comenzó a realizar films negros, donde se sentía mucho más a gusto, como "Tener y no tener" (1944) y "Al borde del abismo" (1946), ambas dirigidas por Hawks. Otros títulos famosos de la época fueron "Pacto de sangre" (1944, de Billy Wilder) donde el héroe de matinée Fred McMurray era un asesino por amor o "Laura" (del mismo año, de Otto Preminger) (foto 3), que introducía un leve toque sobrenatural.


Fragmento de "Pacto de sangre" (1944) de Billy Wilder


"Ders Fuehrer's face" (1942) de Jack Kinney

Sin embargo, también hubo comedias. Quizás las más exitosas fueron la serie "Camino a..." protagonizadas por el cómico Bob Hope y el cantante Bing Crosby, que evitaban toda trascendencia y que han conocido una tibia reivindicación crítica en nuestros días. Es significativo que si un drama sobre el heroísmo de la población británica que estaba siendo bombardeada ("Rosa de abolengo") hubiera ganado el Oscar principal, al año siguiente (1944) el premio fuera para la sentimental comedia "El buen pastor" de Leo McCarey, con el propio Crosby (foto 4). Sin embargo, la mejor película cómica del período es, sin dudas, "Ser o no ser" (1942) (foto 5) del maestro alemán Ernst Lubitsch, donde condenaba implacablemente a la bestialidad del Eje, sin abandonar un permanente y creativo humor con las peripecias de un mediocre grupo teatral que se ve inmerso en el medio de la ocupación en Polonia.

No sin dificultades, pese al derrumbe del imperio nazi, en 1945 finaliza la cruenta Segunda Guerra. El saldo es terrible: una cifra de por lo menos 50 millones de muertos, grandes potencias destrozadas, economías arruinadas y una enorme cantidad de personas que han sufrido todo tipo de penalidades, con grandes dificultades para poder superarlas, dado que esta guerra se había ensañado como ninguna otra anterior, sobre la población civil más que los combatientes en sí. Llegada la paz, los problemas eran enormes, incluso en Estados Unidos que no había sido escenario de acciones bélicas. Esta situación fue tratada con gran éxito por Wyler en "Lo mejor de nuestras vidas", Oscar en 1946, película honesta, bien filmada pero irremediablemente superficial. Terminada la lucha propiamente dicha, ya no había necesidad de propaganda y un par de realizaciones se permitieron criticar algunos errores del bando aliado: "Fuimos los sacrificados" (1945, de John Ford) (foto 6) y "También somos seres humanos" (mismo año, de Wellman).



Fragmento de "Lo mejor de nuestras vidas" (1946) de William Wyler

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